Saturday, January 21, 2006

Vuelta a Santiago en un Atardecer

Quedaban 20 minutos de sol y tenía que salir de mi casa. Durante años la única respuesta posible a estos impulsos era tomar la bicicleta, y tratar de llegar a algún lugar interesante.

Ahora, las cosas han cambiado. En veinte minutos podía llegar --jadeando-- al cerro que se encuentra detrás del Cerro Calán, todavía sin demasiadas casas construidas en el loteo, y quedarme a mirar la puesta de sol, o lo que quedaba de ella.

Ahora esos mismos veinte minutos me permiten cruzar Santiago, persiguiendo la bola anaranjada de un sol de verano.

Y eso hice. Me puse pantalones, me vestí para la moto, y partí. Bajé por Av. Kennedy, que en esta época te coloca justo con el sol en los ojos. Para cuando llegué a Américo Vespucio, el sol ya se había escondido tras el cerro San Cristóbal. Tomé Vespucio, luego la bajada la Pirámide. Sin darme cuenta, me había embarcado en un circuito que nunca antes había realizado.

Pasé la Norte-Sur, ahora llamada Autopista Central, y pensé en ese enorme y plano valle central de Quilicura, Chicureo: hoy no pasaría por ahí. Ya hace unos días me detuve en un camino al borde de enormes terrenos vacíos a ver las siluetas de los aviones aterrizar en Pudahuel. Hoy no. Hoy seguiría de largo.

Pasé la salida a la playa, al aeropuerto, miré sobre los campos verdes al lugar desde donde partiré en un par de semanas a que se me caigan los huevos del frío, montado en una salchicha de aluminio y plástico.

Pasé la salida a la (República Independiente de) Maipú, y seguí, seguí, el sol puesto ya, el cielo lila, púrpura, lentamente girando a medida que cerraba el circuito.

Otra vez la Ruta 5, esta vez la 5 Sur. Se anuncia Av. Grecia a 22 km, se anuncia Av. Grecia a 17 km. Las montañas, más cercanas ahora, oscuras, territorio familiar. Ahora el brillo del post-atardecer está a mi izquierda, voy en la recta final, el último tramo de autopista de 100 km/h antes de entrar al tramo urbano de Américo Vespucio.

Un semáforo, el primer semáforo que veo desde que salí por Av Kennedy. Ya casi a oscuras, el recuerdo de los olores increíbles en cada punto horario de mi circuito.

Con lo que se podría llamar el último resplandor después del atardecer, tomé Av. Kennedy de nuevo, y volví a casa.

Le había dado la vuelta completa a Santiago.

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Wednesday, January 18, 2006

Motos de Buenos Aires

Cada metrópolis imbuye al visitante de una sensación característica. Personalmente me declaro fanático en extremo de la sensación que me produce Buenos Aires.

En este corto artículo mostraré uno de los millones de elementos que contribuyen al espíritu de Buenos Aires: sus motos.

Para un habitué de la dócil ciudad de Santiago del Orto, recién iniciado en el mundo de las motos, la llegada a Buenos Aires, desde un punto de vista netamente motoquero, ha de ser seguramente un shock. De partida el ambiente de "todos somos niños buenos que usamos nuestro casco" desaparece abruptamente. Los porteños parecen tener una preocupación desmesurada por la integridad física de sus codos, en desmedro de la de sus cabezas, por portar el casco casi exclusivamente colgado del codo izquierdo al andar en moto por las calles de la ciudad.

Aquellos que deciden dejar la salud de sus coyunturas al azar, portan el casco a modo de sombrero, presumiblemente aprovechando su forma para canalizar aire a su acalorada cabeza.

Las motos en sí también son distintas, no sólo en cuanto al modelo, ya que es normal esperar que hayan modelos distintos en distintos países, sino también en cuanto a los efectos que tiene el paso del tiempo sobre aquellos vehículos. Aquí en Chile las motos pasan relativamente directamente de nuevas en buena condición, a viejas en mala condición, (a menos que estén cuidadas), y posteriormente entran a la categoría más baja de todas: el water con ruedas.

