Tuesday, February 12, 2008

La Ruta del Cóndor

Unos días antes de llegar a Santiago, probablemente por ahí cuando una tormenta de nieve me pilló en la bici en Albuquerque (y comprendí lo que es atragantarse con los copos de nieve), un grupo de la Adach se tiró hacia la Cordillera, y recorrió una ruta llamada La Ruta del Cóndor. Vi sus fotos, leí sus relatos, y sentí apuro, mucho apuro por estar de vuelta en casa y poder ver esos paisajes de cerca.

Llegué a Chile, y el paseo a la Ruta del Cóndor se concretó finalmente.

El atractivo principal de esta ruta es que corta camino directamente entre el Cajón del Maipo y el sector de Corral Quemado/Farellones, entrando en territorio desconocido para muchos, algo así como el backstage de Santiago, aquello que existe tras las enormes bambalinas de la Sierra de Ramón.



Otra razón por la cual sentía particular interés por esta ruta es su proximidad con el Cajón del Río Olivares, esa larga y derecha franja verde, corriendo de norte a sur, al oeste de Santiago. En esta oportunidad no nos acercaríamos al Olivares, aunque intentaría una especie de acercamiento platónico/simbólico, pero más sobre eso después.

El KMZ para Google Earth se puede bajar aquí.

En mayor detalle, ésta fue la ruta, con desperfecto del GPS incluido:



Pero antes de todo eso, antes de comenzar, acompáñenme un minuto en mi picada favorita del Cajón:



El templo, mi capilla de las empanadas napolitanas y el mote con huesillo. Vamos; cómo no tenerle cariño a un lugar como éste?



Nada más simple, nada más delicioso. Así me gustan los lugares para comer.



Bueno, bueno: está bien. Suficiente sobre las Empanadas La Capilla. Vamos a lo nuestro.

El acceso hacia la ruta no es fácil o simple. Hay un lugar por donde se puede pasar "a la mala": en subida, una caída de agua embarrando todo y un giro de 90º después de la aproximación, negando casi toda posibilidad de tomar velocidad. Un buen empujón, y estaba al otro lado, no sin bañar a Daniel con barro.

Pronto el terreno se abre, y te encuentras en un campo abierto, sutilmente florido, cercos de alambre de púas y palos gastados por el sol y la lluvia.

Esta poza de barro me tiró al suelo justo cuando pensé que la había sorteado. Nada serio, sin embargo.



El camino subía en caracol, dando varias oportunidades para hacer subidas sin riesgo ni molestia: si no era posible subir por ahí, siempre estaba el camino principal.



A pesar de esto, terminamos subiendo por cada uno de los acortes de camino.



A veces requirió más de un intento.



A veces era cosa de subir a la primera.






Más adelante, nuestra primera subida larga.



No presentó mayores problemas.



Seguimos nuestro camino.






Y ahora saltos: nuevamente una buena aproximación, una curva benigna e inofensiva que lanzaba la moto en un buen ángulo y permitiendo un buen control.







Hasta yo me animé, pero de manera bastante cautelosa.



Más allá del salto, siguiendo ladera arriba, vimos hasta dónde era posible llegar. No mucho más allá: eventualmente la pendiente era demasiada, y convenía virar para dejar la moto paralela al cerro.



El mismo camino, más campos floridos, otra reja.









El calor se estaba haciendo insoportable. Sudaba y sudaba, y estoy acostumbrado a aguantar el equipo pesado y caluroso que siempre llevo, pero esto era extremo. Lo único que quería hacer era zambullirme en una piscina o algo similar.



Epa, alguien dijo piscina?



Pues sí: a lo cowboy nomás, nos remojamos por un buen rato.



Un tiempo después del chapuzón, el GPS decidió apagarse.



Otra subida!












Siguiendo más adelante, nos encontramos con nuestra segunda subida, profundamente atractiva y agradable: tierra no muy suelta, una aproximación larguísima y recta, y prácticamente nada más que campo abierto colocado en un ángulo no muy elevado ni muy bajo. (click).






