Sunday, July 30, 2006

Barro y Pinos

El matrimonio de anoche estuvo bueno, salvo algunos de mis ex-compañeros de colegio, cretinos full-time, for export, que se dedicaron a armar barullo, y tuvo que venir el padre de la novia a calmarlos. Lamentablemente el catalizador fui yo mismo; mi mera presencia hace que algunos de ellos comiencen a gritar mi nombre, gritar también los sobrenombres pestilentes que me inventaron hace ya tantos años, darme palmotazos en la espalda, meter su cara en mi cara y cuando la música está fuerte, como anoche, meter también su enorme nariz en mi canal auditivo (juro que esto no lo estoy inventando, para mi gran pesar). Pero bueno, no nos detengamos en las peripecias de los que siempre sobran.

Los chicos de la Adach hoy domingo se iban hacia Viña y Valparaíso, pero la verdad yo no tenía ganas de asfalto y empanadas. Ayer, antes del matrimonio, viajé 2 horas en la moto para llegar a Requinoa, al asado-despedida de Juan Ignacio, estuve apenas hora y media, y luego dos horas para volver a Santiago. Su honorable madre preparó unas masas árabes con carne picada que superaron con creces cualquier vil empanada chilena, y los 240 km de asfalto a 100 km/h me dejaron saturado.

Puse el despertador para las 11:00 AM, y si no fuera por las peticiones insistentes de mi perra por entrar a mi cuarto, me habría quedado dormido de nuevo. Ben Kenobi andaba con el grupo, en la estación de servicio con el resto de los motoqueros. Lo llamé, y le propuse probar su juguete nuevo, un GPS Garmin con pantalla a color y todo, en Laguna Verde. Quedamos en juntarnos más adelante.

Partí sin saber cómo volvería a Laguna Verde, porque la vez pasada, Francisco fue mi guía, y dimos con los caminos internos de la zona de una manera compleja.

La ida, con frío, pero sol. Primer túnel, un poco de bruma, se notaba en el horizonte. Segundo túnel, y era un poco más. El aire estaba frío y yo me decía: si hay neblina, mando el paseo a la mierda y me meto por el valle central o algo. Pero en el fondo quería ir a Laguna Verde; Francisco me había dicho que los caminos estaban con barro y eso me picaba la curiosidad. Nunca he andado en caminos con mucho barro, y quería saber si me caería de hocico o no al cabo de un par de metros de andar.

Pues entré por Placilla, y llegué hasta el Tranque la Luz, pero donde están los botes de remo. El camino ahí se corta. Volví unos 500 m, y encontré la entrada a una urbanización nueva. Pasé los barriles que cortaban el camino, y fui a conversar con el cuidador. Me indicó que el acceso a los caminos internos de la zona estaba a una cuadra, por ese camino que sube. Así de fácil!

Esta foto la saqué a 50 m del asfalto, con toda civilización ya olvidada:

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Les anticipo que hay pocas fotos, porque simplemente estaba pasándola tan bien andando por los senderos, que no tenía ganas de detenerme. Así era.


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Y el barro? Ningún problema. Todo estaba húmedo, y había desde charcos barrosos donde la moto bailaba, hasta zonas secas y duras (poco comunes eso sí). En una ocasión anduve sobre fango negro y tréboles, y la rueda trasera habrá patinado hasta que la moto tenía 40º de ángulo con respecto al avance, pero sorprendentemente no me caí.

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Sí dejé caer la moto lamentablemente al tratar de darla vuelta en un camino angosto y en pendiente. Con un crack se rompió el protector de puño derecho, pero no pasó nada más.

Todo marchaba feliz y bien, seguía por infinitos caminos, pasando por charcos, barro, zanjas. Incluso aprendí a levantar la rueda delantera en primera y segunda. No muy bien, no muy consistentemente, pero es bueno saber que lo he hecho una vez que sea.

Vi un charco que cruzaba de lado a lado. Paso por las huellas de los camiones, o por el medio? Pasé por el medio. Comencé a perder velocidad, pero era normal. En los otros lodazales había topado fondo y habría logrado salir, con la rueda patinando. Este sería distinto.

Los pies a los costados se me hundían. Parado, sentado, empujando, no avanzaba. Paré el motor. Para mi horror veía como la rueda delantera comenzaba a hundirse en el barro. Glup. Glup. Glup. El barro llegó a unos cm del disco de freno. Atrás, tocaba casi la catalina y la cadena. Esto se veía feo. Con cuidado me bajé de la moto, y luché para desenterrar mis pies sin dejar atrás mis botas. Era ese barro comezapatos.

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No había otra alternativa: a tirar como buey se ha dicho. No sé qué habría hecho si no hubiera tenido la parrilla. Con cada tirón, dado con toda mi fuerza, la moto retrocedía unos 5 cm. La habré tirado unos 10 metros hasta que pude darla vuelta. Obviamente la rueda delantera no cooperaba, y apenas la tiraba se giraba a un lado.