En la Argentina, en cabio, una moto puede sufrir un sinnúmero de transformaciones bastardas, aprovechando de la manera más directa posible la disponibilidad (o ausencia) de cualquier repuesto. Es así como se producen monstruos como algunos que vi en mi visita en diciembre: una moto de cilindrada chica con un foco de un indicador de viraje, centrado a modo de foco principal (sin mica de color), o alguna variante decrépita de la CG100 (moto netamente citadina) con el foco y montura plástica de una XL200 (moto estilo enduro/off-road).

El resto de las curiosidades se pueden apreciar en las fotos que siguen.



Posiblemente la moto en mejor estado y más cuidada que vi en mi estadía. Además, la más linda.

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Nunca había visto una moto así antes.


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La familiar Virago.

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Las motos de la PFA

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Mi moto! Bueno, no tanto. Esta tiene freno de tambor delantero, y se llama "NXR 125 Bros". Feo el nombre, si me preguntan. Aparte del foco y el freno delantero, pareciera ser casi idéntico a una XR 125 L.


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... Y la pata de partida. La XR 125 L tiene partida eléctrica.


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Ah, y la parrilla. La XR 125 L tiene una parrilla mucho más generosa (y útil).


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Montado en el cuerpo de la moto, delante del estanque, está lo que pareciera ser un regulador de voltaje. En la XR 125 L hay un objeto similar debajo del monoamortiguador trasero.


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Lo mejor para el final: una XLR con el asiento tapizado con fieltro rojo.


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Sunday, January 08, 2006

Paseo a Talca con el Grupo Adach

La noche antes de partir a Talca me daba vueltas y vueltas en la cama. Un resfriado mal coordinado amenazaba con convertir el viaje con el grupo de la Adach en una tortura afiebrada. Lo que más me preocupaba era dormir lo suficiente para no estar cansado, pero cuando se tiene urgencia por dormir es cuando menos se puede. Me di por vencido a las 6:30 AM y me levanté.

ClauZ y Ritokera nos habían invitado a pasar una noche cerca de Talca, en un camping. No sería la primera salida del grupo Adach, pero sí sería quizás la más larga y eso tenía a algunos sobre el filo de ir o no ir. Unos días antes, en la casa de Don Jano, nos habíamos juntado para discutir sobre el paseo. Personalmente temía que la desorganización en la ruta fuera nuestra perdición. Jare me sorprendió proponiendo un itinerario detallado y riguroso para el viaje, y principalmente en base a eso, y la seriedad con que los otros del grupo estaban tratando el tema, decidí ir.



FireBat en la Shell del Cerro Chena.


El punto de reunión fue la Shell del cerro Chena, en San Bernardo, a las 8:00 AM un Sábado. Cuando llegué, ya estaban muchos. Noté la poca cantidad de carpas, lo que me hizo pensar en la mía, con un sentimiento de dulce seguridad: esa noche, por lo menos, dormiría bien, con o sin resfriado. Fue entonces que me di cuenta que se me había quedado el saco de dormir. Pausé mis blasfemias para saludar a Brisa, y me dirigí a la tienda a sacar dinero y comprar algo para tomar. El cajero rechazó mi tarjeta, y luego me indicó que ésta estaba defectuosa. Perfecto: tenía un monto total de 0 pesos en mis bolsillos. Volví hacia donde estaba el grupo, imaginando una fría noche, temblando en mi carpa, sin siquiera haber podido comprar papel higénico para sonarme la nariz... Por suerte FuturoAs accedió a darme un pequeño préstamo (el que fue devuelto en la próxima parada, ya que mi tarjeta resultó no tener problema alguno) y emprendimos la marcha.




Carpa? Sí. Saco de dormir? No.



FireBat, Pato Wein y Pau, Yeres, Jarrano.


Habíamos determinado andar en formación zig zag, con las motos más potentes al final, y las dos más chicas a la cabeza. Logicamente ésta consistiría de Slippery, con su feroz bestia de 80 cc, luego Don Jano, con su fiel Passion de 100 cc, y después Pato Wein y Pau, yo, y todos los demás (fuera de orden, Yeres, Jarrano, Octanito, FireBat, Ben Kenobi, Jare, Dusan, FuturoAs y Brisa, El Rebelde y Andrea).