Para una subida así, no quieres dejar que desciendan las RPM del motor: la velocidad que ganas en la aproximación te tiene que durar hasta arriba. Esto es particularmente cierto cuando tienes neumáticos casi lisos como los míos, o poco adecuados, como los de Daniel.










Luego de varios intentos, Daniel finalmente logró subir.






Hastiados de incontables subidas, seguimos adelante.



No olvidemos que el propósito de este camino es, al parecer, el servicio de estas torres de alta tensión. A veces se alejaban del camino, a veces nos pintaban con su esquelética sombra, pero siempre estaban presentes.



Y qué vista, no? El calor, insoportable. Había traído unos 1600 cc de agua o por ahí, pero se estaba acabando.



(click)





Detrás de nosotros, nuestra tercera subida, esta vez cubierta de vegetación y leve calamina, esas ondulaciones desagradables formadas por generaciones y generaciones de vegetación e inviernos nevados.



Rodrigo subió sin problemas, pero yo me fui al suelo unos 20 metros más abajo.







Daniel, un ser más sensato, se quedó descansando a la sombra de la torre.



Hace años, solía declarar que mi paisaje preferido era el desierto, por los sutiles colores, los matices. Pero nada se compara con la cordillera. Alguna vez dije que es como si a un creador mitológico se le hubiera caído la caja de pigmentos.



Ese pedacito no era sino un avance de lo que nos esperaba.






Y aquí está.






Subimos por la ladera del cerro, buscando un mejor punto de vista.



Y ciertamente la logramos. Qué le dará el color a estas formaciones? Algún mineral con cobre? Vaya uno a saber. (click).






(click)



(click)



Dejamos atrás el paisaje extraterrestre. Más vueltas del camino, y... qué es eso? Una nube de polvo, una camioneta. Sin estar seguros de las intenciones de los ocupantes, nos tiramos por una ladera cuesta arriba. Y no era solamente por su presencia: pensé distinguir una escopeta en las manos del que viajaba parado en la parte trasera, parado. Uno nunca sabe, y detesto las armas de fuego (otra razón más para sentirme incómodo viviendo en USA).



La ladera terminó en un rodado de rocas, imposibilitando la llegada a la pequeña cumbre local. Daniel y yo tomamos otra ruta, ya que Rodrigo sí había logrado pasar. Fuera del rango y la vista de la camioneta, nos detuvimos. Daniel no venía ya con nosotros. Retrocedí, y se había caído, porque se le salió la cadena.



Tomamos esta oportunidad para descansar, comer nuestro almuerzo y tomar un poco de agua. El calor irradiaba del suelo, de las rocas, del aire mismo. Con la espalda contra la rueda trasera algo lograba refugiarme, pero el viento se llevaba también el calor del motor hacia mi espalda. Suadaba, sudaba.






(click)






La camioneta ya no se veía. La ruta nos llevó más alto, a una zona de cerros ondulados, pendientes suaves. Nos salimos del camino para buscar una cumbre desde donde mirar el entorno.



Seguimos una falla o algo similar: dos líneas paralelas de roca, loma tras loma.



Y ahí estaba: en la distancia, El Plomo, inconfundible, familiar.



Desde chico que veía la cordillera como algo distante, inaccesible. Algunos compañeros de colegio esquiaban, pero era demasiado caro para el resto de los mortales. Y luego vino ese horrendo viaje a Lagunillas, organizado por el colegio, y de ahí en adelante, me cerré a todo lo que tuviera que ver con las montañas. Había decidido que no era para mi.



