Thursday, January 29, 2009

Y Ahora, Al Norte!

Casi sin darme cuenta llegó mi último viernes libre. Mi tiempo en el Los Alamos National Lab llegaba a su fin. Había explorado el este y el oeste. El sur lo conocía: Albuquerque. Faltaba el norte.

Pero no partiría a ciegas, sino con una ruta bastante planeada. Verán, por esos días me compré un GPS. Que sí, que no, que es mucho dinero, que no lo puedo justificar. Un set infinito de muñecas rusas, una diciendo sí, la de adentro diciendo no, la interior a esa diciendo sí, ad infinitum. A veces hay que aplicar un gran pico en el ojo a la indecisión, y lanzarse.

Fue así como me compré un Garmin eTrex Vista HCx. Además le compré un soporte fabricado por Ram Mounts, y comprendí por qué la gente de advrider.com los aman: cero vibración. Bueno, casi. Los chicos del ADV descubrieron que si no le metes un pedacito de espuma detrás de las pilas, éstas pueden zafarse durante una fracción de segundo con la vida offroad, apagando la unidad. Con un trocito de espuma verde que me sobró del acolchado adicional que uso en el maletín del laptop me alisté para lo que viniera.

La planificación de la ruta partió en Google Earth, con la capa de Panoramio prendida. Donde hubiera una aglomeración de fotos Panoramio, ahí ponía waypoint. Como el software para Mac de Garmin es un estiércol recalentado (uno de los varios indicios de que la gente del mundo del GPS vive todavía en los '90), tuve que cargar los waypoints con GPSBabel, un programa open source (libre) disponible para varios OS.

Hecho eso armé un sandwich de queso con pan integral casero, y partí al norte.

Árboles frondosos, humedad notoria en los valles verdes, sequedad y calor al salir de ellos. El viento cálido entraba en mi chaqueta y me secaba el sudor.



A mi lado, el Río Chama.



Y aquí sí que me tenía que detener. Cómo no! Me pueden explicar qué hace una capilla de adobe derretido con nombre de la santa patrona de Lima en medio de New Mexico?



Y con respecto al mensaje weón de 'no photography': chúpenlo con mayo. Atravezado.



Algún día me tocará escribir sobre aquellas actitudes extrañas que la cámara y el fotógrafo suscitan en la gente. Pero no hoy.



Más adelante, lejos, lejos, otra capilla de adobe, también derretida por la lluvia.



En algún momento me metí a un pueblo, del pueblo a una zona de casas dispersas, como un loteo (todo aquí parece loteo), intentando ver a dónde llegaría un camino de tierra. Del camino de tierra a la huella, de la huella a la arena, de la arena al lecho seco de un riachuelo arenoso, al calor, al camino sin salida. Hora de darse la vuelta y salir. En la arena ya, pataleando, la rueda trasera girando como rueda de paletas de barco a vapor (pero sin paletas), el calor insoportable del motor de 650 cc, el sol, la arena, los jeans negros, las rodilleras de cuero, el calor, la arena, el polvo, apagué el motor.

Del lecho arenoso a la huella original había una subida arenosa, suelta, sin vegetación ni piedras. Cavé una zanja para poder salir del hoyo que había hecho con la rueda trasera. Eché a andar el motor otra vez, intenté subir. Parado, dando potazos, daba igual. No podía pasar de la mitad de la subida. Otro intento, mismo resultado. Y otro. Visiones de buitres girando en el cielo azul.

En vez de elegir la subida arenosa, opté por el costado más empinado, pero más pedregoso. Por la arena ya no iba a subir. Así que tomé toda la distancia que había disponible en lo plano (un par de metros), y me lancé hacia la pendiente irregular. De piedra en piedra, salto por salto, fui avanzando. Lo que hubiera lo atropellaba, buscando tracción: una piedra, una mata de pasto seco, otra piedra.

La pendiente aligeró, la tracción mejoró, y ya estaba en lo alto, fuera de ese infierno arenoso. Ni miré hacia atrás al marcharme.

No más caminos de tierra, me dije.



El terreno cambió, pero el calor seguía.



Pronto me encontré con un espectáculo de colores. Esto es lo que se ve al pasar la loma.



Decidí parar al costado del camino. Esto merecía más de una foto. (click).



Las torres.



De las torres de roca, la vista vagaba hacia la distancia.



Y lejos, bien lejos.



Notable, no?



Mucho más adelante, los colores seguían iguales. Comenzaron a caer gotas.



Un poco más allá, llegué al punto de retorno: un anfiteatro natural.



Han hecho recitales aquí, y me imagino que suena bien. Lo que no me sonó bien es que cobraran simplemente por acercarse. Y saben qué dije? Vamos lectores, todos juntos: pico en el ojo.

A la vuelta no recuerdo si tomé otro camino. Quizás sí, quizás no. Pero volví a lo verde, a sentir un poco más de humedad en el aire. (click).



Si logras dejar atrás el calor, preocupación por la temperatura de la moto, la incomodidad del equipo, los otros conductores, la sed, el desear que te estuvieran acompañando tus amigos de ruta, las responsabilidades para cuando vuelvas, y todas esas cosas, si logras abandonar esas ideas, queda la pura esencia de un paseo. Con el tiempo, eso es lo que recuerdas, la pura esencia. Eso recuerdo con esta foto. La pura esencia.






Del rojo al verde, será este todavía el río Chama?



Parado sobre una roca al costado del camino tomé la panorámica, y volví a la moto. Necesitaba el viento, necesitaba mantenerme en movimiento, era demasiado el calor. Camino a casa, no volví a detenerme. (click)

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1 Comments:

Blogger Golondrina said...

Que gusto encontrar un post nuevo en mi GReader...Gracias por escribir tan seguido....
un abrazo amigo mio!
R.

12:25 AM  

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