Un Toro, Dos Vacas y un Zorro
Amaneció despejado, sol radiante, cielo azul, aire fresco y alegre. DíasDePlaya nos había invitado a Zapallar, para hacer quizás un asado en su casa. Yo me desperté más tarde de lo planeado, así que partí por cuenta propia, con intención de ir a Zapallar si me daba el tiempo y si el clima allá seguía bueno.
Partí, segundo día con el parabrisas nuevo instalado, y ahora en una posición más baja. La anterior me protegía del viento y se veía bien, pero producía una franja de turbulencia que daba justamente con el borde inferior del casco, produciendo un ruido de bajas frecuencias absolutamente ensordecedor. A 90 km/h, ni escuchaba el motor, y eso ya dice bastante.
En la posición baja no bloqueaba tanto el viento contra mi pecho, pero tampoco producía tanto ruido en el casco. En fin.

Los árboles de la Cuesta La Dormida estaban en flor nuevamente, y recordé un cierto paseo del año pasado en esta época, acompañado, reavivando brasas. El paseo en sí tenía motivaciones decididamente no-platónicas, pero con el buen clima y el entorno hermoso era imposible que no hubiera una pizca de romance. Todo dulce y grato hasta que ella detectó un chupón ajeno en mi cuello. Bueh, nada que un buen par de curvas en la moto no fuera a solucionar. Eso le quita el mal humor a cualquiera. Al rato estaba nuevamente de buen ánimo, y disfrutamos del resto del paseo. Ay, que días aquellos.

Al igual que en el paseo Escape a Cuesta La Dormida, preparé un archivo de Placemarks para Google Earth.
Realmente recomiendo bajarlo y ponerle play a la carpeta de placemarks, porque las vistas son realmente espectaculares. Eso sí, recuerda poner al máximo la resolución de altitud de Google Earth; si haces esto, las escenas son casi foto-realistas. Si no lo haces, pierde toda la gracia.
Partí mi recorrido con la tradicional empanada justo afuera de Til Til.
Si miras la siguiente foto detenidamente, quizás seas capaz de notar una fina línea diagonal que sube desde la derecha hacia la izquierda, en el cerro. Ese era uno de los caminos que vi en Google Earth, y donde pretendía llegar.

A media cuesta pillé, con el rabillo del ojo, una subida de tierra por la derecha ("Primer desvío" en el KMZ). Con todo el tiempo del mundo para recorrer nada más que esta zona, subí para ver que tal.
Resultó ser un camino de tierra firme, pero con grandes surcos provocados por la lluvia.

Vi también huellas recientes de bicicleta, seguramente de descenso, dado que muchas partían de caídas verticales de un par de metros.

Una hermosa vista, y huellas angostas como para recorrer todo el día. Si no fuera por... no, imposible, nunca tan mala suerte. De seguro aguanto hasta Olmué.

Pues no. Me detuve para admirar la vista. En eso sentí unos muy malos augurios en mi intestino. Nunca me he sacado tan rápido todo el equipo. Ese rollo de papel higénico que metí a la mochila antes de partir, por si acaso, lo llevo o no lo llevo, me ocupa espacio, bueno, está bien, lo llevo, uno nunca sabe; bueno, a ese mismo rollo, le dedico esta manda:

