Tranque Las Cenizas y La Invernada
Existe, entre algunos de mis amigos, la desagradable costumbre de levantarse temprano los fines de semana. Fiel a mis principios, no fue sino mucho después de que Alvaro, Rodrigo y Daniel llegaran a la zona del Tranque La Luz que yo me encaminé hacia la costa.
Mientras yo tomaba la vida con calma, ellos recorrieron lo que habíamos hecho con Rodrigo unos días antes, y he aquí el registro de esas horas tempranas.
Un primer acercamiento al Tranque La Luz.
Del tranque a la poza de sedimentación y la caseta de válvulas, que la recordarán de un paseo anterior.
Y vuelta ahora a las torres de válvulas, en el tranque mismo.
También hicieron el ladereo para rodear el árbol quemado.
Y unas vueltas por aquí y por allá, hasta el tranque La Invernada.
Yo asumí que estarían todavía por el lado del Tranque la Luz, así que partí por Placilla hacia la entrada semi clandestina que conocemos. El área que mencioné en un posteo anterior, donde queda claro que la inmobiliaria Curauma tiene planes para expandir las urbanizaciones del sector, se convirtió en mi pequeño laberinto personal. Una y otra vez tomé caminos madereros que parecían ser los correctos, para terminar minutos después en grandes grietas, o un área de tala. Habré pasado así una media hora.
Y una vista más ancha (click).
Extremadamente frustrado llamé a Francisco, y me indicó por dónde pasar.
Rápidamente llegué al Tranque. En el camino que bordea la orilla vi un auto estacionado, y una familia disfrutando del lindo día. Algunos pescaban, creo.
Y una vista más ancha (click).
En las Torres llamé a Rodrigo, quién me dijo que ahora estaban al otro lado de Placilla, cerca del Tranque las Cenizas. Maldita sea. Di media vuelta, y me devolví. El portón hacia el Tranque estaba ahora cerrado, así que lo abrí, y pasé.
En el camino que lleva hacia el Tranque me encontré con un joven brote de eucaliptus cortando el camino. Qué raro... Esto no estaba cuando yo pasé hace 10 minutos. No había viento y el tronco estaba verde y sano. Lo pasé por encima y seguí. Unos metros más allá tuve que frenar nuevamente. Había otro tronco de eucaliptus en mi camino. Esto ya no era coincidencia: alguien me había visto pasar, y decidió matar dos árboles para crear una barrera posiblemente fatal (considerando la velocidad que generalmente se toma en esta recta). Malicia o imbecilidad pura y destilada, nunca lo sabré.
Finalmente me encontré con Rodrigo, Alvaro y Francisco en una calle de Placilla. Francisco andaba en el Subaru Legacy, ya que la moto la tenía en reparaciones. Después de un breve descanso lo seguimos. Un corto tiempo después se detuvo: nosotros iríamos por aquel lado, cortando camino, y él pasaría por el camino más ancho. "Aquel lado" consistía inicialmente en una trepada, la que resultó ser irresistible.
Alvaro también intentó en varias ocasiones, pero no llevó suficiente velocidad inicial. Lamentablemente las trepadas así hay que hacerlas a lo kamikaze.
En una de esas trepadas no-exitosas, la moto de Alvaro cayó a tierra y se separó el asiento. A modo de un maldita sea, Alvaro simplemente tiró el asiento cuesta arriba, y comenzó a parar la moto. Fue inexplicablemente cómico ver un asiento de moto volar por el aire, como si nada.
Unos metros más allá, una animita con toldo, a los pies de un poste. Al parecer aquí falleció un postulable a los Darwin Awards, intentando robar cables de cobre, estando éstos electrificados todavía. Si esto es cierto, no me queda sino preguntarme si no habrá sido alguno de los que saqueó lo que podría haber sido una joya del patrimonio cultural de la zona, la Central Hidroeléctrica El Sauce. Lástima que los generadores de la Central no se encontraban en plena operación cuando las ratas humanas llegaron a destruir y destrozar. En un mundo de fantasía, de realismo mágico, la pequeña quebrada tenebrosa de la Central habría sabido defenderse.
Los lectores habituales deben saber ya, por pluma mía, de las habilidades de Francisco sobre la moto. No es mi intención meterlo en problemas con su familia, pero diré simplemente que el Legacy no defraudó en los sinuosos y polvorientos caminos del bosque.
A partir de ese punto estábamos solos los tres. El resto de la tarde se desarrolló tranquilamente, buscando lugares aquí y allá para hacer trepadas y otras cosas interesantes.
Y aquí en el tranque La Invernada. Lo interesante es que Rodrigo y yo sacamos fotos casi idénticas, en distintos momentos del paseo. La suya está hacia el comienzo.
Confieso honestamente que yo simplemente seguía a Rodrigo. En su GPS y sentido de la dirección confiaba, y me encargué simplemente de disfrutar el paseo. Uno de nuestros merodeos nos llevó por un camino que se deterioraba progresivamente. Primero, una grieta chica.