Un hombre sensato se habría sacado la ropa abrigada de moto antes de comenzar a jalar. Yo, en cambio, lo hice todo, y con casco. Era como estar al lado de Darth Vader en las máquinas de pesas. Terminé empapado.

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Me saqué varias capas y contemplé el trabajo hecho. Por los guantes no tenía ampollas serias, pero sí dos líneas sutiles de capilares reventados en las palmas. Posteriormente me comenzaron a doler.

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Hasta los tobillos en el barro:

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Seguí mi camino, y como quedaba como una hora de luz, después de recorrer más caminos, subir y bajar valles y quebradas, llamé a Ben. Se dirigía a Laguna Verde. Quedamos en encontrarnos de ser posible. De la nada me encontré con tres casetas, casi como baños químicos pero de madera. Al lado, un tipo. O me asalta o me conversa. Conversamos, me habló de motociclistas que dejan rejas abiertas al pasar, de caballos que se escapan del fundo, etc. Me contó que Laguna Verde estaba a 10 min, pero al otro lado de una reja. Y si lo llevaba a la reja, me la abría. Decidí correr el riesgo, y nos fuimos a la reja. La moto se portó sorprendentemente bien con tanto peso en tierra húmeda. Llegamos a la reja, y al otro lado, un riachuelo ancho, de unos 30 cm de profundidad. Me despedí y pasé sin pensarlo dos veces; un poco de agua que lave ese barro. Además los pies ya estaban mojados. So much for Gore-Tex...

En 20 minutos me había encontrado con Ben, y luego de relatar nuestras respectivas aventuras (y de jugar con su GPS), nos devolvimos a Santiago.

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Thursday, July 27, 2006

La Serena, Parte 1: La Ida

Todo comenzó con una propuesta hecha por DreamT en el foro:



De ninguna manera me perdería un viaje así. Pasaron los días, y me rondaba el tema de pasar horas y horas sobre el asiento de la XR, duro como piedra. Ya la ida a la U diaria de 30 minutos se tornaba incómoda. Recordé algunas fotos que había visto por ahí de una moto con una piel de oveja en el sillín. Resultó ser en el blog de Karl.





Esa sí que es una moto de viajes largos! Pregunté en el foro dónde podría comprar una piel de oveja, y me dijeron que en Calle Victoria, por ahí por el 800. Pues partí, y conseguí una barata, por sólo 8000 pesos si mal no lo recuerdo. Lamentablemente hubo pocos del foro que entendieron la idea; muchos pensaron que se trataba de un "enchulamiento" estético de la moto, con las consecuentes burlas. Hasta el día de hoy la "piel de oveja" se menciona de vez en cuando.

Pasaron varios días, el típico período en el que no hago nada de nada hasta que armo la idea en mi cabeza. Obviamente el sillín de la moto tiene por lo menos tres planos curvados, así que un plano inelástico como la piel de oveja no se adaptaría bien. Habría que cortarlo, pero el tema era encontrar el trazado ideal de corte, para no producir abultamiento, y poder llenar los espacios cortados con material del mismo trozo principal.

Luego de unos 10 intentos con papel de diario, logré fabricar un patrón. Con el patrón, marqué la piel, y la coloqué sobre la moto. Sí, parecía que funcionaría.

Con nerviosismo hice los dos cortes, y la coloqué en la moto nuevamente. Calzaba perfecto! Ahora tendría que diseñar la forma general, y ver qué forma de trozo de piel debía usar para darle la forma tridimensional adecuada.



Con paciencia hice una grilla a partir de un eje central en la piel, para asegurar que los costados curvos fueran simétricos. También revisé que los trozos triangulares que se requerirían para darle la forma tridimensional podrían ser extraídos de la piel sobrante.

Tuve que aprender lo básico de coser cuero, usando hilo sintético encerado, una aguja roma y un punzón. Para que las costuras quedaran solapadas, esquilé los bordes con mi afeitadora eléctrica (funcionó perfectamente). Finalmente, después de horas y horas de trabajo, tenía mi asiento listo. Menos mal, porque en unas seis horas partía a La Serena!

Nos juntamos temprano en la Shell pasado el peaje de Lampa. Este sí que sería un buen viaje! En la poca luz del amanecer se veían todas las motos listas para partir. Luego de un mini desayuno, comenzamos a rodar.






FuturoAs trajo a su mascota, con casco abatible y asiento de pasajero con brazos de seguridad también (fabricados por el sensei, gurú, maestro Alejandro Muñoz, el mismo que me fabricó la parrilla). La gracia es que le permitían quedarse dormido sin que corriera el riesgo de caerse, pero en caso de llevar a una persona más grande, un adulto, no estorbaban.



Un día gris, no demasiado frío.