Pero ya saben cómo han cambiado las cosas. Re-descubrí la cordillera por otra vía, haciéndome camino propio, asignando valoraciones propias. Si hay algo que esta secuencia de eventos me ha mostrado, es que nunca hay que ver algo como inalcanzable, lejano, remoto, ajeno, si es que te produce suficiente curiosidad. Y confieso que El Plomo apareció como sueño hecho presencia física, como algo que surge de las profundidades del subconsciente y llega flotando tranquilamente a la superficie, una que otra burbuja subiendo a su lado: Quiero subir esta montaña.



En primer plano, las colinas onduladas, separadas por vegas. En segundo plano, El Colorado y los centros de Ski. Fuera de vista, la laguna Piuquenes. Y detrás, detrás, el cerro La Parva, Bismarck y el Plomo.

Descubrimos que el GPS estaba apagado, y lo volvimos a prender.



Me tentaba la idea de seguir hacia el Este, alejándonos del camino, aprovechando la gloriosa posibilidad de avanzar kilómetros a campo traviesa, descubrir qué había más allá de aquella colina, y la que está detrás, y la siguiente.



Daniel eligió quedarse descansando a la sombra de una roca, y Rodrigo y yo partimos a explorar. (click)





(click).



Nos encontramos con todo tipo de paisaje. Cumbres arenosas de colinas, campos de rocas gigantes, quebradas difíciles de franquear. (click).






(click).



Adelante, adelante, haciendo esfuerzos contra la pendiente y una rueda trasera pelada, sin huella. Perdí la cuenta de cuántas veces dejé caer la moto por falta de tracción del neumático trasero.

Perdí de vista a Rodrigo, y una ladera particularmente suelta me estaba complicando la vida. No, me corrijo: me estaba viendo las pelotas.

A la mierda con esto de laderear. Logré tomar impulso, y puse mi trasero atrás, bien atrás, el motor en primera y el acelerador clavado hasta casi la pérdida de control por derrape. Iba a subir ese cerro sí o sí.

El terreno a ratos me daba tracción buena, al cruzar un lecho de piedras expuestas, a veces mediocre, al pasar por encima de algún arbusto sólido, y a veces casi inexistente, al pasar por encima de tierra suelta, producto de las madrigueras de algún animalejo. Logré hacer buen progreso, hasta que pasé de una zona arenosa, donde la rueda patinó, a un lecho de rocas, donde obtuve tracción excelente de un momento a otro, golpeando un arbusto simultáneamente con la rueda delantera. Caballito instantáneo, y volé como superman. Al caer, el manubrio golpeó mi muñeca, y estuve un rato esperando a que se pasara el dolor.

Tenía la boca seca, me quedaba no más de un par de sorbos de agua, y decidí que era el momento adecuado para volver. Para otro día quedará esa colina.



Volviendo, el sol más bajo, las colinas al Norte un poco más cerca. Daniel no estaba por ninguna parte.



Dimos la vuelta a una curva, y Rodrigo me señala que apagara el motor. Así hice, y en la distancia vimos un grupo de personas a caballo. Arrieros, lugareños, quién sabe. Preferimos la cautela y la precaución.



Para evitarlos, intentamos salirnos del camino, buscar alguna alternativa para rodear el cerro por el otro lado y salir por delante de ellos.



Dimos la vuelta a otra curva, y allá, al otro lado de la quebrada, estaban los arrieros otra vez. Volví la mirada hacia adelante, vi a Rodrigo detenido, esperándome. Bajé la vista al camino, a tiempo para ver una enorme roca que iba directo para mi rueda delantera. Súperman número dos.



Daniel seguía desaparecido. Asumimos que habría seguido por el camino, quizás nos estaría esperando a la salida. (click).







Pero y qué es esto? Para mi enorme sorpresa, nos encontrábamos en el valle perdido que tantas veces he visto desde las alturas de Farellones y Valle Nevado. Quién lo habría sospechado!



Y la última luz del día despidiéndose de las cumbres.



Al llegar al portón de salida, donde inexplicablemente había que darle una luca por moto a la señora de la casa aledaña para poder salir, llegó Daniel: nos había estado siguiendo todo el camino, sin que nos diéramos cuenta.