Le presté una mano a Alvaro, pero eso no significa que lo ayudé!
Y luego, la grieta grande. Miedito!
He aquí un video de la pasada. Un poco largo y aburrido: nadie se cae. Pero esto es lo que hay que hacer a veces para pasar una moto del punto A al punto B. Y lo que alentó bastante el proceso fue que el camino estaba orillado por zarzas. Yo había intentado buscar una pasada por el bosque, pero fue un infierno de espinas.
Y más adelante, más grietas.
Cerca del Tranque Chico nos encontramos con el mismo tipo de la bencinera del otro día. Un hombre simpático, nos saludó al cargar combustible, y resultó ser un lugareño, trabajando en una moto china bastante nueva, recorriendo los caminos forestales. Apenas equipado con una radio, su misión era alertar de posibles incendios, intrusos y quién sabe qué otra cosa. Nos contó que la soledad no lo molestaba; que estar ahí parado en un punto del bosque horas y horas no le hacía mella. Para otros más jóvenes, era un problema.
Nos despedimos, le deseamos suerte, y seguimos nuestro camino.
Otra vista (click).
Desde el murallón del tranque (click).
Ah, a propósito: he aquí un mapa más detallado de la zona.
Un poco más allá, encontramos una trepada lujosa: larga, técnica, de superficie compacta.
Rodrigo insistía e insistía en llegar a la parte más alta.
Al final, el neumático trasero (sin huella ya) me defraudó.
Lo que complicaba la subida es que la única huella despejada requería una pasada entre dos troncos, con no más de uno o dos centímetros libres a cada lado del manubrio.
Luego de muchas subidas y bajadas, era hora de seguir adelante.
(click).
Llegamos incluso a estar a escasos metros de la Ruta 68, sin posibilidad de salir.
Una de nuestras vueltas nos llevó a lo alto, justamente al punto del que nos había hablado el guardia forestal, al hablarnos de las vistas hermosas con las que se ha encontrado aquí.
Alvaro hace rato que había desaparecido. Finalmente resultó que se había devuelto.
Era hora de volver a Santiago.
No recuerdo por qué exactamente volví solo. Creo que era porque tenía un compromiso esa noche, y estaba cansado, y probablemente recuperándome de mi resfrío. En el camino me detuve para tomar algunas fotos.
Dado que no poseo el tag, el dispositivo de cobranza electrónica usado por las abusivas autopistas urbanas de Santiago, me vi obligado a volver a casa por la Alameda. No lo vi como un inconveniente, más bien como una oportunidad de despedirme del centro antes de volver a gringolandia en unos días.
Del centro, pasé a Providencia.
Y de Providencia, a casa.
Mientras yo tomaba la vida con calma, ellos recorrieron lo que habíamos hecho con Rodrigo unos días antes, y he aquí el registro de esas horas tempranas.
Un primer acercamiento al Tranque La Luz.
Del tranque a la poza de sedimentación y la caseta de válvulas, que la recordarán de un paseo anterior.
Y vuelta ahora a las torres de válvulas, en el tranque mismo.
También hicieron el ladereo para rodear el árbol quemado.
Y unas vueltas por aquí y por allá, hasta el tranque La Invernada.
Yo asumí que estarían todavía por el lado del Tranque la Luz, así que partí por Placilla hacia la entrada semi clandestina que conocemos. El área que mencioné en un posteo anterior, donde queda claro que la inmobiliaria Curauma tiene planes para expandir las urbanizaciones del sector, se convirtió en mi pequeño laberinto personal. Una y otra vez tomé caminos madereros que parecían ser los correctos, para terminar minutos después en grandes grietas, o un área de tala. Habré pasado así una media hora.
Y una vista más ancha (click).
Extremadamente frustrado llamé a Francisco, y me indicó por dónde pasar.
Rápidamente llegué al Tranque. En el camino que bordea la orilla vi un auto estacionado, y una familia disfrutando del lindo día. Algunos pescaban, creo.
Y una vista más ancha (click).
En las Torres llamé a Rodrigo, quién me dijo que ahora estaban al otro lado de Placilla, cerca del Tranque las Cenizas. Maldita sea. Di media vuelta, y me devolví. El portón hacia el Tranque estaba ahora cerrado, así que lo abrí, y pasé.
En el camino que lleva hacia el Tranque me encontré con un joven brote de eucaliptus cortando el camino. Qué raro... Esto no estaba cuando yo pasé hace 10 minutos. No había viento y el tronco estaba verde y sano. Lo pasé por encima y seguí. Unos metros más allá tuve que frenar nuevamente. Había otro tronco de eucaliptus en mi camino. Esto ya no era coincidencia: alguien me había visto pasar, y decidió matar dos árboles para crear una barrera posiblemente fatal (considerando la velocidad que generalmente se toma en esta recta). Malicia o imbecilidad pura y destilada, nunca lo sabré.