Y desde donde fue tomada la foto anterior, un puente aparentemente con mucho viento siempre, pero hoy, nada.



El tramo entre Los Vilos y Socos no tiene ninguna bencinera, y son 164 km si no me equivoco. Adicionalmente puede soplar un viento muy fuerte, que altera por completo el rendimiento usual de una moto. En nuetro caso no recuerdo viento fuerte, pero la moto de DreamT sí venía mal carburada. Como consecuencia se le acabó la bencina, y fue necesario sacar del gigantezco estanque de la V-Strom de Camilo.



Yo llegué con 390 cc de bencina a Socos. Mi moto normalmente da 24 km/lt cuando no economizo, o en carretera a 90, 95 km/h. En este tramo mantuve los 100, y 105 km/h a ratos, y sospecho que había viento de frente, porque mi rendimiento bajó a 19.1 km/lt. Tuve varios sustos, porque como el estanque es en forma de U invertida, y la llave de paso está al lado izquierdo, éste lado se puede vaciar por completo, dejando una buena cantidad de bencina al otro lado. En la ciudad esto nunca pasa, porque el movimiento natural de la moto distribuye la bencina entre los dos lados, pero en carretera, andando tranquilamente, tuve que bombear un poco los frenos y actuar como mono enfurecido sobre la moto para alcanzar a llegar.



Pasamos a Tongoy a comer empanadas! Comimos, descansamos, sacamos fotos.



Mmmm... cerveza congelada!



Sacos en la playa.



Mientras los demás veían el Mundial en la tele, di unas vueltas, ansioso por partir.









Algunos partimos, le dimos la vuelta a la península de Tongoy.






FuturoAs y su hijo, y Dusan.









Y ahí estoy yo en el reflejo del casco:









Feliz con mi moto, se había portado bien en la carretera y la piel de oveja era como un sofá. Al fondo, creo que es Puerto Velero. Recuerdo la vez que fui a Tongoy, a quedarme con Pía, y cómo tenía ganas enormes de salir a alguna disco, quizás justamente en Puerto Velero. Pía & Co. obviamente querían estar relajadas, jugar bridge (a dios gracias por el pisco sour para soportar los intentos del honorable padre de Pía por enseñarme a jugar bridge) y en general hacer todo aquello diametralmente opuesto a salir de juerga. La humedad me tenía con una alergia terrible y pasé a la farmacia de Tongoy a comprar un antihistamínico. Claro, el viejo amargado me dio Nastizol, que es Clorfenamina, y el efecto sí se siente (a diferencia de Loratadina, que no se me ocurrió pedir). Esa noche convencí a Pía & Co. que bajáramos por último a ver los cachibaches en la feria de artesanía. Simultáneamente, el antihistamínico barato entró en acción, y todos los colores me zumbaban, me zumbaba la lengua, tenía la garganta seca, los brazos los sentía livianos y alegres... en fin, creo que lo pasé mucho mejor así.



Seguimos, a mi me dejaron atrás, y decidí tomar las cosas con tranquilidad. Esto es Guanaqueros.



La luz ese atardecer era bien especial.



Y finalmente llegamos a las cabañas, en Coquimbo!



Esa noche Richytoo muy generosamente trajo un cabrito, el cual fue asado. Hubo alegría y regocijo, y como buenos motoqueros, no niego que algunos por ahí ingirieron alcohol. Los episodios de Bruce Lee Vs Testículos de Camilo quedarán por siempre sellados en los anales históricos del grupo Adach.



No te pierdas el siguiente episodio: La Serena, Parte 2A: Coquimbo y La Recova!

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Saturday, July 15, 2006

Enchúlame el Tubo De Escape

No, no se preocupen. No me compré uno de esos tubos de escape caros y vistosos. Era simplemente algo que tenía ganas de hacer hace un tiempo, netamente por ocio y sin esperar mejora alguna del comportamiento de la moto.

El tema es este: cuando se fabrica el múltiple de la moto, es decir, la parte inicial del tubo de escape, queda un montículo circular justo a la entrada. En teoría esto reduce el diámetro a la salida de las válvulas de escape, restándole HP al motor. Personalmente creo que en un motor así la influencia es mínima.

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La idea es rebajarlo. Ya que tenía el múltiple desarmado, decidí aprovechar de limpiarlo con Peek, un limpiametales excelente.

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Al final de todo, habré estado una hora y media o más con el taladro y una piedra, rebajando con una lentitud glacial los bordes internos del tubo. Aprovechando que tenía todo desmontado, fotografié lo que se ve hacia las válvulas de escape. No es mucho.

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Eso fue hace ya unos días. Hoy revisé el nivel de aceite (un procedimiento tedioso en la XR) y el estado de la bujía. Aproveché de sacarle una foto ya que la tenía afuera.

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Y eso sería todo.

