Tuesday, March 27, 2007

Fuente de Soda





Soy gorda y fea. Lo sé: mi padre me lo dice a cada rato. Me llamo Jose, con acento en la Jo, y me puso así por un jugador de fútbol, un tal José Martínez. "Menos mal que se llamaba así", me decía, "te habría puesto su nombre aún si se llamara Cornelio". Los demás presentes siempre se reían con esa broma. Yo no, porque sabía que era capaz de hacerlo.

Yo ayudo en la cocina lavando los platos sucios. Me paro sobre un balde de pintura viejo para poder alcanzar el lavaplatos, esa enorme masa blanca que todo el día abarca el campo visual que me dan mis lentes poto de botella.

Yo lavo los platos, mi madre atiende la caja, mi padre prepara comida y suda. Aquí en Chañaral no pasa nada muy interesante, excepto la llegada periódica del bus desde y hacia Arica, y el fútbol. Los días de partido nuestra pequeña fuente de soda se llena; todos vienen a mirar el partido en la pequeña pantalla gigante.

"Erís fea", me dice él. "No te vai a casar nunca, vó". Lo dice con el mismo espíritu con que pellizca el culo de mi madre. Esa es, en realidad, la única atención que recibo. Mi madre no me da ningún consuelo. "Yo me casé con vó pa puro culiar gratis", le dice mi papá cuando toma demasiado. Todos ríen, pero ella no, porque sabe que es verdad.

De hecho, casi siempre me siento como un mueble más, una parte un poco más móvil y redonda de la cocina. No es que me sienta invisible, porque si fuera así, podría desaparecer y nadie lo notaría. Aquí tengo que estar, me dan por sentado. Un día de éstos me voy a resfriar y van a llamar al técnico en vez del médico.

Hoy está lleno, hay un partido importante. No hay mucho que hacer, excepto lavar los platos de alguna chorrillana, o de unas papas fritas. Cuando hay partido, los platos sucios se quedan ahí, sobre la mesa, para las moscas; nadie se quiere distraer.

Un pase y un centro. El equipo local avanza, pasa el centro de la cancha. Pase a un delantero. Lo marcan, se libra. Corre. Todos se inclinan hacia la tele. Pase en profundidad al otro delantero. Finta. Pase. Comienzan los gritos de aliento, ojos grandes, dedos encrespados, un centro al área chica y me paro delante de la tele. Cincuenta y siete miradas dándome más atención en ese momento que la que he recibido en toda mi vida. Detrás mío la tele grita gol, goooooooool.

Soy feliz.


Paul Blackburn - Febrero 2005

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Monday, March 26, 2007

Lagunillas 2

Domingo 25 de Marzo, día del gran paseo de la Adach.

Al que no llegué sino 30 minutos antes del término, por tener que recuperarme de la noche anterior.

Ahí estaba Francisco, el gran aventurero de Placilla, y muchos más. Con él y Ben nos encaminamos hacia Lagunillas, mientras los demás se despedían y dispersaban.

Subimos, pasamos los andariveles, y al llegar al alambrado, viramos a la izquierda.

Avanzamos mucho más que la vez pasada.



Pasada una subida particularmente difícil, decidimos esperar a Ben. Su moto, más grande y pesada, seguramente no se podría la subida, y lo más probable es que habría desistido de intentar.



Como quedaba todavía camino por recorrer, bordeando el cerco, me devolví en busca de Ben. Así lo encontré.



No, en realidad no. Lo encontré en la parte más alta de la subida, con el casco puesto, las manos tras la espalda, con ese lenguaje corporal de "se me cayó la moto".

Tomamos otras fotos de "naturaleza muerta", una con él colgado como trapo viejo del alambrado. Mientras yo hacía ajustes en la cámara, alcancé a escuchar que murmuraba desde dentro de su casco apúrate, el alambre me está ahorcando. Ah, todo sea por el arte.

Efectivamente, se le había caído. Por la altitud, simplemente no tuvo suficiente potencia para subir.

La dimos vuelta con mucho, mucho cuidado, con la ayuda de Francisco, y pudo bajar otra vez. Tal fue su felicidad, que le hizo un baile de perreo a la moto.