Pasamos a mi otro templo de las empanadas, detrás del control de Carabineros. Esta vez, increíbles empanadas de pino, ají mágico y mucho néctar de durazno. Y mientras comíamos, los recuerdos del día y la conversación con amigos. Qué más se puede pedir?

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12 Comments:

Blogger Alejandro said...

Paul, no puedo irme de este artículo sin enviarte un tremendo abrazo.

Espero que el otro verano nos veamos y podamos compartir esas empanadas en tu templo en el cajón.

Cuídate perrin y gracias por todo

10:56 AM  
Blogger durandal said...

Empanadaaaaaaaaaaaaaas...

Saludos,

d.

7:39 AM  
Anonymous Anonymous said...

Paul...ante todo..ue fascinante leerte, y más aún ver tus fotos, me encantan...
Una preguntita...que GPS usas?? donde se puede comprar???

Gracias y saludines

6:08 PM  
Blogger durandal said...

Estimado Anónimo,

Uso un Garmin eTrex Vista HCx. No se olvide de poner una espumita detrás de las pilas para que no se muevan con la vibración.

d.

5:19 PM  
Anonymous Anonymous said...

estimado Paul, ¿tienes un contrato de publicidad con las Empanadas La Capilla?, o en su defecto, ¿te hacen un descuento por promocion?, jajaja, ya voy a ir a probar las napolitanas con aji, en cuanto pueda me arranco.

2:34 PM  
Blogger durandal said...

Estimado Anónimo,

Ojalá tuviera... sería tan feliz!

Si vas, diles que el motociclista de la piel de oveja te mandó :P

Saludos,

d.

2:38 PM  
Anonymous xelipexr250 said...

oye men yo tb tengo una xr pero de las antiguas, he recorrido todo tu sitio en varias ocaciones, teni too el espiritu XR.

El cantar de la lluvia se ha convertido en un referente, el manual, las fotografias etc

yo estoi armando la mia le desarme hasta el alma. ayer arme la caja de cambios.

Tenemos un Team de puras XR, tenemos un foro http://www.motonet.cl/motos_foro/tema.php?id=21801&pagina=1220



Me gustaria conversar contigo
lipestuardo@hotmail.com

xxxxao

6:17 PM  
Anonymous Anonymous said...

HOLA SOY REBEL1 Y TENGO UNA XR Y TAMBIEN ME GUSTARIA ACOMPAÑARTE EN ALGUNA AVENTURA ME ENCANTA SALIR A ENDURIAR AL IGUAL QUE XELIPE UN SALUO PARA UDS
MI CORREO ES:
ALEJANDRO_VALDIVIA1@HOTMAIL.COM
Y SIGUE ADELANTE CON ESTA PAJINA Y PASEOS QUE ES LO QUE UNO APRENDE A CONOCER SU TIERRA.

6:26 PM  
Anonymous Anonymous said...

realmente espectacular tus fotos felicitaciones!!

con que tipod ecamara las tomaste ? justo quiero comprarme una y veo que con la tuya la menos el resultado es sorprendente
gracias por todas esas maravillosas fotos!!

jessi

7:02 AM  
Blogger durandal said...

Jessi,

Tengo una Canon Rebel XSi (450 D), la lente de fábrica más una telephoto marga Sigma que anda más o menos. Esa tomó las fotos más angostas. Las más cuadradas las tomó una Canon A720is.

d.

11:35 AM  
Blogger Chino XT said...

genial, al ver las fotos me llené de recuerdos de cuando hice ese viaje claro que solo, llegué al plano pasando las piedras verdes y al verme desorientado me devolví. Es un paisaje muy lindo y el camino duro... saludos amigos...

Chino XT

2:29 PM  
Anonymous Anonymous said...

que facinante relato..espero un dia vivir ,mi propia aventura, envidia sana es lo que tus letras hicieron en mi mente de aventurera...

Saludos!!!

3:48 PM  

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