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Wednesday, July 12, 2006

En Busca del Monopolo Magnético

Este es un cuento que escribí hace ya varios años, cuando estudiaba física en la U. de Chile, en el campus Juan Gómez Millas. El cuento fue publicado originalmente en Caballos de Troya, una revista gratuita que publicábamos en la Facultad de Ciencias con amigos.

Algunas de las cosas que se mencionan forman parte del folklor del departamento de física, y otras (como el ciclotrón) tienen una historia interesante, aunque quizás con un final un poco decepcionante. En fin, sin más rodeos, les presento el cuento.

* * *

Gonzalo era un estudiante común y corriente. Iba a la U, asisitía a las clases, jugaba taca taca y de cuando en cuando sacaba libros de la biblioteca. Cuando esta rutina se volvía levemente tediosa, jugaba al ping pong en vez del taca-taca en la mesa de Filosofía. Se podría decir que vivía una vida bastante normal, relajada y feliz.

Un día que su rutina de taca taca y clases ya lo tenía levemente aburrido -- y deben entender que no era más que eso, la vida de Gonzalo le ofrecía suficientes entretenciones como para nunca estar desesperadamente aburrido, siempre había alguna cosita aquí y allá que lo pudiera entretener-- y ni siquiera una partida de ping pong con sus amigos en Filosofía le parecía muy interesante, decidió ir a pasearse por la facultad de física. Ustedes entenderán que, aunque Gonzalo era estudiante de física, él nunca había explorado todo el departamento; habían puertas que nunca había atravezado e ignoraba lo que estaba al otro lado de esas puertas. Pero eso no le molestaba en lo más mínimo, ya que, como dijimos, Gonzalo era inherentemente feliz con su diario vivir tranquilo y sin sobresaltos.

Caminó por los pasillos, silbando calladamente porque no era muy afinado y no quería molestar a los Profes. (Cuando pasó frente a la puerta del Prof. Ferrer, calló por completo). Caminaba con las manos en los bolsillos, tratando de encontrar algo que no había notado antes. Pasó delante de la máquina de bebidas, donde un alumno conversaba en un tono condescendiente con la máquina mientras veía cómo el billete con el cual estaba tratando de pagar le era devuelto repetidamente. Pasó delante de la oficina del Prof. Rogan y notó que había un hombre de la Coca Cola con una carretilla llena de botellitas tratando de ingresar su mercancía por la puerta. Se devolvió y caminó en la otra dirección, mirando los paneles con informaciones de 1996 y afiches de congresos como "ORGASMATRON 2000" y "VERGANOID 2001". Pero todo ya le era conocido.

Llegó al final del pasillo, donde estaba todavía el estudiante conversando con la máquina de bebidas y al parecer le ofrecía favores sexuales a cambio de una mísera lata.

En eso Gonzalo notó que la puerta hacia el ciclotrón estaba entreabierta, así que decidió asomar la cabeza. Lo primero que le impactó fue el desorden. Había todo tipo de artefactos desparramados por todas partes, cosas grandes, cosas chicas, cosas que parecían las míticas Sondas Anales de los alienígenas, cables, cajas de metal. Un leve zumbido resonaba en toda la sala, que era amplia y con un techo bastante elevado. y en frente de él estaba lo que no podría ser otra cosa más que el ciclotrón. Se quedó mirándolo por varios minutos, apreciando su grandeza, pensando en sus orígenes, en cómo había llegado a Chile, en lo que significaba que su universidad tenía un ciclotrón, en todas los experimentos maravillosos que se podrían hacer en él y si serviría para hacer popcorn. Una voz que provenía desde alguna parte oculta del ciclotrón le interrumpió. "MIERDA!!".

Consideró toser educadamente para hacer un poco más notoria su presencia, pero decidió no hacerlo. Pensó que posiblemente el dueño de la voz estaría bastante frustrado por algún motivo y no le alegraría tenerlo a él como visita. Para su horror, su estómago soltó un gruñido de trueno, seguido de una flatulencia desproporcionadamente resonante. Esto le preocupaba no sólo por el hecho que ya no tendría ninguna oportunidad de presentarse de una manera cortés y elegante con el dueño de la voz que había escuchado, sino que, además, era la cuarta flatulencia de magnitud 7.4 en la escala de Richter que había tenido esa mañana. Esto no ocurría normalmente en la vida alegre y tranquila de Gonzalo. Se sintió preocupado y se prometió a si mismo que iría al SEMDA para un chequeo médico después de jugar su partida de taca taca esa tarde.

En respuesta a su Olímpica fanfarria de hace algunos segundos, el profe que había estado agachado entre los cables y demases levantó la cabeza.

"Si? Ah, hola. Qué haces por aquí? Buscas a alguien?" preguntó el profe. "No, en realidad sólo andaba explorando un poco." Y como para compensar su maleducada interrupción, preguntó cortésmente "Algo le salió mal, profe?".