Por suerte no hice nada idiota como ubicarme sobre una ortiga ni nada así. El mayor peligro fue rodar cuesta abajo, ya que, por pudor, me coloqué fuera del camino, en pendiente, bajo unos árboles chicos.
Aliviado ya, apliqué mis conocimientos de boy scout, y dejé el lugar tal como estaba.
Volví al camino principal de la cuesta, y llegúe a la bifurcación (punto del mismo nombre en el KMZ). El camino era de tierra, compactado, y muy agradable de recorrer. Mientras el camino asfaltado principal descendía por el otro lado del valle, yo seguía subiendo. Claro, hasta que me topé con el toro.
Arbustos a ambos lados (ver el KMZ), y en medio del camino un toro. No era castrado, y no sé si eso tiene alguna relevancia con respecto a su comportamiento, pero ver esas pelotas gigantes colgando entre sus piernas traseras, mientras me miraba por sobre su hombro, me intimidaban.
Eventualmente se alejó entre los arbustos, y pasé. Llegué a una bifurcación, y tomé el camino de la derecha, que bajaba levemente hacia el lado poniente del cerro. Al cabo de un minuto o dos de andar, llegué a un surco erosionado por la lluvia. No tenía suficiente espacio, ni tampoco la práctica necesaria, para levantar la rueda delantera por sobre el espacio. Me bajé de la moto, y fui a buscar piedras, rellenando el surco (el cual era del tamaño aproximado de la rueda delantera), hasta que me diera confianza pasar. Eso hice, y a los tres metros, se acabó el camino. Maldita sea.
Volví al camino principal, y lo seguí. Llegué a una planicie, y habían dos camionetas y una van, modelos de unos 10 años de antigüedad o algo así. No había nadie. Pensé que quizás tendrían algo que ver con el proyecto de reforestación de la zona. Ahí también había otra bifurcación, y nuevamente tomé el camino hacia la derecha. Este camino comenzó a rodear el cerro, subiendo, y la vista era realmente impresionante. El camino se ve claramente en el KMZ.

Al final, luego de andar y andar, terminó el camino, surprendentemente entre las ruinas de unas construcciones de cemento. Casas? Un resort? Aquí, en medio de la ladera de un enorme cerro? Hermitaños adinerados?
Resultó ser una mina. Al lado de la moto, al bajarme, encontré una roca con pirita.

Y ahí estaba la mina. Extrañamente, de ella fluía agua en forma de un riachuelo.

Me acerqué, y quedó claro: la mina estaba completamente inundada. El agua era transparente, pero de color azulado, y todo aquello bajo el agua estaba cubierto de una fina capa de sedimento, parecía pelusa. Realmente no parecía agua saludable.


Este es parte del camino que tomé para llegar a la mina.

Me pregunto si acaso las construcciones habrán sido casas, oficinas, o qué.

A lo lejos, el cerro El Roble.

El agua del riachuelo caía por la ladera del cerro, y todo lo que tocaba estaba teñido de un verde turquesa intenso.

Calor! Al fondo, el cerro La Campana.

De vuelta, bajando, otra mina, pero al mirar hacia adentro, vi que estaba completamente sellada con pieda suelta. O colapsada. De la pared de cemento colgaba una camisa, una sartén y lata ennegrecidos, y al fondo, un casco de plástico de minero. Parece que alguien lo usaba como refugio, pero no entiendo bien cómo ni por qué: ninguna de las dos minas estaba en estado operacional. Me pregunto si alguien las habrá colocado ahí a modo de tributo, recordatorio, qué sé yo.

De la nada se me cruza un zorro, y desaparece por la ladera.
Volviendo, todavía en el camino más o menos angosto en la ladera del cerro, di vuelta a una curva y...

No puede ser. En medio de la nada, con cerro casi vertical por los dos lados, una mina inundada con agua tóxica a mis espaldas y un toro delante mío, quien claramente me vino a buscar desde nuestro encuentro a un kilómetro.
Me acerqué lentamente. Nos miramos. Me pregunté si tocar la bocina, apagar el motor, o qué. Decidí comenzar a avanzar lentamente, con pausas. Eventualmente el toro giró un poco y pues confieso que nunca he estado tan contento de verle las ubres a una vaca. Era tan parecida al toro que vi antes que seguro que eran parientes.
Volví a la bifurcación donde estaban las camionetas, y tomé el otro camino, el de la ladera oriente. Un camino más sinuoso, con piedas más sueltas. Al rato de andar me topé muy sorpresivamente con una pareja de cierta edad, equipados para una excursión. Intercambiamos algunas palabras; había un grupo más grande subiendo a la cumbre, y ellos habían decidido bajar. Los recogerían después. Me dijeron que el camino para vehículos seguía hasta poco más arriba. Nos despedimos, y seguí. Efectivamente, el camino terminó en una pequeña planicie, con basura miscelánea, y un par de árboles. Y otra mina!
Esta sí parecía activa. Entré a mirar, y pues no se veía el fondo. Volví a la moto, y saqué la linternita de emergencia que tengo, y cámara en mano, decidí ir a ver hasta donde llegaba.
Habré avanzado 10 metros cuando decidí volver. Sí, soy una gallina. Bwaaaaaaaak.