Nosotros seguimos hasta llegar al final de la huella al costado del cerco.







Ben había dicho que se quedaría por allá abajo, jugando, tratando de avanzar por otra ruta, pero al volver al andarivel, no lo encontramos.

Continuamos entonces hacia el otro lado, bordeando el cerco. Aquí, una subida larga y con piedras sueltas.





La vez pasada llegué a un cerco perpendicular que me cortó el camino. Tenía una pasada, pero no quise desarmar el amarre de alambre que lo mantenía cerrado. Esta vez todo eso yacía en el suelo. Me debatí si debería volver a cerrarlo luego de pasar, pero quizás había una buena razón para que estuviera abierto (movimiento de ganado, qué sé yo).

Avanzamos más, llegamos a una esquina del cerco, y doblamos a la izquierda.



Unos 200 m más adelante, se acabó el camino.



Los últimos rayos de la puesta del sol.









Por ahí vinimos. Según Google Earth, estábamos a 2630 m. Excelente actividad para un domingo con resaca.



Hice un corto video de la vista en 360º.







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Sunday, March 25, 2007

Don Leopoldo y Yo





Ah, don Leopoldo, si usted supiera las cosas que me aquejan, dije, mientras respiraba pesadamente por el esfuerzo de sentarme, de posar mis huesudas posaderas sobre ese banco de madera de cáctus, pulido por nuestros traseros, la única superficie limpia de polvo en toda aquella calle enceguecedora, polvorienta y blanca de nuestro pueblito perdido en el norte de Chile. A ver, qué le pasa, cuénteme, dijo él, sin un gran interés. El interés lo habíamos perdido como dos jóvenes lentamente pierden el pudor; ahora el interés era una de esas cortesías que, como el pudor, no tenía sentido: no había apuro en nada, cada palabra podía llegar a su ritmo, el hablarlo no cambiaría nada. A estas alturas de la vida ya lo sabíamos. A estas alturas de la vida uno ya sabe ciertas cosas.

Pasó Doña Matilde. Nos saludó, la saludamos, cada uno levantó una mano de la cabeza de nuestros bastones donde las teníamos apoyadas. Sonreír no tenía mucho sentido; con la cantidad de dientes que nos iban quedando, y la mueca permanente de viejo norteño, reseco por el polvo y secado por el sol, cualquier sonrisa era casi indistinguible. Por eso mejor saludar con la mano y un casi imperceptible movimiento de cabeza.

Pasaron minutos, minutos que se iban con gusto, no con desdén, como solían hacerlo. Minutos antes de contestarle. Aquí el tiempo era lo único que existía.

Años atrás, trabajando el caliche, había llegado a esa conclusión. Todo el resto es un sueño, el tiempo nos sueña. Y años antes de cargar los sacos pesados, le había preguntado a mi abuela qué era el tiempo. Ella me había dicho simplemente que los peces tenían el mar, los hombres tienen el tiempo. Y no quiso decir más.

Pero trabajando en el desierto solo, supe. Si pues. Ahí uno se da cuenta: el tiempo se extiende sobre nosotros como un río que emana del desierto y fluye derechito hacia arriba. La arena reseca lo produce, los cerros lo producen, el viento lo produce. Si uno mira derechito hacia arriba, al cielo, puede ver el rastro que va dejando en la corriente del tiempo. Es por eso que el desierto no cambia, la arena y las rocas son siempre igual, pero todo aquel que lo pisa, se va resecando, achicando. A uno se lo comienza a llevar el tiempo. Aquí uno no se puede proteger, el cielo es tan grande y el desierto tan abarcador que no hay forma de salirse de la corriente del tiempo. Esas cosas aprendí trabajando el caliche pues. Estas cosas pensaba antes de responderle a don Leopoldo.

Sin apuro, sin ningún apuro entonces, le comencé a contar las cosas que me aquejaban.


Paul Blackburn

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Cambio del Líquido de Frenos

Anoche cambié el líquido de frenos en mi moto por primera vez. Es extremadamente fácil; un error insignificante no causa problemas gigantes.

Por qué decidí hacer esto?