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Octanito: Disfrutando de un café y facturas, el muy biker. Luego, uno de los breves momentos
del viaje en el que no le estaba pasando nada. (Octanito - Video/MPEG)




En una de las paradas. FuturoAs: Que linda tu moto. Y que lindo tu casco!! A ver??



Por esta vez, no pasaremos, aunque suena acogedor.



En la ruta.


El andar así funcionó un rato, a 75 km/h, que realmente se sentía como estar parados. Un tiempo después, Slippery aumentó su velocidad levemente, llevándose a algunos que quisieron ir con él, y dejando atrás a Jano y sus seguidores. La velocidad crucero fue un punto controversial durante todo el paseo, y la columna terminó por romperse en grupos chicos.


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Pato Wein y Pau desde la moto de Octanito. (Octanito - Video/MPEG)


En una de las escapadas que hice, para romper la monotonía, me topé con FuturoAs, quienes habían parado para tomarse un Mote con Huesillos. Accedí, en eso llegó Octanito en su Kawa. Noté que el neumático delantero estaba bajo, y efectivamente, estaba pinchado. Pato Wein, quien había llegado recién, ofreció una enorme lata de spray para pinchazos. Al parecer fue un trozo de vidrio, ya que sólo encontramos un corte pequeño y no un clavo. El spray funcionó muy bien, y mientras Octanito daba vueltas y vueltas en el estacionamiento para afirmar la reparación, nosotros nos alistamos para seguir nuestro camino.

Al pasar por el peaje de Rancagua alcancé a ver una Suzuki negra que partió apenas me vio. Ese debía ser DKid, adelantándose para darle aviso al resto del grupo que los atrasados llegaríamos pronto.



El desvío al camping.




Desde el punto de vista de Ritokera y Clauz: Jare, Don Jano, Yeres, Ben Kenobi.



Por el otro lado.



El desvío al camping. Apenas el grupo de rezagados llegó, partimos.


Efectivamente, a unos Km de Talca, en la salida que llevaba al camping, nos esperaban todos. Tomamos el camino, siguiendo a ClauZ, pero Slippery se adelantó nuevamente. Asumí que conocía el camino, así que decidí seguirlo. Además, era el primer tramo de camino de tierra que me tocaba, y quería jugar un poco. Ben, Pato Wein y yo paramos en el puente sobre el río, y esperamos al resto. Slippery no estaba disponible para comentarios por haber bajado hasta el río mismo. Luego de esperar varios minutos, decidimos volver, y ahí estaba Jano, esperando pacientemente en la entrada de un camino poco visible.

Finalmente, después de unos 250 Km de viaje, llegamos al camping. Era un área grande, plano, con árboles y el río a pocos metros, al otro lado de una ribera rocosa. Llegó Raps y Anita, Andresius y Gise y rápidamente se armó un asado, comimos choripanes y carne, nos tiramos a la piscina (algunos; otros me cuentan que interactuaron con la piscina de manera un poco más... concreta) y disfrutamos de la buena vida.



Espacios amplios, y sombra para los hombres, mujeres y las niñas.



Llegaron Raps, Anita y los chicos.



Luego de andar en carretera, con calor, al sol, nada mejor que bañarse en la piscina. El único detalle: no haber traido traje de baño.



Un verdadero biker no se quita las botas nunca.



Jare decide espontáneamente comenzar a bailar.



"Jano: A ver quién es más biker po Robert, ah? A ver quién quita la mano primero!
Robert: ...
Jano: Ay!"



Este calendario será publicado para reunir dinero con la noble causa "Bring Octanito Back from Talca!"


Llegó el momento de armar las carpas, y FuturoAs decidió estrenar la que había canjeado por puntos Jumbo antes de salir de Santiago. "Nunca la he armado, esperemos que no falte ninguna pieza." 5 minutos después, quedó claro que el problema no era la falta de piezas, sino las dimensiones de la carpa: era de 120 x 140 cm. Lo surreal fue ver a FuturoAs probándola, a ver si cabía de cuerpo entero. Creo haber visto bolsas para cadáveres más holgadas.