Al fondo, el Aconcagua.

Pues después de eso, volví al camino principal, y bajé por la cuesta hacia Olmué. Antes de eso, me desvié hacia la izquierda por todos esos caminos que había visto siempre pero que nunca había tomado (El Almendro, Quebrada Alvarado y otros). Fui feliz recorriendo quebradas, caminos chicos, casas chicas, parcelas, chacras, vacas, todo muy hermoso y muy feliz. Me topé también con este caballero trotando con un becerro.

No recuerdo los detalles de todas las quebradas que exploré. Tomaba caminos como los de la foto anterior, que se iban angostando, poniéndose cada vez más rurales, hasta que no eran más que una huella, pasada la última casa, y más adelante, una huella de vacas. Estúpidamente subí por una quebrada, siguiendo una huella de vacas angosta. Cuando me fue imposible avanzar, tenía el problema de retroceder 10 metros, con una ladera empinada a ambos costados. En un momento casi pierdo el equilibrio, porque pisé al lado derecho, donde no había apoyo. Uf.
Después pasé por Olmué, y tenía intenciones de encaminarme hacia Quillota por algún camino que, en el mapa al menos, se veía simple. No fue simple. Me perdí, y llegué hasta Quillota. Tomé otro camino, luego de preguntar, cruzando el puente afuera de Quillota (ver KMZ), y ese sí que me llevaría a Zapallar eventualmente.
El camino era lindo, pero el aire se había enfriado un poco, y temía que estuviera nublado en la costa.

Pues me perdí de nuevo, tuve que volver varias veces a una intersección pasada, pero eventualmente tomé el camino correcto. Bordeaba por el norte el río Aconcagua, mientras que la ruta R60 lo hacía por el sur. Unos kilómetros antes del puente, llamé a Camilo y le pregunté cómo estaba el clima en Zapallar, porque la neblina era una pared gigante que avanzaba hacia mi, y lo que alcanzaba a ver hacia el poniente era una escena miserable y gris. Me informó que todo estaba nublado, frío, y feo.
Pues bien, decidí volver. Me adentré en la zona nublada por un rato, para llegar al puente, y luego volví por la R60.
No recuerdo muy bien cómo fue, pero vi un cartel que anunciaba un embalse, antes de Limache. Pues bien, tenía tiempo antes de la puesta de sol, así que lo tomé. Un camino de tierra ancho, el cielo semigris por la neblina, y el aire frío. En eso, doy vuelta a una curva, y veo delante mío tres cosas que no tendrían razón alguna para estar ahí.

Sí, tres caminones Goliat, de minería. En un camino que no llevaba a ninguna parte interesante, y lejos de cualquier gran mina. Me detuve, y quise posicionar la moto para una foto. Soplaba un poco de viento, y estaba cansado. Todavía no me puedo explicar por qué, pero repentinamente sentí que perdía el equilibro, y la moto, que la tenía por mi lado derecho, se iba hacia ese lado. La sostuve lo mejor que pude, y con frustración me di cuenta que la moto tendría que caer sí o sí. Por suerte la pude posar suavemente en el suelo (fue un espectáculo digno del Ballet de los Mongos), y fue entonces que me di cuenta que la había dejado de tal manera que el pedalín derecho aprisionaba mi pie. Me dolía un poco, pero lo principal era que no podía sacar el pie de donde estaba. Hm. Doblemente mongólico.
Eventualmente levanté la moto, sintiéndome extremadamente estúpido, y saqué la maldita foto. Tomen. Ahí tienen su pinche foto.
Unos metros más adelante, noté un portón abierto, que daba a un campo en un cerro. Había familias con autos, gente haciendo picnic, etc. Entré, como parecía ser de acceso libre. Resultó ser un área enorme, con buenos caminos (aunque un poco barrosos) y estuve un buen tiempo recorriendo por aquí y por allá.
Llegué a las antenas de la cumbre, y el viento frío y húmedo no era agradable. Se veía como pasaban rodando los nubarrones de neblina.