Veamos: Mi moto es una XR250R del 96, y no tengo razón para pensar que alguna vez se haya cambiado líquido de frenos. Mi objetivo era ver si lograba un mejor frenado, por si habían burbujas de aire en el circuito, y cambiar el líquido, que es necesario.

Por qué es necesario?

Primero, sobre el líquido de frenos: Hay dos tipos de líquido: a base de glycol, y a base de silicona. El glycol es lo que se usa en el radiador, el anticongelante. Es un líquido levemente más viscoso que el agua, transparente y polar, lo que quiere decir que es miscible con el agua.

La silicona no es miscible con el agua.

Los líquidos de frenos, según designación americana, se rotulan con DOT 3, DOT 4, DOT 5 y DOT 5.1.

El DOT 5 es el único a base de silicona, y es púrpura o azul. El resto son transparentes y son a base de glycol.

El líquido de frenos cumple el rol de transferir la presión de la bomba de frenos al cáliper. Si existiera una burbuja de aire en el circuito, la presión extra de la bomba se usaría para comprimir la burbuja, y no para ejercer presión sobre los pistones del cáliper.

Hay dos fuentes posibles de burbujas: aire, y vapor de agua. El vapor de agua es el que se vuelve más relevante con el paso del tiempo, dado que el glycol es higroscópico, es decir, absorbe humedad del ambiente. "Pero si los sistemas de frenos están sellados!", dice alguno. Esto no es así: si bien el depósito de líquido de frenos tiene una membrana de goma (bajo la tapa metálica) que permite que el nivel suba y baje sin entrar en contacto directo con el exterior, esta goma, y las demás gomas del sistema de frenos, permiten el paso muy gradual de la humedad. No es mucho, pero a lo largo de varios años, es considerable.

A temperatura ambiente, el agua disuelta en el líquido de frenos no tiene efecto alguno, salvo el de contribuir a la corrosión de los pistones, bomba y demás elementos interiores del sistema de frenos.

Cuando se frena de manera agresiva o por largo tiempo, el cáliper se calienta, y sube también la temperatura del líquido de frenos.

El efecto del agua disuelta en el líquido de frenos es el de bajar la temperatura de ebullición de la mezcla agua-líquido de frenos. Notemos que sólo un 1% de agua cambia considerablemente la temperatura de ebullición, bajándola notoriamente. No daré datos específicos aquí, pero los pueden encontrar fácilmente.

Y esto qué significa? Que si hay suficiente agua disuelta en el líquido de frenos, éste podría alcanzar su temperatura de ebullición con un frenado agresivo, produciendo inmediatamente burbujas de vapor, lo que equivale a una falla completa del sistema de frenos.

Entonces: Queremos evitar que esto suceda. Aquí entran las especificaciones DOT. El DOT 3 tiene una temperatura de ebullición más baja que el DOT 4 y que el DOT 5 o 5.1. Por eso, el DOT 4 es mejor que el 3.

Y el DOT 5? Lo bueno del DOT 5, al estar hecho a base de silicona, es que no absorbe agua. Lo malo del DOT 5 es que no absorbe agua. Sí, leyeron bien. Al no absorber agua, cualquier humedad que penetre al circuito de frenos se acumulará en gotas: generalmente en la parte más baja, en el cáliper. Esto producirá corrosión, y también será un gran riesgo al momento de frenar agresivamente.

Otra cosa negativa del DOT 5 es que se airea fácilmente. Esto quiere decir que si agitas la botella, el líquido se llenará de burbujitas, que no desaparecerán sino hasta horas después.

Además, los sellos y demases diseñados para ser usados con DOT 3/4 podrían no servir con DOT 5.

Por último, nunca se debe mezclar DOT 3/4 con DOT 5, ya que será como hacer una mezcla de aceite con vinagre.

Y el DOT 5.1? Es un líquido de frenos con igual rango de ebullición que el DOT 5 de silicona, pero hecho con glycol. La botellita de unos 200, 250 ml en Bimota.cl vale 7000, 8000. En cambio, 250 cc de DOT 4 en cualquier Esso vale unos 2000, 3000.

Ok, ahora sabemos por qué es necesario cambiar el líquido de frenos, y cuál hay que usar. En mi caso, DOT 4.