FuturoAs descubre que la carpa no es todo lo que había pensado que era.


Luego del almuerzo, y de algunas siestas, Ben, FireBat y yo decidimos pasear un poco. Elegimos unos caminos de tierra bastante buenos, hermosas vistas. Fue algo así como un tour evangélico, representando a los tres estilos de motos para la erudición e iluminación de las vacas. Mu.



El río, unos 100m río abajo del camping.



Dicen por ahí que lo más lindo de Chile se encuentra siempre al final de un camino de tierra.



Los Embajadores.



Un canal.



Música, humo de asados, nos propusimos hacer de paracaidistas, pero les perdimos la huella.


Pasamos a un mirador que hay, con vista a Talca. Ahí conversamos sobre la vida y temas de importancia suprema.



Talca desde el mirador.


Bajamos, y decidimos parar a comer algo. Nos detuvimos frente a un puesto de completos, pero lo único que nos antojó fue un elemento visual, no la comida. En vez de comer ahí, cruzamos la calle y nos sentamos en la fuente de soda que había directamente en frente. FireBat pidió un sandwich gigante, Ben uno más chico (con agua mineral, el muy biker) y yo, un sandwich que no venía nunca.


Posteriormente salimos a la plaza, y esperamos al resto. Llegaron, conversamos un rato, nos contaron que Jare estaba ya camino a Santiago, y que Slippery había tenido una caída. Partimos a la plaza de Armas, haciendo tiempo antes de ir a la Kamikaze, y luego nos encaminamos.



La plaza, de noche.



Título profesional: M. B.



La plaza de noche.


Era ya de noche, y no había mucho tráfico. Avanzamos en formación compacta, para no dejar a nadie atrás. La calle se abrió sobre una plaza larga central, con poca iluminación. El lado izquierdo de la plaza, según nuestro sentido de marcha, estaba delimitado por la vía del sentido contrario, y el lado derecho, por la calle por donde circulábamos. Al comienzo de la cuadra, a nuestra derecha, una estación de servicio Esso.

Yo iba a la mitad de la columna, al lado derecho. Nuestra velocidad no superaba los 50 km/h. Pasamos un paradero, con una familia con niños, y nos saludaron. En eso veo que Jano, la cabeza de la columna, comienza a coletear, y se va al suelo. Inmediatamente después, todos comenzamos a hacer lo mismo, y delante mío cayeron un par de motos. Mi rueda trasera comenzó a oscilar de lado a lado también, pero fue sólo cuando bajé los pies para estabilizarme que pude entender lo que estaba sucediendo: aceite.

La mancha de aceite se extendía desde la estación de servicio en la esquina, hasta la otra esquina, y abarcaba una pista completa. Estaba distribuida de manera completamente uniforme y bien grueso. Algún vehículo había perdido todo su aceite de un viaje.



La primera mitad de la cuadra. La mancha más oscura al centro de la calle es el aceite nuevo de Octanito.



La segunda mitad de la calle. Todos se estacionaron donde está mi moto.


Bajé de mi moto, para ayudar a los caídos, cuando veo que detrás de nosotros vienen más motos. Era Octanito y los demás adelantados quienes, alertados por Ritokera (quien iba sobre la moto de Jarrano) que algunos se habían caído, decidieron dar la vuelta a la plaza y volver. Cuando los vi les hice señas para que no usaran esta pista, pero fue demasiado tarde. La Kawa de Octanito dio dos oscilaciones lentas pero de gran amplitud de la rueda trasera, y se fue al suelo, girando sobre la tapa lateral del carter. Ben Kenobi posteriormente señaló la similitud con un accidente de la MotoGP, y concuerdo. Jarrano logró controlar la moto. Caminé y resbalé hacia donde estaba Octanito, quien ya estaba de pie, levantando su moto con ayuda. Yo estaba al lado derecho de la moto, pero por la pendiente de la calle, vi un río grueso de aceite negro corriendo por debajo de la quilla, hacia la cuneta: había roto el carter, dejando todo su aceite mezclado con el de la calle. La noche sería larga.