El profe emitió un gruñido, se incorporó y dijo "Un experimento con el ciclotrón. Era de lo más simple. Acelerar protones, quería calibrar algunas cosas. Pero salió mal! No lo entiendo, esto nunca había pasado. Esto sólo podría pasar si hubiera algún campo magnético enorme cerca del ciclotrón, pero no lo hay!". Fue en ese momento que una taza metálica de café que estaba sobre un escritorio cercano a Gonzalo comenzó a moverse. Lentamente al principio, pero agarrando velocidad gradualmente, se fue acercando al borde, donde hizo una corta pausa y se lanzó decididamente al trasero de Gonzalo exactamente de la manera que las tazas de café metálicas no lo hacen. Gonzalo, con las manos en los bolsillos, giró levemente su torso para poder ver la taza adherida a su posterior. La miró un par de segundos y, viendo que parecía estar contenta en ese lugar, se volvió a mirar al profe. Levemente avergonzado, se encogió de hombros. El profe lo miraba muy intrigado. Parecía que iba a hablar, pero la mirada de los dos se desvió a un archivero metálico que estaba contra la pared, a unos metros. Un cajón se estaba abriendo lentamente. Llegó al final de su recorrido, se quedó quieto, cayó al piso estrepitosamente, comenzó a arrastrarse por el piso hacia Gonzalo (quien seguía con las manos en los bolsillos) y acelerando en una loca carrera se lanzó contra su trasero, donde se instaló emitiendo un ruido sordo y fuerte. Nuevamente Gonzalo, con las manos en los bolsillos, giró su torso lentamente para poder apreciar la creciente colección de objetos adheridos a su ulterior y, viendo que el cajón le hacía buena companía a la taza, se volvió para mirar al profe, quien le miraba atónito. Fue sólo cuando el instrumento que le recordaba a una Sonda Anal comenzó a tambalearse que decidió que era hora de concluir su visita al ciclotrón.

Pasó nuevamente por donde estaba la máquina de bebidas, e hizo un chasquido con la lengua en desaprobación por la obscenidad que estaba cometiendo el estudiante antes mencionado con la máquina. El profe lo siguió apresuradamente y, alcanzmándolo, comenzó a hablar impacientemente.

"Que tienes en tu trasero, Gonzalo? Qué traes?". Gonzalo le replicó que no traía nada en su trasero, aparte de un par de objetos metálicos que hacían un ruidito metálico a cada paso que daba. "Pero tienes que tener algo!" exclamó el Profe. "Las cosas no son atraídas a los traseros de la gente así como así! Tengo que hacer un experimento para determinar que tienes ahí que pueda estar causando tantas anomalías". Viendo que probablemente sería una manera interesante de pasar la tarde, accedío y fueron al laboratorio del profe.

Media hora después salieron del laboratorio, y el profe exclamó "No puede ser! Los resultados indican que... pero no me lo creo la teoría dice que debería haber por lo menos uno en todo el universo pero... " Impaciente Gonzalo le preguntó a qué se refería. Le explicó que los imanes y las cosas magnetizadas siempre tienen un polo norte y un polo sur, pero que para poder explicar porqué la carga está cuantizada, se postula que en alguna parte del universo existe al menos un imán que sólo tiene un polo, el cual nunca se había encontrado. El profe le miró a los ojos, le puso una mano en el hombro y le dijo "Gonzalo: por algún extraño motivo, lo que tú tienes metido en el culo es un monopolo magnético!!!". Gonzalo pestañó un par de veces. Lo hizo de nuevo, porque no se le ocurría nada que decir. Cuando al par de segundos todavía no se le ocurría nada que decir, varió un poco la rutina y trago saliva y luego pestañó un par de veces. Apenas tuvo tiempo de sentirse orgulloso de su pequeña improvización cuando el profe le dijo "Gonzalo, me tienes que contar todo lo que has hecho en los últimos días, si has notado algo raro, cosas anormales, todo.". Comenzaron a caminar lentamente, mirando al suelo mientras Gonzalo le relataba lo de sus juegos de taca taca, las clases, la biblioteca y sus ocasionales escapadas hacia el ping pong. Caminaron bastante, por todo el campus. All llegar de vuelta al departamento de Física, del culo de Gonzalo pendían varias sillas, un basurero, tres microscopios, la puerta del quiosco y un perro que resignadamente colgaba de su collar. Acordaron que el profe le investigaría el monopolo a Gonzalo y, a cambio, Gonzalo podría experimentar metiendo popcorn al ciclotrón.

