Thursday, March 15, 2007

Carretera Austral Parte 8: Villa O'Higgins y la Fiesta Costumbrista

Días 14-15: Villa O'Higgins, Fiesta Costumbrista, Bahía Bahamóndez

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Me desperté agradablemente tarde, y desayuné en la cocina. Ahí di con la sorpresa de que la chica que se estaba quedando en la otra habitación conocía a un amigo de hace tiempo, a un tal Fiji. Mundo chico!

En la biblioteca pública había internet gratis. Fue necesario registrarme como usuario de la red de usuarios de internet de las bibliotecas públicas de chile o algo similar. La idea era ofrecer un interfaz integrado, a base de botones, sin posibilidad de confusión o distracción. Nada mal.

Sobre las montañas alrededor del Villa O'Higgins, nubes dispersas, pero sobre el valle, sol! Di unas vueltas por el pueblo, mirando las calles ordenadas, las casas separadas, imaginándome este lugar en invierno. La plaza incluso tiene tramos de sus caminos peatonales bajo techo.



Del sitio de vialidad.cl, una vista de Villa O'Higgins desde el aire:



Antes de la llegada del camino, el abastecimiento se hacía desde Argentina, supongo que por vía del lago binacional O'Higgins/San Martín, y la gente llegaba por vía aérea, al aeródromo.

Caminé hacia la Fiesta Costumbrista.



Música, brisa, gente caminando por aquí y por allá. Al otro lado del camino, los caballos y potros.



Al son del chamamé, los gauchos chilenos participaban de las competencias.

El primero en montar, según recuerdo, fue un tal Claudio Guzmán, bastante joven. Se mantuvo bien, pero cayó del caballo de espaldas. Lo fueron a ver, se paró, mano en la espalda, y preocupantemente a los dos metros se acostó de nuevo. Un minuto más tarde, luego de haber tenido un círculo de gauchos y otra gente a su alrededor, se paró de nuevo, y hasta le dio para agitar la fusta en el aire. Todo un macho.



Y los competidores se sucedían uno tras otro, con pausas entre medio. Los anunciaban de VIlla O'Higgins, los anunciaban de Caleta Tortel, los anunciaban de Coyhaique. Pasé un buen tiempo en las graderías, entre familias y visitantes.



Cada competidor montaba un caballo distinto. Lo traían al trote del otro lado del camino, guiado por dos caballos con jinetes. Con cuidado, era amarrado al poste, y con más cuidado aún, se le cubrían los ojos. Posteriormente se procedía a colocarle la montura especial.



Y cuando el juez daba el visto bueno, se largaba. Eran unos diez segundos, quizás menos, y luego sonaba la campana. Acudía otro jinete a bajarlo del caballo, a veces con éxito, a veces con dificultades.





Al fondo, el Glaciar Mosco.



Hubo un caballo que, al colocarle la venda en los ojos, decidió que todo era demasiado para él en esta vida y se tiró al suelo, permaneciendo inmóvil, casi paralizado. Unas buenas patadas lo levantaron.



Pasé a los puestos de artesanía y comidas, conversé con la pareja del camper, comí sopaipillas infladas a 100 pesos cada una, deliciosas, probé el peor mote con huesillos que he tomado en mi vida (el mote lo hirvieron en agua sola, y el jugo de los huesillos no bastó para darle sabor), conversé con el creador de unos llaveros de cuerno inscritos con el nombre del pueblo. Resultó ser su hija la que estaba dando vueltas en bici, luciéndose como verdadera biker.



Miré un rato este juego:



Fui a donde estaban asando una vaca entera desde la noche anterior.



Todavía no estaba lista. Decidí volver a buscar la moto, para ir a Bahamóndez.



Y eso hice. Eran apenas 8 km, pero los hice lentamente, para conservar combustible.



Y llegué! El punto más sureño del Camino Longitudinal Austral, a pesar de que éste oficialmente termina en Puerto Yungay.



Con esta barcaza se transportan los animales desde distintas partes de la orilla del lago.



Siguiendo una huella chica, se llega a la central hidroeléctrica, una pequeña turbina.



Aunque no se ve Villa O'Higgins, se ve el Cerro Santiago, un cerro a sus espaldas, donde se puede pasear.