Desilusión.


Con su moto vertical, y encaminado hacia la vereda, vi que los autos seguían avanzando por el otro carril, mirando el espectáculo. Sólo requeriría un vehículo que tomara el carril izquierdo para atropellarnos a todos. Avancé hacia la esquina, y con mi casco, único objeto con cinta reflectante que tenía, comencé a indicarle al tráfico que tomara la pista izquierda. Un casco pesa, y al corto rato pensé que se me iba a caer el brazo. Los de la estación de servicio dijeron no tener arena para absorber el aceite (los baldes para incendios probablemente no habrían bastado). Se quedaron mirando. Al corto tiempo pasó una radiopatrulla (camioneta) por azar, expliqué la situación, y siguieron. Se detuvieron a media calzada, bajaron la ventanilla, escucharon la situación del grupo, y partieron con dificultad, las ruedas patinando.

Seguí señalizando al tráfico, y logré notar que ya habían logrado sacar todas las motos de la calle. No sabía en qué condición estaban todos, pero tampoco me podía mover de ahí. 15 minutos después llegó otra patrulla, con tres carabineros. Les expliqué nuevamente la situación. Hablaron calmadamente por radio, y se bajaron dos. Un tercero siguió en el asiento del conductor. Caminaron lentamente, tomando su tiempo, mirando el aceite. Llegaron a donde estaban los demás, y por un momento dejé de desviar el tráfico a la pista de la izquierda, asumiendo que la presencia de dos Carabineros en la vía era suficiente como para que no se metiera nadie a esa pista. En ese mismo instante entró una camioneta blanca a la pista derecha, y comenzó a patinar en diagonal hacia los Carabineros. Volvieron caminando lentamente, y sólo entonces, pidieron las barreras de la estación de servicio para cortar la calle. Hasta donde me sirve la memoria, el tercer Carabinero nunca hizo nada, pero puede que se haya bajado en algún momento, luego de que volvieran los otros dos.

Clauz llamó a un mecánico, que milagrosamente estaba abierto, y a sólo una cuadra o dos de ahí. Fui el último en partir. La familia del paradero me explicó que estaban avisando a la gente para que no pase por el aceite, pero me pregunto cómo se logra esto sentados en un paradero de micro, inmóviles, haciendo "uuuu" y "aaaaa" y "shuuuuta".

El taller de motos se encontraba abierto, y al lado de un "Night Club", el cual en su entrada angosta ostentaba, de manera alternada, a una señora negra bien dotada, y al supuesto manager, un viejo decrépito de unos 65 años, que no paraba de tocar y hacer ruidos asquerosos con su nariz y hablar por celular.




El daño al carter, visto desde abajo.



El soporte del pedal de cambios, roto. Esa curva sobre la cadena no debería estar ahí, es la fractura del metal.



Afuera del mecánico.


Octanito dejó su moto, Robert69 compró un casco nuevo a 10000 pesos para reemplazar el que tenía (el cambio no tuvo relación con las caídas) y todos comparamos historias de lo sucedido.

Un rato después todos partimos a la Kamikaze, pero dado mi resfriado, sólo estuve 5 minutos adentro. Volví solo al camping, y me encontré con Pato Wein y Pau, y Slippery. Conversamos un rato, y me fui a dormir.

En algún punto de la noche, mis pantalones térmicos y mi polerón de polar me defraudaron, así que me amarré un chaleco reflectante en cada pie, me puse mi chaqueta de cuero y la jatta que uso al andar para sellar mi cuello contra el viento cuando hace frío.

Cuando llegaron los demás de la Kamikaze, como a las 4:00 AM, al parecer Jano salió en búsqueda de mi carpa, y (según me cuentan) ronroneaba fracesitas diseñadas para hacerme caer y permitirle dormir en mi carpa. "Joven Durandaaaaaal... Joven Durandaaaaal..." arrullaba dulcemente, tanteando la tela. "Estás despierto?". Al día siguiente me contó que, como yo estaba dormido, desistió y durmió bajo las estrellas, en su saco de dormir. Cuando le dio frio en la cabeza, y los mosquitos comenzaron a molestarlo, se puso el casco y durmió así. Ese sí que es un hombre astuto.

