Laguna Verde 2
Hace un par de meses volví a Laguna Verde, para recorrer los senderos de la zona con Francisco.
Sol radiante, brisa fresca. Llegué bastante temprano, porque en la tarde tenía cosas que hacer.
Al rato de andar entre pinos y su sombra perfumada, llegamos a un claro, y al lado, un camino empinado. "Y Francisco? Te la puedes?" le dije casi en broma. Lo miró unos segundos y asintió.
Va sin decir que llegó hasta arriba, se dio la vuelta, y bajó.
Glup. Era hora de ver si yo podía. Tenía varios kilos atrás, en la parrilla. Me fue difícil mantener una línea recta: parecía como si las pequeñas zanjas dejadas por la temporada de lluvias atrajeran mi rueda delantera.
La primera vez que lo intenté, perdí el equilibrio hacia la izquierda (creo). Con sudor y la ayuda de Francisco, dimos vuelta la moto y bajé, para intentar nuevamente.
La segunda vez me fui hacia la izquierda, contra una rama de pino grande que sobresalía de entre unos arbustos, y me dio de lleno en el pecho, como si fuera una justa medieval, Laguna Verde versus Santiago. Ganó Laguna Verde.
Mi chaqueta de cuero cumplió su rol, y el grueso forro de vaca evitó incluso un moretón. Lo primero es cortar el paso del combustible, porque si no, el combustible sale y sale por el despiche.
Va sin decir que me retiré deshonrado por una rama de pino.
Seguimos, seguimos; siguiente parada: la torre de observación de CONAF (al parecer).
Grande, alta, se mecía un poco en el viento. Algunos tablones de la precaria escalera estaban rotos, otros seguramente se romperían en un par de años más.
Bajamos, y fuimos nuevamente al Morro de Quintay, al igual que la vez pasada. Ese punto a la derecha es Francisco. La foto la tomé desde un grupo de árboles, los cuales parecían aferrarse al morro para no ser arrancados de raíz por el viento que aullaba constantemente.
Viento, viento. Aún lejos de los árboles, el silbido y aullido del viento entre sus ramas se escuchaba por sobre el ruido del viento en nuestras orejas.
Viento, sol tibio, aire frío.
Y seguimos. Durante la temporada de lluvias los caminos sufrieron --como es normal aquí-- enorme erosión. Y esas zanjas atraían mi rueda delantera como imanes. En este caso, se me fue la trasera, hasta la catalina.
La rutina era: Francisco pasaba sin problemas. Yo, lentamente, caía en una zanja. Francisco volvía y me ayudaba a salir. Y así.
En un momento tuvimos que correr por fuerza bruta un árbol que había caído sobre el camino. 15 minutos de sudor y tirones, y pudimos pasar.
Volviendo por el camino que va del pueblo de Laguna Verde, en la playa, hacia la Ruta 68, pasó algo inesperado. Era un tramo muy sinuoso, angosto, en subida, pegado a la ladera del cerro, y de tierra. Francisco iba delante mio, y en una curva a la izquierda, en subida, con el cerro a nuestra izquierda, se encontró de frente con un auto que salía de la sombra. El auto frenó, incluso alcanzó a tocar la bocina, y Francisco lo impactó de frente. Se comprimió la suspensión delantera de la AX-1, y mientras la rueda delantera iba hacia atrás por el rebote con el parachoques del auto, la rueda trasera se elevaba. Esto catapultó a Francisco hacia arriba y hacia la derecha, y cayó la lado de la moto. El conductor paró, se bajó. No decíamos nada. No había sido nada serio, pero tampoco una trivialidad. El conductor le tomó la mano a Francisco y se mantuvo así, sin decir nada.
El saldo fue un pedalín de freno doblado, pedalín de pasajero quebrado (creo), y un corte entre el pulgar y el índice que nadie sabe cómo se lo hizo. Al cabo de un rato, partimos rumbo a Placilla nuevamente, y nos separamos.
Yo seguí mi camino hacia Viña. Habían ciertas cosas que tenía que hacer, y el resto del día fue grato.
Había un halo alrededor de la luna, y la estela de un avión fue llevado lentamente de un lado a otro, tan rápidamente que en los 15 segudos de exposición de la foto, el trazo se ve borroso.
Sol radiante, brisa fresca. Llegué bastante temprano, porque en la tarde tenía cosas que hacer.
Al rato de andar entre pinos y su sombra perfumada, llegamos a un claro, y al lado, un camino empinado. "Y Francisco? Te la puedes?" le dije casi en broma. Lo miró unos segundos y asintió.