Pero Gonzalo nunca llegó a poder meter popcorn al ciclotrón. El profe convocó a una conferencia de prensa con los medios de comunicaciones mundiales, donde reveló que había localizad a un, posiblemente el, monopolo magnético, y que estaba alojado en las proximidades del ano de Gonzalo. Sentado al lado del profe en la conterencia de prensa, Gonzalo se rubirozaba al escuchar cómo hablaban de su trasero tan abiertamente y se distraía soñando con cantidades industriales de popcorn alcanzando velocidades relativistas. Después de las conferencias de prensa vinieron los científicos gringos, quienes se lo llevaron a Valdivia para hacerle más experimentos, la mayoría de los cuales consistían en tener a Gonzalo sostenido en posición de 90 grados por un harnés, mientras que los científicos ponían cargas de prueba, bobinas y demases cerca y hasta dentro del culo del pobre Gonzalo. Resignado, poque sabía lo importante que era su monopolo para la ciencia, sólo podía soñar con las tardes cuando jugaba taca taca con sus amigos. Los experimentos duraron varios días, y durante la noche, cuando no le hacían experimentos, tapaban a Gonzalo colgado en su harnés con una sábana para que la luz del laboratorio no le molestara. El guardia de seguridad del edificio donde estaba ubicado el laboratorio se preguntó varias veces durante la noche qué sería ese ruido como si alguien estuviera silbando melancólicamente a lo lejos.

Tan pronto como terminaron los experimentos en Valdivia, vino una delegación Europea, para lIevar a Gonzalo a Suiza, donde lo podrían estudiar mejor. Tristemente preguntó si le dejarían meter popcorn al acelerador de CERN, y le prometieron que sí. Pero después de experimento tras experimento, venía otra delegación de otra parte del mundo, quienes se llevaban al pobre Gonzalo para hacerle más pruebas.

Tras meses de viajes y experimentos, la comunidad científica internacional finalmente llegó al consenso general de que no había nada más que aprender del monopolo de Gonzalo, no tenía ninguna utilidad bélica ni comercial, y por lo tanto ya no sería necesario hacerle tantos exmámenes. Sin embargo, se determinó que el monopolo de Gonzalo era un patrimonio de la humanidad y debido a esto debería poder ser visto por cualquier persona. El museo Smithsonian acordó acoger a Gonzalo.

Si algún día visitas ese museo, y te quedas hasta tarde, cuando ya han cerrado las puertas y han apagado las luces, puede ser que escuches a alguien silbando tristemente, lamentmándose por tener un monopolo magnético en el orto.

Paul Blackburn

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Una tontera, no es nada.

De hecho apenas vale un posteo al blog. Pero me gustó cómo quedó. Hablo, por supuesto, de la imagen que tengo ahora en mi firma en el foro Adach:





El haiku es uno por Yosa Buson (1717-1783):
繋馬雪一双の鐙かな。
Tsunagi uma yuki isso no abumi kana.
Y la traducción, en inglés:
Tethered horse;
snow
in both stirrups.
La foto es del posteo Paseo a la Mina.

Update 12/07/06: Hice dos más, para Don Jano y KarlitosGP:



Y

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Saturday, July 08, 2006

Paseo a Laguna Verde

Los días antes del 30 de Abril, Franriverar posteó en el foro Adach una invitación abierta para ir a recorrer el sector de Placilla y Laguna Verde en la 5ª Región. Los demás andaban ocupados o sin ánimos de pasear, pero yo decidí ir, ya que me llamaba la atención eso de andar sobre tierra y las fotos que había posteado él con fines de animarnos se veían bien interesantes.

El recorrido se dividió en dos, separado por una parada para comer empanadas. Por todos los paseos de fin de semana que he hecho en la moto, me he acostumbrado a muestrear las empanadas de los lugares a donde voy. De hecho, cuando hay que comer, siento casi una obligación moral de buscar un lugar perdido en medio de la nada que venda empanadas. Es una peregrinación, un saludo al santo del horno de barro.

Hacia la hora del almuerzo, Francisco intentó dejar caer sutiles pistas de que quizás Placilla no era el mejor lugar para comprarlas, pero yo tenía una empanada imaginaria trabada entre los hemisferios del cerebro, y emapanadas sería lo que comeríamos. Pero no nos adelantemos al relato.

El primer recorrido nos llevó por los tranques El Peral, Las Cenizas y Damasco, y además el Lago Peñuelas. Este es un mapa del recorrido hecho por Francisco.



O el hombre es minucioso como nadie, o tenía un GPS escondido en la moto. Habrá que preguntarle.

El segundo recorrido nos llevó pasado un acueducto, construido por Esval en 1900; una cascada, parte de las antiguas instalaciones de la hidroeléctrica El Sauce, el Tranque La Luz, una animita en medio del bosque, el morro de Quintay, las playas El Encanto y Las Docas, y finalmente Laguna Verde.



Fran nos cuenta:
El tranque la luz fue construido por el estado en el año 1907 para dar electricidad a los tranvías eléctricos y parte de la ciudad de Valparaíso. Fue la segunda central hidroeléctrica construida en Chile y la primera con alternadores, funciono hasta el año 1996, actualmente el tranque la luz es de propiedad de la inmobiliaria Curauma.