Ben Kenobi y algunos otros durmieron en la especie de cabaña que había, al parecer envueltos en las cortinas. Bikers, absolutamente. FuturoAs y Brisa durmieron en su carpa minúscula con los pies al aire, y yo amanecí con las costuras de mi chaqueta de cuero estampadas en la piel.



A la mañana siguiente! Jano tomando distancia prudente de Octanito, por si le pasaba algo más (ataque de oso, piano caído desde el cielo, quién sabe).



"Bundas".



De a uno, despertando.



"Bundas".



DKid y Dusan.



Octanito, riéndose porque en los últimos 20 segundos no le ha pasado nada.



Yeres.



Lentes de sol: muy necesarios.



Jeans: 20,000. Bototos: 35,000. Gorro: 4,000. Pruebas visuales de que te arrastraste de culo sobre una calle cubierta de aceite: no tiene precio.



Ben: "Bundas". Jarrano: "???". Jano: "Y la tomé y le... perdón.". FireBat: "!!!". Octanito: "Sigo vivo!! :-) ".



Jano: "Hasta aquí po compadre, hasta aquí!".


Estuvimos un buen rato disfrutando de la vida tranquila, y luego levantamos el campamento.

El camino hacia Santiago no estuvo libre de incidentes tampoco. Le pasé mi moto a Jano, para que Ben usara la Passion, y yo la NC30. Así Jano podría disfrutar de un poco más de velocidad (porque los 60 Km/h que llevó durante un tramo al salir de Talca no pueden ser buenos para la salud mental o la integridad física, en una carretera de 120 Km/h) y partimos. Ben le sacó una buena velocidad a la Passion, Jano, bueno, siguió a unos relajados 80 km/h y yo me di algunos gratos momentos.

Luego de andar lado a lado con Dkid un rato, noté que el indicador de temperatura estaba al rojo. Recordé que Ben había mencionado que una de las consecuencias de los problemas eléctricos que había tenido su moto recientemente (arreglados antes de partir) era justamente una alteración del voltaje que salía del rectificador. Esto producía, a su juicio, una referencia de voltaje errada al momento de indicar la temperatura, y consecuentemente parecía que el motor estuviera sobrecalentándose. Esperé a que pasara Jano, que conoce la NC30 mejor que yo, y me dijo que era normal, pero que anduviera en sexta un rato para que se enfriara el motor. No bajó mucho al hacer esto, así que alcancé a Ben (que nos había sacado una ventaja enorme en la Passion) y paramos, junto con Yeres. Atribuyó la supuesta alta temperatura a un error en el sistema eléctrico del indicador (porque a esa temperatura el ventilador del radiador estaría encendido ya) y decidió revisar la tapa del radiador. Una movida de la muñeca en la dirección equivocada, y saltó un geyser de agua hirviente sobre mi brazo y pecho, y sobre la mano de Ben. Por suerte llevábamos todo el equipo puesto todavía, y nunca sentí nada (aunque mi chaqueta quedó muy resbaladisa). Ben se llevó la peor parte, aunque no fue serio: su mano se quemó levemente a través del guante. Yeres fue a buscar agua a una casa al costado del camino, rellenamos el radiador, y Ben partió con un guante mojado, para enfriar su mano con la evaporación del agua.



Jarrano.


DKid.



Jarrano y Dkid.



Janito se prepara para el photo-shoot.



El Rebelde y Andrea (todos juntos: "que liiiiindos").



Pato Wein y Pau luciendo la moda del trasero aceitoso.









El resto de la vuelta transcurrió sin ningún incidente, y pronto estuvimos reunidos todos en el peaje de Rancagua. Tomamos las últimas fotos y nos encaminamos a Santiago, pensando ya en el próximo paseo del Grupo de la Adach.

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