Volví a la fiesta, esta vez con la moto. La estacioné, y al corto rato conocí a un inglés residente en canadá, viajando en una KTM Adventure gris, además de una alemana y dos belgas, todos extremandamente simpáticos. Ni bien me senté, el viejito a cargo del asado me ofreció un gran pedazo de carne. "Tóme, sírvase, por favor". No, lo siento, no tengo dinero, le dije. "No, por favor, sírvase". Soy bien particular en cuanto a cómo me gusta la carne, y estaba preocupado de tener que masticar con cara feliz pero suprimiendo arcadas.

Todo lo contrario: era el mejor pedazo de carne asada que he probado en mucho, mucho tiempo. Y ahí, sentado en un tronco, las sombras largas de la tarde, conversando en inglés, castellano y francés, comiendo con mi cortapluma y la mano, sin plato, estaba feliz.

Al rato llegó un borrachín. Todo comenzó porque quería sacarnos una foto con la vaca asada. Estaba tan ebrio que no lograba sacar la foto. Fui a ayudarle, y resultó que 1) Tenía el autofoco en modo macro y 2) Las pilas estaban demasiado descargadas.



Posteriormente procedió a dar jugo con la alemana. Uno de los belgas, un tipo que viajaba por todo el mundo como coordinador de viajes (con un parecido a Don Jano) era un carbonero de primera. "Pero dile lo que piensas de ella", le decía al borrachín. "Eresh... eresh la másh lingda del–" con lo que me mira a mi y me dice: "Ayyyy pero qué le digo! No puedo creerlo, es una diosa!", y luego, a ella: "Eresh...". Esto se repitió un par de veces.



"Pero dale un beso!" le grita el belga, carbonero full time.



Otro salud, otro vino para el amigo. Su cara cambió repentinamente; fue al poste a apoyarse, pensamos que iba a invocar a Guajardo ahí mismo. Pero no, no lo hizo. En vez de eso, se bajó el cierre, y comenzó a orinar erráticamente, salpicando por aquí y por allá.

"Amigos, amigos", dije, invocando a una conferencia cerrada. "La situación es crítica. Nuestro amigo el borrachín gusta mucho de dar la mano y abrazarnos. Tales cosas de ahora en adelante están prohibidas!", señalando discretamente su torpe acto de micturición.

El amigo volvió, con cariño renovado, pero se dio algo parecido a un juego de la pinta entre adultos, todo escapándose del pobre hombre. Con esto, se entristeció, y vino su amigo, levemente menos intoxicado que él, a llevárselo. Se fueron, uno jalando al otro del brazo, el otro arrancando su brazo de la prisión del otro.



En la noche hubo fiesta! Fiesta en el gimnasio municipal. Fui un rato, miré cómo un viejo y su aprendiz de unos 12 años tocaban unas canciones de chamamé, vi como bailaban los jóvenes con las chiquillas, los maridos con sus mujeres. En las paredes del gimnasio habían murales de unos 3 m de ancho cada uno, hechos en estilo grafiti hip hop (perdonen la ignorancia, pero usando letras indescifrables y personajes lúdicos, infantilizados, y generalmente fumándose un caño), en homenaje a varias instituciones, entre ellas Carabineros de Chile. Hubieran visto la representación del Carabinero en XR que tenían, ya me imagino la cara del oficial invitado a la inauguración de los murales...

Al día siguiente tendría un largo día, así que volví pronto a la casa.

Siguiente Capítulo: Caleta Tortel y el regreso a Coyhaique

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2 Comments:

Blogger mzorotovic said...

puta el gringo este... ¿que fue eso de "mirando este juego"? Se llama Rayuela (o tejo), aunque muchos santiaguinos ignorantes crean que la rayuela es lo mismo que el luche.
Es uno de los juegos criopllos chilenos, clásico pa los 18's de septiembre (hasta en el Jumbo lo puedes jugar pa esas fechas)

3:54 PM  
Anonymous Anonymous said...

mmmm la verdad en estos lares se le denomina TEBA, se juega con el hueso de larodilla del vacuno, con una punta metalica quemarca la caiad y el punto, las reglas son diferentes al rejo, y se pauesta plata al tiro, malo bueno, o al jugador..
es similar.

12:09 PM  

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