Fíjense en el cáliper. Notarán quizás un tapón de goma. Quiten el tapón: hay un tubo con un niple, un conector para colocar una manguera. Compren manguera de bencina transparente en Easy, Homecenter o similar, y colóquenlo en el despiche.



En la base de este niple hay una tuerca hexagonal. Con una llave chica, de 8 mm quizás, es posible abrir el despiche con un octavo de giro. Esto lo haremos más adelante.

Vamos al depósito de líquido de frenos.

Primero, conviene proteger los plásticos, pintura y gomas alrededor del depósito con toalla de papel húmeda, por si ocurre un derrame.



Segundo, se quita la tapa metálica, la cubierta plástica y el diafragma de goma. En mi caso, el diafragma tenía un material extraño en su superficie.



Dado que queremos deshacernos del líquido de frenos viejo, con toalla de papel se absorbe todo lo que esté en el depósito, sin tocar el manillar del freno.




Una vez que el depósito esté vacío, se llena con líquido de frenos nuevo. Esta primera llenada servirá para purgar el líquido antiguo del sistema.

El cambio del líquido del freno delantero requiere la ayuda de un amigo (para mayor comodidad), llamémoslo B. Tú eres A.

  1. A bombea un par de veces el manillar. A la tercera, la mantiene apretada. Dice "abre".
  2. B gira suavemente la tuerca en el despiche hasta que ve que fluye líquido de freno por el tubo.
  3. Cuando A siente que el manillar está a punto de llegar al manubrio, dice "cierra".
  4. B cierra la tuerca.
  5. A suelta el manillar, nota cómo el nivel del depósito baja levemente, y bombea un par de veces. A la tercera, mantiene apretado el manillar. Dice "abre".
  6. B abre la tuerca en el despiche.
  7. A siente cómo el manillar se acerca al manubrio, y al llegar a éste, dice "cierra".
  8. Etc.
Este ciclo se repite hasta que el nivel en el depósito haya bajado. Sin que se alcance a vaciar, se agrega líquido de frenos nuevo.

Cuando se vea que ya no salen burbujas y sale solamente líquido de frenos transparente, se puede cerrar definitivamente el despiche, llenar el depósito hasta la marca, y volver a cerrar el depósito.

El freno trasero es más fácil, ya que el pedal y el depósito se encuentran cerca.



Y eso es todo.

En mi caso, el líquido tenía un color de Coca Cola, y era notoriamente más denso que el líquido nuevo (las gotas de líquido antiguo se fueron al fondo del depósito cuando agregué el nuevo). He leído que la oscuridad del líquido no siempre es un indicador de un contenido peligroso de agua, pero si está oscuro, por qué no cambiarlo?

Así que ya saben: No hay razón alguna para no cambiar tu líquido de frenos cada año.

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Saturday, March 24, 2007

La Playa




Tengo una pelota roja. Hago malabarismo: extiendo la mano y la hago rodar sobre mi antebrazo. Las chicas miran, igual se nota que les intereso. Uso un cintillo blanco en la cabeza. Lo uso sólo en verano. Creo que hace resaltar mi bronceado. Lo que no cachan es que es lo único que sé hacer con la pelota: hacerla rodar por mi antebrazo, y sería todo. Como que me ven haciendo cosas simples, y asumen que sé hacer el resto.

Igual de todas estas amigas, la Pancha es la que más me gusta. La Nacha igual está rica, pero yo cacho que debe estar pololeando, porque ni pesca. En todo caso, no nos contó si estaba pololeando o no, así que yo cacho que se vino a Tongoy a puro ponerle el gorro a su pololo, la muy suelta. Pero igual está rica.

Mierda, estaba haciendo una weá con la pelota porque la Pancha estaba mirando, y la weá se me fué y le cayó a una chica equis. Ahora ni pesca y está hablando con el Rolo.

Ya, plan B. Saco una petaca de pisco y se las ofrezco. El Rolo me mira raro, pero no cacho. La Pancha me mira, se levanta, y se va. "Weón insensible", me dice el Rolo, "su viejo se murió de cirrosis". Y él también se levanta y la sigue.

Cuando la gente falla, siempre está el agua. Y pues me saco la polera, me recago de frío con el viento, pero hay que ir. El agua me congela las bolas, me aguanto y me tiro un piquero.