Con frío, bajé, y pasé por Limache, y luego por Olmué. Tenía hambre, pero no quería perderme la puesta de sol.
Subí la cuesta La Dormida de nuevo, y volví a uno de los mejores puntos de todo el paseo, la planicie donde estaban las camionetas, pero más adelante, más cerca de la ladera poniente del cerro.

Me senté a ver cómo se ponía el sol, dándome el gusto de no estar apurado por tiempo, disfrutando el fin del paseo, escuchando el viento, sintiendo la roca caliente bajo mi trasero, recordando todo lo que había visto durante el día.

Y con eso el sol se hundió en la lejana neblina, y fue el momento de volver a casa.
Partí, segundo día con el parabrisas nuevo instalado, y ahora en una posición más baja. La anterior me protegía del viento y se veía bien, pero producía una franja de turbulencia que daba justamente con el borde inferior del casco, produciendo un ruido de bajas frecuencias absolutamente ensordecedor. A 90 km/h, ni escuchaba el motor, y eso ya dice bastante.
En la posición baja no bloqueaba tanto el viento contra mi pecho, pero tampoco producía tanto ruido en el casco. En fin.

Los árboles de la Cuesta La Dormida estaban en flor nuevamente, y recordé un cierto paseo del año pasado en esta época, acompañado, reavivando brasas. El paseo en sí tenía motivaciones decididamente no-platónicas, pero con el buen clima y el entorno hermoso era imposible que no hubiera una pizca de romance. Todo dulce y grato hasta que ella detectó un chupón ajeno en mi cuello. Bueh, nada que un buen par de curvas en la moto no fuera a solucionar. Eso le quita el mal humor a cualquiera. Al rato estaba nuevamente de buen ánimo, y disfrutamos del resto del paseo. Ay, que días aquellos.

Al igual que en el paseo Escape a Cuesta La Dormida, preparé un archivo de Placemarks para Google Earth.
Realmente recomiendo bajarlo y ponerle play a la carpeta de placemarks, porque las vistas son realmente espectaculares. Eso sí, recuerda poner al máximo la resolución de altitud de Google Earth; si haces esto, las escenas son casi foto-realistas. Si no lo haces, pierde toda la gracia.
Partí mi recorrido con la tradicional empanada justo afuera de Til Til.
Si miras la siguiente foto detenidamente, quizás seas capaz de notar una fina línea diagonal que sube desde la derecha hacia la izquierda, en el cerro. Ese era uno de los caminos que vi en Google Earth, y donde pretendía llegar.

A media cuesta pillé, con el rabillo del ojo, una subida de tierra por la derecha ("Primer desvío" en el KMZ). Con todo el tiempo del mundo para recorrer nada más que esta zona, subí para ver que tal.
Resultó ser un camino de tierra firme, pero con grandes surcos provocados por la lluvia.

Vi también huellas recientes de bicicleta, seguramente de descenso, dado que muchas partían de caídas verticales de un par de metros.

Una hermosa vista, y huellas angostas como para recorrer todo el día. Si no fuera por... no, imposible, nunca tan mala suerte. De seguro aguanto hasta Olmué.