Va sin decir que llegó hasta arriba, se dio la vuelta, y bajó.
Glup. Era hora de ver si yo podía. Tenía varios kilos atrás, en la parrilla. Me fue difícil mantener una línea recta: parecía como si las pequeñas zanjas dejadas por la temporada de lluvias atrajeran mi rueda delantera.
La primera vez que lo intenté, perdí el equilibrio hacia la izquierda (creo). Con sudor y la ayuda de Francisco, dimos vuelta la moto y bajé, para intentar nuevamente.
La segunda vez me fui hacia la izquierda, contra una rama de pino grande que sobresalía de entre unos arbustos, y me dio de lleno en el pecho, como si fuera una justa medieval, Laguna Verde versus Santiago. Ganó Laguna Verde.
Mi chaqueta de cuero cumplió su rol, y el grueso forro de vaca evitó incluso un moretón. Lo primero es cortar el paso del combustible, porque si no, el combustible sale y sale por el despiche.
Va sin decir que me retiré deshonrado por una rama de pino.
Seguimos, seguimos; siguiente parada: la torre de observación de CONAF (al parecer).
Grande, alta, se mecía un poco en el viento. Algunos tablones de la precaria escalera estaban rotos, otros seguramente se romperían en un par de años más.
Bajamos, y fuimos nuevamente al Morro de Quintay, al igual que la vez pasada. Ese punto a la derecha es Francisco. La foto la tomé desde un grupo de árboles, los cuales parecían aferrarse al morro para no ser arrancados de raíz por el viento que aullaba constantemente.
Viento, viento. Aún lejos de los árboles, el silbido y aullido del viento entre sus ramas se escuchaba por sobre el ruido del viento en nuestras orejas.
Viento, sol tibio, aire frío.
Y seguimos. Durante la temporada de lluvias los caminos sufrieron --como es normal aquí-- enorme erosión. Y esas zanjas atraían mi rueda delantera como imanes. En este caso, se me fue la trasera, hasta la catalina.
La rutina era: Francisco pasaba sin problemas. Yo, lentamente, caía en una zanja. Francisco volvía y me ayudaba a salir. Y así.
En un momento tuvimos que correr por fuerza bruta un árbol que había caído sobre el camino. 15 minutos de sudor y tirones, y pudimos pasar.
Volviendo por el camino que va del pueblo de Laguna Verde, en la playa, hacia la Ruta 68, pasó algo inesperado. Era un tramo muy sinuoso, angosto, en subida, pegado a la ladera del cerro, y de tierra. Francisco iba delante mio, y en una curva a la izquierda, en subida, con el cerro a nuestra izquierda, se encontró de frente con un auto que salía de la sombra. El auto frenó, incluso alcanzó a tocar la bocina, y Francisco lo impactó de frente. Se comprimió la suspensión delantera de la AX-1, y mientras la rueda delantera iba hacia atrás por el rebote con el parachoques del auto, la rueda trasera se elevaba. Esto catapultó a Francisco hacia arriba y hacia la derecha, y cayó la lado de la moto. El conductor paró, se bajó. No decíamos nada. No había sido nada serio, pero tampoco una trivialidad. El conductor le tomó la mano a Francisco y se mantuvo así, sin decir nada.
El saldo fue un pedalín de freno doblado, pedalín de pasajero quebrado (creo), y un corte entre el pulgar y el índice que nadie sabe cómo se lo hizo. Al cabo de un rato, partimos rumbo a Placilla nuevamente, y nos separamos.
Yo seguí mi camino hacia Viña. Habían ciertas cosas que tenía que hacer, y el resto del día fue grato.
Había un halo alrededor de la luna, y la estela de un avión fue llevado lentamente de un lado a otro, tan rápidamente que en los 15 segudos de exposición de la foto, el trazo se ve borroso.
5 Comments:
Nuevamente, muy buenas fotos..
Que bueno que no tuvieros un accidente mas grave..
saludos!
MT-21 estan pidiendo por ahi.hahahaha
Asi se pierde el miedo.
Tschüss
KH
Notable el detalle de como aparece Escorpion al lado de la luna...
JSD
Muy entretenida experiencia...pero al parecer lo más entretenido para ti llegó con el ocaso, la exquisita compañia femenina.Picaron el hombre, un auténtico aventurero.
saludos!
Renato
Renato, a buen entendedor, pocas palabras, por favor! :-P
d.
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