Floto un rato. No reconozco a nadie en la playa. Esta cosa parece sopa de gente. Me alejo un poco, me sumerjo, trato de recostarme en la arena del fondo. En una de esas subo para respirar, y una ola rompe sobre mi cabeza apenas aparezco. Ruedo, ruedo, y al salir, me doy cuenta que perdí mi cintillo. Moqueando y tiritando, me voy a la paya. Genial: mi toalla está mojada y arenosa, y no se ve ni a la Pancha ni la Nacha.

Espera, ahí están. Sentadas en ese grupo con el tambor y la pandereta. La Pancha tomada del brazo del Rolo, y la Nacha con la cabeza apoyada en el hombro del huevón con el tambor. El tipo toca algunos ritmos pseudo-brasileños, pero probablemente no sabe más que eso, y la gente no cacha que no sabe.

Puta la weá.


Paul Blackburn - Febrero 2005

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Wednesday, March 21, 2007

Baños de Colina 2

Antes que se tapara con nieve, quería aprovechar para llegar a Baños de Colina por segunda vez. La vez anterior, en primavera, fue un paseo bastante especial.

Ya saben cómo es la rutina de estos paseos. No hay mucho que escribir, así que los dejo con las fotos.



En el tramo final antes de Baños Colina. Ven los caminos en el cerro al fondo?





Una micro? Aquí?



Llegué a la barrera. Se cobra 5000 pesos por adulto, 2500 pesos por niño. Conversé con el tipo de la caseta. Le expliqué que había venido en primavera, pero que debido a la nieve no había podido avanzar más por el camino que sigue por el valle. "No, ahí termina." me dijo. Insistí un poco, dije que había venido exclusivamente a eso, puse cara lastimera, suspiré, etc. y me dejó pasar. "Compruébelo usted mismo. No quisiera yo romper su sueño."

Efectivamente, el camino termina en el punto donde llegué la vez pasada. No era que la nieve me había cortado el camino: era simplemente que ya no había camino.

Volví, y descubrí donde es que Baños de Colina bota su basura. Una real vergüenza. Incluso se ve la basura que tuvieron que botar luego del incendio. Así se cuida el Cajón del Maipo?



A punto de pasar por la caseta de nuevo, vi un camino distinto, que seguía al costado del río, y lo tomé. Era angosto, con piedras grandes. Llegué hasta un pequeño puente que ya no estaba, y me devolví. Para variar, estas malditas piedras me hicieron perder el equilibro.



Un vistazo hacia atrás, hacia el valle donde están ubicados los Baños de Colina. Será ese el Cerro Amarillo que veo en el mapa?



Fin del paseo? No! En el cerro que aparece en una de las primeras fotos (la de las cabras), hay una mina: al parecer, una yesera.

Primer pit al que llegué. Todo el camino estaba cubierto de tierra con textura de talco: se apartaba del neumático delantero como si fuera un fluido. Este fue el primer paseo donde bajé la presión de mis neumáticos a 18 psi, y la diferencia era notoria.



Un taladro para colocar explosivos.



Al frente suyo, estas bolsas. Seguramente habían dejado los hoyos taladrados y tapados, para llenarlos más adelante con explosivos.



En el polvo del suelo, miles de pequeños cráteres: claramente, en cada tronadura, caía una lluvia de piedras.



Se podía subir más? Porque, claro, ustedes lo saben ya: yo tengo una predilección por los caminos que suben y suben. Así que subí.





No tienen idea de cómo era la vista allá arriba. Y todo bañado por la luz del atardecer. Indescriptible.



Cada vez más alto.



Hasta que no fue posible subir más. Al caminar, me faltaba el aliento. Creo que habré estado a 2500, 2700 m, según Google Earth.





Mirando hacia abajo... qué vértigo!



Di la vuelta, y bajé unos 30 metros, cuando me encontré con un camino lateral que no había visto. Más alto? Puedo llegar aún más alto? Consideré subir en la moto, pero decidí no hacerlo. Por la altitud, el motor tenía poca fuerza, la tierra estaba muy suelta, y estaba completamente solo. Subí a pie, jadeando.