Pues no. Me detuve para admirar la vista. En eso sentí unos muy malos augurios en mi intestino. Nunca me he sacado tan rápido todo el equipo. Ese rollo de papel higénico que metí a la mochila antes de partir, por si acaso, lo llevo o no lo llevo, me ocupa espacio, bueno, está bien, lo llevo, uno nunca sabe; bueno, a ese mismo rollo, le dedico esta manda:

Por suerte no hice nada idiota como ubicarme sobre una ortiga ni nada así. El mayor peligro fue rodar cuesta abajo, ya que, por pudor, me coloqué fuera del camino, en pendiente, bajo unos árboles chicos.
Aliviado ya, apliqué mis conocimientos de boy scout, y dejé el lugar tal como estaba.
Volví al camino principal de la cuesta, y llegúe a la bifurcación (punto del mismo nombre en el KMZ). El camino era de tierra, compactado, y muy agradable de recorrer. Mientras el camino asfaltado principal descendía por el otro lado del valle, yo seguía subiendo. Claro, hasta que me topé con el toro.
Arbustos a ambos lados (ver el KMZ), y en medio del camino un toro. No era castrado, y no sé si eso tiene alguna relevancia con respecto a su comportamiento, pero ver esas pelotas gigantes colgando entre sus piernas traseras, mientras me miraba por sobre su hombro, me intimidaban.
Eventualmente se alejó entre los arbustos, y pasé. Llegué a una bifurcación, y tomé el camino de la derecha, que bajaba levemente hacia el lado poniente del cerro. Al cabo de un minuto o dos de andar, llegué a un surco erosionado por la lluvia. No tenía suficiente espacio, ni tampoco la práctica necesaria, para levantar la rueda delantera por sobre el espacio. Me bajé de la moto, y fui a buscar piedras, rellenando el surco (el cual era del tamaño aproximado de la rueda delantera), hasta que me diera confianza pasar. Eso hice, y a los tres metros, se acabó el camino. Maldita sea.
Volví al camino principal, y lo seguí. Llegué a una planicie, y habían dos camionetas y una van, modelos de unos 10 años de antigüedad o algo así. No había nadie. Pensé que quizás tendrían algo que ver con el proyecto de reforestación de la zona. Ahí también había otra bifurcación, y nuevamente tomé el camino hacia la derecha. Este camino comenzó a rodear el cerro, subiendo, y la vista era realmente impresionante. El camino se ve claramente en el KMZ.

Al final, luego de andar y andar, terminó el camino, surprendentemente entre las ruinas de unas construcciones de cemento. Casas? Un resort? Aquí, en medio de la ladera de un enorme cerro? Hermitaños adinerados?
Resultó ser una mina. Al lado de la moto, al bajarme, encontré una roca con pirita.

Y ahí estaba la mina. Extrañamente, de ella fluía agua en forma de un riachuelo.

Me acerqué, y quedó claro: la mina estaba completamente inundada. El agua era transparente, pero de color azulado, y todo aquello bajo el agua estaba cubierto de una fina capa de sedimento, parecía pelusa. Realmente no parecía agua saludable.


Este es parte del camino que tomé para llegar a la mina.

Me pregunto si acaso las construcciones habrán sido casas, oficinas, o qué.

A lo lejos, el cerro El Roble.

El agua del riachuelo caía por la ladera del cerro, y todo lo que tocaba estaba teñido de un verde turquesa intenso.

Calor! Al fondo, el cerro La Campana.

De vuelta, bajando, otra mina, pero al mirar hacia adentro, vi que estaba completamente sellada con pieda suelta. O colapsada. De la pared de cemento colgaba una camisa, una sartén y lata ennegrecidos, y al fondo, un casco de plástico de minero. Parece que alguien lo usaba como refugio, pero no entiendo bien cómo ni por qué: ninguna de las dos minas estaba en estado operacional. Me pregunto si alguien las habrá colocado ahí a modo de tributo, recordatorio, qué sé yo.

De la nada se me cruza un zorro, y desaparece por la ladera.
Volviendo, todavía en el camino más o menos angosto en la ladera del cerro, di vuelta a una curva y...