Desconozco quien es el actual dueño de la parcela en donde esta construida la central El Sauce, el año pasado me aventure a conocerla, pude sacar algunas fotografías he incluso grabar un video, actualmente esta custodiada por un solitario personaje y es prohibido el acceso. La maquinaria se encuentra en perfectas condiciones.
En esta ocasión no fuimos a la central, sólo a la caseta que regula el flujo de agua cuesta abajo.

Cuando llegué a la salida a Placilla de la Ruta 68 había sol, por suerte. Al parecer sería un día lindo. Francisco llegó un rato después. Me llamó la atención de su Honda AX-1. No se ven muchas en Chile. Nuestras motos son de 250 cc y suspensión de largo recorrido, pero ahí terminan las similitudes. La AX-1 es enfriada por agua, tiene tacómetro, encendido eléctrico y ruedas dos y tres pulgadas más chicas que la XR. Además, su relación de cambios la deja apta para recorrer largas distancias en carretera sobre los 100 km/h.

Partimos por los caminos traseros de Placilla, por rutas que seguramente sólo toman Francisco y los Carabineros en XR. Ah, se me olvidaba: este es Fran.



Como dijo Stavor en el foro, después de haber repetido el mismo paseo con Francisco y otros un tiempo después (yo no fui):

La leyenda cuenta que Franriverar fue dejado al nacer en el bosque junto a una moto enduro...

Se crio comiendo bujías y antes de aprender a caminar ya subía los cerros en tercera. Fue encontrado vagando en busca de bencina pa la moto y lo adoptó una familia de Placilla.

Se le puede ver manejando su moto por lugares por donde ni las cabras de cerro se atreven a pasar. Muchos creen que es un fantasma que paga sus culpas guiando a motoqueros por caminos desconocidos en busca de la redención y el perdon y así poder entrar al reino de Dios (yo no se si creer esto ultimo, pero que el loco se peina en el cerro con la moto, es un hecho)
Lo que dice Stavor no es exagerado, realmente me sorprendió como este tranquilo hombre, con zapatos de cuero, calcetines de oficina y una casual parka, hacía lo que quería con la AX-1. Más adelante me contó que se había caído una de las pastillas del frenos trasero, y que estaba usando sólo el delantero (en tierra, y yo con dificultades para alcanzarlo).



El paisaje era tal como lo recordaba de los años que viví en Reñaca: esa tierra polvorienta, perfumada por generaciones de pinos, las áreas de eucaliptus y los flashback de mis profesoras cabezahueca, quienes me dejaban al borde de un ataque de asma al poner a hervir hojas de eucaliptus en un tarro de café sobre la estufa a parafina en la sala de clases. "Es para despejar los pulmones". Sí, claro, vieja ridícula. Y el butotal-B es un spray a base de eucaliptus.



Llegamos al tranque El Damasco, y pues correspondía la foto obligatoria.



Seguimos, y no pretenderé poder identificar todo lo que sale en las fotos.





En un punto quisimos acortar camino, y Francisco nos llevó a una zona donde recientemente se habían talado unos eucaliptus. Habían ramas de todos los tipos en el suelo, además de una cobertura uniforme de hojas. El avanzar 15 metros cuesta arriba nos tomó unos 5 minutos, y el volver al darnos cuenta que por ahí no iba a funcionar, el mismo tiempo. Al no tener calugas en las ruedas, me quedé trabado en varias ocasiones contra un tronco. El de esta foto no se ve muy impresionante, porque está siendo aplastado contra el suelo, y estoy pasando sobre él. Normalmente esa misma rama estaría a unos 15 cm del suelo, sostenida por el resto de su extensión, y ahí estaba la dificultad.



Francisco me miraba pacientemente. Eventualmente desmontó para pisar una rama particularmente grande que me tenía complicado, y dejarme pasar.



Lago Peñuelas!





Después del Lago Peñuelas era hora de ir a comer las ansiadas empanadas. Con la tranquilidad que lo caracteriza, Francisco accedió y fuimos a Placilla. Diré solamente (con el fin de aminorar la vergüenza) que el lugar en el que tuvimos que comprar las empanadas no era para nada pintoresco y tenía un horno, y tendría barro (si lloviera), pero no era exactamente un lugar con horno de barro.

Empacamos lo que habíamos comprado y nos dirigimos al bosque, hacia el aqueducto. Pasando por unos caminos angostos justo fuera de los límites de lo habitado, nos topamos con un grupo de personas al lado (si mal no lo recuerdo) de un auto compacto con la maleta abierta. Dichas personas nos miraban. Entre ellos, un chico en silla de ruedas. El chico estaba filmando con una cámara de video. Lo que filmaba era un baterista, junto con su batería completa, instalado entre un pino joven y un arbusto. El momento surreal llegó y pasó tan rápido que en realidad no supe qué pensar en el momento.