No conducía más que a otra pequeña planicie, seguramente para otra tronadura futura.





Mirando hacia el valle de Baños de Colina. Será el cerro de más atrás el Cerro Amarillo?



Era hora de volver.





Y con eso, volví a Santiago.

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Carretera Austral Parte 14: Epílogo



Post-viaje: La compañía de Tom y Christina, y Will y James.

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Unos días después de volver a Santiago recibí un mensaje de Karl Heinz, un amigo de Buenos Aires. Me dijo que Tom y Christina, quienes conocí en una estación de servicio en Coyhaique, estaban en Santiago, buscando alojamiento. Entramos los cuatro a un chat, y conversamos un rato.

Se estaban alojando en Las Condes, un lugar en el camino a Farellones, antes de la subida. Posada del Inglés, algo así. Les dije que nos juntáramos a tomar una cerveza, y quedamos en el día siguiente.

Confieso que se me olvidó por completo, y cuando llegaron, con las motos completamente cargadas, yo iba camino a pasear.

No tenían muy claro dónde se quedarían, y se estaba haciendo tarde, así que se quedaron en mi casa, en el piso del living.

Al día siguiente, el plan era llevar una de las Africa a que cambiaran el neumático trasero, y que le revisaran los rodamientos de la dirección, ya que hace rato que Tom sentía una leve oscilación al doblar sobre asfalto.

Pusieron la moto sobre la pata central, y tiró de las telescópicas. Mira, se mueve, dijo, mientras se escuchaba un crujido/chirrido con cada tirón.

Me pareció extraño. Los rodamientos no deberían hacer ese ruido. Me agaché para ver de dónde provenía, y me encontré con esto.



Glup. Eso es algo que ningún motociclista quiere ver: el marco estaba partido de lado a lado, justo entre los paneles del radiador.

La moto es del 96, y Tom la compró chocada. A partir de ahí la armó, y no había tenido problemas serios hasta el momento. En la foto se ve un abollón producto del choque: claramente el marco había quedado con tensiones.

Llamé a DíasDePlaya, y me recomendó llevarla a Bimota, y eso hicimos.

Creo que fue ese día que me llamó Camilo, para contarme que los ingleses, Will y James, habían llegado a Santiago el día anterior. Tom y Christina decidieron alojarse donde ellos, en la Casa Condell, en Providencia, un lugar excelente.



En los días siguientes hicimos de todo. Un día subimos a Valle Nevado con Will y James.



Otro día fuimos al Cerro San Cristóbal.



Nadie me dijo que Will sufría de vértigo.



Tomé una foto tan estándar, pero tan repetida de la virgen, que decidí alterarla un poco antes de publicarla.



Otro día fuimos a Leyda, a ver las carreras, y a ver cómo corría el maestro, KarlitosGP, quien ganó en su categoría.



Después, a la casa de la familia de Cristi, esposa de Camilo, en Santo Domingo.



Otro día se vinieron a casa, junto con Andrés, para hacer distintos trabajos de mantenimiento (aceite, cadena, ese tipo de cosas).



Antes de partir, los teníamos que llevar a un café con piernas, y más tarde, los llevamos al Punta Chana en General Holley. Pintoresco, eso es todo lo que diré al respecto.

Por mucho que querían quedarse, debieron seguir su camino, James ahora feliz con unos panniers Touratech nuevos y relucientes.





La moto de Tom seguía en el taller, así que aprovecharon de hacer una mantención a la de Christina: aceite, catalina, piñón, cadena, ajuste de válvulas.



En eso llegó camilo, quien había ido a buscar la scooter que su octogenaria abuela había ganado en un concurso de SalcoBrand. Marca: X-Peed.



Es un quilombo llegar a las válvulas de la Africa.



Al día siguiente, llamé a Bimota. Encontraron que el marco no estaba sólo quebrado en un lugar, sino en dos más. Además, la piola del embrague estaba con sólo tres hilos y los rodamientos de la rueda trasera tuvieron que ser reemplazados. Estas son las fotos del arreglo que me enviaron.





La última noche, me invitaron a comer al Salaam Bombay, y estuvo increíble. Gracias a Tom, Christina, Will y James por una extensión genial al viaje.

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