Las Minas De La Cuesta La Dormida

Antes de comenzar, unas palabras dedicadas a Rodrigo, alias Ben Kenobi. Partió con una VFR 400, una NC30, en la que me comenzó a acompañar a paseos con más y más tramos con caminos de tierra. Al cabo de unos meses de esto, salió del closet y se compró una Transalp. Así, podía tener lo mejor de los dos mundos: buena potencia, y salir a caminos de tierra sin sufrir. Con el tiempo dejamos de pasear juntos, porque yo comencé a explorar caminos más y más duros, y él era reacio a hacer sufrir la moto.

Hace unas semanas, se compró una Yamaha TTR-250 Open Enduro, de segunda moto, para no quedarse atrás. Ya era hora!

Una muy linda moto, en estado increíble. Precio, estado, año y kilometraje similar a mi XR, cuando la compré.

Nos fuimos a la Cuesta La Dormida, con la idea puntual de explorar las minas.



Un día de otoño increíble. A lo lejos, la cordillera. Y qué es eso que se levanta por sobre la línea del horizonte?



El Aconcagua!

Nos acompañó un amigo en una KLE.



Llegamos a la mina del lado oriente del cerro, pero estaba con puerta y candado. Subí un poco para explorar, y encontré otra mina, sin puerta.

Llamé a los demás, y Ben subió haciendo enduro humano.

Entramos a varias minas, pero todas se cortaban a los 20, 30 metros, con pocas ramificaciones.



Esta, con derrumbe y puerta al interior.

Ninguna activa, todas descuidadas.

Al parecer buscaban oro: habían vetas de cuarzo y pirita.



Luego de embarrarnos y explorar varias minas, salimos hacia el lado oriente del cerro. Se me olvidó colocar la cámara en ISO 50 en vez de ISO 400, y como consecuencia las siguientes fotos tienen ruido.



Y esa excavadora? Seguramente llegó hasta arriba, y causó el derrumbe que la dejó aislada.

Al final del camino había un vehículo extraño: chato, con dos articulaciones, y una pala en su extremo delantero. Claramente era usado dentro de las minas para extracción.

Me subí a la cabina. Es para enanos!



Nos entretuvimos tirando piedras por el rodado.





Y después subí a la excavadora.



Los demás se devolvieron a Santiago, pero Ben y yo dimos más vueltas por los caminos del sector. Le mostré los que había conocido el año pasado.



Terminado todo eso, subimos de nuevo a la cuesta, a esperar la puesta de sol.





Y con eso, nos fuimos de vuelta a Santiago.