No puede ser. En medio de la nada, con cerro casi vertical por los dos lados, una mina inundada con agua tóxica a mis espaldas y un toro delante mío, quien claramente me vino a buscar desde nuestro encuentro a un kilómetro.
Me acerqué lentamente. Nos miramos. Me pregunté si tocar la bocina, apagar el motor, o qué. Decidí comenzar a avanzar lentamente, con pausas. Eventualmente el toro giró un poco y pues confieso que nunca he estado tan contento de verle las ubres a una vaca. Era tan parecida al toro que vi antes que seguro que eran parientes.
Volví a la bifurcación donde estaban las camionetas, y tomé el otro camino, el de la ladera oriente. Un camino más sinuoso, con piedas más sueltas. Al rato de andar me topé muy sorpresivamente con una pareja de cierta edad, equipados para una excursión. Intercambiamos algunas palabras; había un grupo más grande subiendo a la cumbre, y ellos habían decidido bajar. Los recogerían después. Me dijeron que el camino para vehículos seguía hasta poco más arriba. Nos despedimos, y seguí. Efectivamente, el camino terminó en una pequeña planicie, con basura miscelánea, y un par de árboles. Y otra mina!
Esta sí parecía activa. Entré a mirar, y pues no se veía el fondo. Volví a la moto, y saqué la linternita de emergencia que tengo, y cámara en mano, decidí ir a ver hasta donde llegaba.
Habré avanzado 10 metros cuando decidí volver. Sí, soy una gallina. Bwaaaaaaaak.


Al fondo, el Aconcagua.

Pues después de eso, volví al camino principal, y bajé por la cuesta hacia Olmué. Antes de eso, me desvié hacia la izquierda por todos esos caminos que había visto siempre pero que nunca había tomado (El Almendro, Quebrada Alvarado y otros). Fui feliz recorriendo quebradas, caminos chicos, casas chicas, parcelas, chacras, vacas, todo muy hermoso y muy feliz. Me topé también con este caballero trotando con un becerro.

No recuerdo los detalles de todas las quebradas que exploré. Tomaba caminos como los de la foto anterior, que se iban angostando, poniéndose cada vez más rurales, hasta que no eran más que una huella, pasada la última casa, y más adelante, una huella de vacas. Estúpidamente subí por una quebrada, siguiendo una huella de vacas angosta. Cuando me fue imposible avanzar, tenía el problema de retroceder 10 metros, con una ladera empinada a ambos costados. En un momento casi pierdo el equilibrio, porque pisé al lado derecho, donde no había apoyo. Uf.
Después pasé por Olmué, y tenía intenciones de encaminarme hacia Quillota por algún camino que, en el mapa al menos, se veía simple. No fue simple. Me perdí, y llegué hasta Quillota. Tomé otro camino, luego de preguntar, cruzando el puente afuera de Quillota (ver KMZ), y ese sí que me llevaría a Zapallar eventualmente.
El camino era lindo, pero el aire se había enfriado un poco, y temía que estuviera nublado en la costa.

Pues me perdí de nuevo, tuve que volver varias veces a una intersección pasada, pero eventualmente tomé el camino correcto. Bordeaba por el norte el río Aconcagua, mientras que la ruta R60 lo hacía por el sur. Unos kilómetros antes del puente, llamé a Camilo y le pregunté cómo estaba el clima en Zapallar, porque la neblina era una pared gigante que avanzaba hacia mi, y lo que alcanzaba a ver hacia el poniente era una escena miserable y gris. Me informó que todo estaba nublado, frío, y feo.
Pues bien, decidí volver. Me adentré en la zona nublada por un rato, para llegar al puente, y luego volví por la R60.
No recuerdo muy bien cómo fue, pero vi un cartel que anunciaba un embalse, antes de Limache. Pues bien, tenía tiempo antes de la puesta de sol, así que lo tomé. Un camino de tierra ancho, el cielo semigris por la neblina, y el aire frío. En eso, doy vuelta a una curva, y veo delante mío tres cosas que no tendrían razón alguna para estar ahí.