Nos detuvimos cerca del acueducto, y comimos. Para llegar a su parte superior, Francisco subió un barranco muy empinado y corto, y lo seguí. De lo que no me había dado cuenta es que este barranco no habrá tenido más de un metro de ancho en su parte más alta, y era necesario virar inmediatamente a la izquierda para no caer por el otro lado. Unos metros más allá, dejamos las motos y caminamos sobre el acueducto.



Por debajo de éste corría un riachuelo, al que claramente vertían los desagües de algún poblado.

Seguimos nuestro camino, atravezando bosques de pinos y eucaliptus, usando caminos sinuosos, polvorientos y cerrados. Ocasionalmente los árboles se abrían, y nos encontrábamos en una área de tala.




Un pequeño salto de agua cerca de Valparaíso, quién lo habría dicho.



Algunos caminos tenían grandes zurcos provocados por erosión. Por lo general había siempre una ruta para sortearlos y seguir el camino, pero me ponían inquieto, ya que dejar caer la rueda delantera en uno sería una caída segura. De hecho, después de la foto, al dar vuelta la moto, caí en uno, perpendicularmente. No recuerdo muy bien cómo salí, pero no me fué fácil.





Y éste es el tranque La Luz. A lo lejos se ve el gran muro que lo convierte en tranque, y hacia la izquierda, una torre de válvulas.







Seguimos un pequeño desvío antes de ir a la torre, y llegamos al final de un túnel, de aproximadamente 4 km según Francisco, que trae el agua desde el tranque hasta este tanque (de sedimentación?) y desde donde cae a la central eléctrica El Sauce vía unos tubos grandes.



La caseta desde donde se regulan las válvulas de paso hacia los tubos.







Volvimos al Tranque. Aparentemente esta torre controla las válvulas de entrada al túnel anterior.





Vista desde la torre.





Esta es la caseta de la izquierda. La de la derecha simplemente tiene una rejilla en el piso, y una escalera que desciende a las profundidades del Tranque.







El pretil del Tranque fue construido en 1907 por la Compañía de Tranvías Eléctricos de Valparaíso.





Avanzando un poco más, se llega a un túnel de rebalse del Tranque, junto con sus compuertas.





El túnel termina luego de unos 40 metros, y la vía de rebalse continúa pendiente abajo, flanqueada por dos muros altos y encima de ellos, árboles y el resto de la ladera del cerro en la que está empotrada esta vía. Todo está húmedo y resbaloso, y el suelo cubierto con moho y algas y hojas podridas. Habían también secciones de troncos cortados, como si alguien hubiera querido hacerlos rodar cuesta abajo, pero por su eccentricidad no fue posible. O quizás llegaron flotando, en alguna tormenta, ya que las compuertas estaban abiertas, y el nivel del agua llegaba justo al borde. Bajo uno de estos troncos encontré un montón de bichos raros. Se movían lento, lento, y me parece que eran arácnidos, aunque usaban un par de patas como antenas.





Seguimos, seguimos, y la neblina comenzaba a nunciar su llegada.



En medio del bosque, antes de comenzar la bajada, nos encontramos con una animita. De los árboles cercanos colgaban botellas plásticas con agua, en el piso una estátua de una virgen, blanca y erosionada, y en el suelo una estátua de un perro o león, partido por la mitad. La inscripción dice:
Aquí falleció Gregorio Muñoz el día 3 de diciembre de 1886



Entramos a lo que parecía ser el terreno de una maderera, y llegamos al Morro Quintay, desde donde se ve Quintay y Santa Augusta.



El sol ya se iba.



Decidimos bajar a la costa misma, aunque significara despedirse definitivamente del sol.



Neblina y una luz extraña.





Nos sorprendimos que bajo la neblina llegaba también el sol.



Avanzamos por la ladera del Morro, nos salimos del camino, y ya era un asunto de usar la poca luz que quedaba para esquivar plantas y arbustos. Dejamos las motos en un lugar con vista a la Playa El Encanto, y caminamos unos 250 m más adelante.





Francisco me preguntó si acaso quería ir a ver la Playa Las Docas, y dije que sí. Es una playa completamente cerrada, rodeada por laderas casi verticales, y al cual sólo se puede llegar a pie, bajando un angosto sendero que se aferra a la ladera del cerro. O, si eres Francisco Rivero, en moto. Completamente a oscuras y con el foco de mi XR alumbrando en un ángulo demasiado bajo, fue una experiencia entretenida, por decirlo de alguna manera.

Llegamos abajo, a la playa, y con lo que quedaba de la luz (y un tiempo de exposición de unos 15 segundos) Francisco tomó la última foto del paseo.



Qué paseo! Me saco el sombrero para este hombre.

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