Fuente de Soda
Soy gorda y fea. Lo sé: mi padre me lo dice a cada rato. Me llamo Jose, con acento en la Jo, y me puso así por un jugador de fútbol, un tal José Martínez. "Menos mal que se llamaba así", me decía, "te habría puesto su nombre aún si se llamara Cornelio". Los demás presentes siempre se reían con esa broma. Yo no, porque sabía que era capaz de hacerlo.
Yo ayudo en la cocina lavando los platos sucios. Me paro sobre un balde de pintura viejo para poder alcanzar el lavaplatos, esa enorme masa blanca que todo el día abarca el campo visual que me dan mis lentes poto de botella.
Yo lavo los platos, mi madre atiende la caja, mi padre prepara comida y suda. Aquí en Chañaral no pasa nada muy interesante, excepto la llegada periódica del bus desde y hacia Arica, y el fútbol. Los días de partido nuestra pequeña fuente de soda se llena; todos vienen a mirar el partido en la pequeña pantalla gigante.
"Erís fea", me dice él. "No te vai a casar nunca, vó". Lo dice con el mismo espíritu con que pellizca el culo de mi madre. Esa es, en realidad, la única atención que recibo. Mi madre no me da ningún consuelo. "Yo me casé con vó pa puro culiar gratis", le dice mi papá cuando toma demasiado. Todos ríen, pero ella no, porque sabe que es verdad.
De hecho, casi siempre me siento como un mueble más, una parte un poco más móvil y redonda de la cocina. No es que me sienta invisible, porque si fuera así, podría desaparecer y nadie lo notaría. Aquí tengo que estar, me dan por sentado. Un día de éstos me voy a resfriar y van a llamar al técnico en vez del médico.
Hoy está lleno, hay un partido importante. No hay mucho que hacer, excepto lavar los platos de alguna chorrillana, o de unas papas fritas. Cuando hay partido, los platos sucios se quedan ahí, sobre la mesa, para las moscas; nadie se quiere distraer.
Un pase y un centro. El equipo local avanza, pasa el centro de la cancha. Pase a un delantero. Lo marcan, se libra. Corre. Todos se inclinan hacia la tele. Pase en profundidad al otro delantero. Finta. Pase. Comienzan los gritos de aliento, ojos grandes, dedos encrespados, un centro al área chica y me paro delante de la tele. Cincuenta y siete miradas dándome más atención en ese momento que la que he recibido en toda mi vida. Detrás mío la tele grita gol, goooooooool.
Soy feliz.
Paul Blackburn - Febrero 2005
9 Comments:
Un cuento un poco crudo, huele a fritura y humo de tabaco, a desesperanza y soledad. Es una historia tan triste que voy a tener que utilizar todas mis artimañas para alegrarme un poco. Aun así me gusta cómo escribes.
Un abrazo
Tus escritos tienen una mezcla de locura y realidad...
Definitivamente me gusta como escribes.
Saludos
;)
Hola mi niño, mucho tiempo, bueno tu cuento pero..............lamento desilucionarte, es muy similar al a historia de la película "mi casamiento griego" si la has visto entenderás sino la has visto, por fa mirala es triste al principio, algo tipica talvés pero te reirás mucho al final.
Un besote gigante.
P.S: si quieres puedes ser saludable. jijijijiji.
Besitos.
He leido algunos de tus cuentos y tienen ere aire particular.
Me gustó éste, la combinación de las cosas.
Saludos,
Au revoir.
Lenka, he visto esa película, y aparte de un negocio de comida y una chica que trabaja ahí, no le veo mucha similitud.
Saludos,
d.
es unachica con lentesp oto botellas, acomplejada la máximo y que el papá la trata pésimo y siempre le dice que es fea y que nunca se casará con esa apariencia, igual que en tu cuento, buen oeso rescaté yo de tu cuento si me equivoco será sino bien.
Besotes.
No recordaba lo de los comentarios constantes. Y bueno, será.
d.
DUDO mucho que Paul haya basado su cuento en la plana y liviana película "Mi casamiento Griego"
Me gustó éste cuento , la combinación de las cosas le dan un sentido muy bueno.
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