Sí, tres caminones Goliat, de minería. En un camino que no llevaba a ninguna parte interesante, y lejos de cualquier gran mina. Me detuve, y quise posicionar la moto para una foto. Soplaba un poco de viento, y estaba cansado. Todavía no me puedo explicar por qué, pero repentinamente sentí que perdía el equilibro, y la moto, que la tenía por mi lado derecho, se iba hacia ese lado. La sostuve lo mejor que pude, y con frustración me di cuenta que la moto tendría que caer sí o sí. Por suerte la pude posar suavemente en el suelo (fue un espectáculo digno del Ballet de los Mongos), y fue entonces que me di cuenta que la había dejado de tal manera que el pedalín derecho aprisionaba mi pie. Me dolía un poco, pero lo principal era que no podía sacar el pie de donde estaba. Hm. Doblemente mongólico.
Eventualmente levanté la moto, sintiéndome extremadamente estúpido, y saqué la maldita foto. Tomen. Ahí tienen su pinche foto.
Unos metros más adelante, noté un portón abierto, que daba a un campo en un cerro. Había familias con autos, gente haciendo picnic, etc. Entré, como parecía ser de acceso libre. Resultó ser un área enorme, con buenos caminos (aunque un poco barrosos) y estuve un buen tiempo recorriendo por aquí y por allá.
Llegué a las antenas de la cumbre, y el viento frío y húmedo no era agradable. Se veía como pasaban rodando los nubarrones de neblina.

Con frío, bajé, y pasé por Limache, y luego por Olmué. Tenía hambre, pero no quería perderme la puesta de sol.
Subí la cuesta La Dormida de nuevo, y volví a uno de los mejores puntos de todo el paseo, la planicie donde estaban las camionetas, pero más adelante, más cerca de la ladera poniente del cerro.

Me senté a ver cómo se ponía el sol, dándome el gusto de no estar apurado por tiempo, disfrutando el fin del paseo, escuchando el viento, sintiendo la roca caliente bajo mi trasero, recordando todo lo que había visto durante el día.

Y con eso el sol se hundió en la lejana neblina, y fue el momento de volver a casa.


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7 Comments:
El torero torea con su blanco papel. Viva el papel, viva el toreo!
Holaaa
yo tambien te posteo.-
ya te dije que me encantan tus fotos...sigue asi..
besos
Gracias, anónima!
d.
hola,,,te pasaste ,,,hace poco subimos el cerro la campana con mis hijas de 10 años y nos hiciste recordar los lindos caminos,,,,lastima no llegamos a la cumbre , nos falto poco,,,,100 mts,,,,pero el zorro es imperdible,,,nos falto el toro,jejejjejejej....la puesta de sol,,,fantastica,,,,,muy lindas fotos,,,,,parecia que estabamos leyendo un libro muy entretenido,,,viva la naturaleza,,,,,,amy, svenka, ivania.
saludos
peñablanca
junio 2008
hola,,te pasaste con las historias,,,,eran muy entrete,,,,hace poco subimos el cerro la campana con mis hijos, nos hiciste recordar lindos caminos y el imperdible zorro, el cual nos fue a recibir amistosamente,,,,,,,.
Saludos
Amy, svenka, ivania.
peñablanca
junio 2008
te felicito, tienes un excelente blog, entretenidisimas historias, estube mas de una hora leyendo tus escritos.
me encanto saber que hay personas que aun disfrutan la naturaleza a concho, bellisimas fotos.
por lo general yo ando en los cerros de talagante, hay buenisimas rutas por ahi, por si algun dia te animas a conocerlo.
saludos.
Kiv@
estimado, un Toro que esta castrado ya no es peligroso y se llama Buey, quien al perder su masculinidad tambien pierde su agresividad.
una vaca, es de cara diferente, generalmente de facciones mas "finas" que un toro, estos son mas anchos de cuello, si hasta dan la imprsion de ser "cogote de almeja", con un poco de experiencia notas la diferencia de lejos.
excelente blog, buenas fotos y mejores relatos. Leyendote y viendo los paisajes dan ganas de salir a pasear, aunque no tengo moto ya vere que puedo hacer en mi auto.
confieso que le hecho de rechupete a tu blog.
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