Finalmente me encontré con Rodrigo, Alvaro y Francisco en una calle de Placilla. Francisco andaba en el Subaru Legacy, ya que la moto la tenía en reparaciones. Después de un breve descanso lo seguimos. Un corto tiempo después se detuvo: nosotros iríamos por aquel lado, cortando camino, y él pasaría por el camino más ancho. "Aquel lado" consistía inicialmente en una trepada, la que resultó ser irresistible.
Alvaro también intentó en varias ocasiones, pero no llevó suficiente velocidad inicial. Lamentablemente las trepadas así hay que hacerlas a lo kamikaze.
En una de esas trepadas no-exitosas, la moto de Alvaro cayó a tierra y se separó el asiento. A modo de un maldita sea, Alvaro simplemente tiró el asiento cuesta arriba, y comenzó a parar la moto. Fue inexplicablemente cómico ver un asiento de moto volar por el aire, como si nada.
Unos metros más allá, una animita con toldo, a los pies de un poste. Al parecer aquí falleció un postulable a los Darwin Awards, intentando robar cables de cobre, estando éstos electrificados todavía. Si esto es cierto, no me queda sino preguntarme si no habrá sido alguno de los que saqueó lo que podría haber sido una joya del patrimonio cultural de la zona, la Central Hidroeléctrica El Sauce. Lástima que los generadores de la Central no se encontraban en plena operación cuando las ratas humanas llegaron a destruir y destrozar. En un mundo de fantasía, de realismo mágico, la pequeña quebrada tenebrosa de la Central habría sabido defenderse.
Los lectores habituales deben saber ya, por pluma mía, de las habilidades de Francisco sobre la moto. No es mi intención meterlo en problemas con su familia, pero diré simplemente que el Legacy no defraudó en los sinuosos y polvorientos caminos del bosque.
A partir de ese punto estábamos solos los tres. El resto de la tarde se desarrolló tranquilamente, buscando lugares aquí y allá para hacer trepadas y otras cosas interesantes.
Y aquí en el tranque La Invernada. Lo interesante es que Rodrigo y yo sacamos fotos casi idénticas, en distintos momentos del paseo. La suya está hacia el comienzo.
Confieso honestamente que yo simplemente seguía a Rodrigo. En su GPS y sentido de la dirección confiaba, y me encargué simplemente de disfrutar el paseo. Uno de nuestros merodeos nos llevó por un camino que se deterioraba progresivamente. Primero, una grieta chica.
Le presté una mano a Alvaro, pero eso no significa que lo ayudé!
Y luego, la grieta grande. Miedito!
He aquí un video de la pasada. Un poco largo y aburrido: nadie se cae. Pero esto es lo que hay que hacer a veces para pasar una moto del punto A al punto B. Y lo que alentó bastante el proceso fue que el camino estaba orillado por zarzas. Yo había intentado buscar una pasada por el bosque, pero fue un infierno de espinas.
Y más adelante, más grietas.
Cerca del Tranque Chico nos encontramos con el mismo tipo de la bencinera del otro día. Un hombre simpático, nos saludó al cargar combustible, y resultó ser un lugareño, trabajando en una moto china bastante nueva, recorriendo los caminos forestales. Apenas equipado con una radio, su misión era alertar de posibles incendios, intrusos y quién sabe qué otra cosa. Nos contó que la soledad no lo molestaba; que estar ahí parado en un punto del bosque horas y horas no le hacía mella. Para otros más jóvenes, era un problema.
Nos despedimos, le deseamos suerte, y seguimos nuestro camino.
Otra vista (click).
Desde el murallón del tranque (click).
Ah, a propósito: he aquí un mapa más detallado de la zona.
Un poco más allá, encontramos una trepada lujosa: larga, técnica, de superficie compacta.
Rodrigo insistía e insistía en llegar a la parte más alta.
Al final, el neumático trasero (sin huella ya) me defraudó.
Lo que complicaba la subida es que la única huella despejada requería una pasada entre dos troncos, con no más de uno o dos centímetros libres a cada lado del manubrio.
Luego de muchas subidas y bajadas, era hora de seguir adelante.
(click).
Llegamos incluso a estar a escasos metros de la Ruta 68, sin posibilidad de salir.
Una de nuestras vueltas nos llevó a lo alto, justamente al punto del que nos había hablado el guardia forestal, al hablarnos de las vistas hermosas con las que se ha encontrado aquí.
Alvaro hace rato que había desaparecido. Finalmente resultó que se había devuelto.
Era hora de volver a Santiago.
No recuerdo por qué exactamente volví solo. Creo que era porque tenía un compromiso esa noche, y estaba cansado, y probablemente recuperándome de mi resfrío. En el camino me detuve para tomar algunas fotos.
Dado que no poseo el tag, el dispositivo de cobranza electrónica usado por las abusivas autopistas urbanas de Santiago, me vi obligado a volver a casa por la Alameda. No lo vi como un inconveniente, más bien como una oportunidad de despedirme del centro antes de volver a gringolandia en unos días.
Del centro, pasé a Providencia.
Y de Providencia, a casa.
6 Comments:
Hola como estas? hace mucho time que no te escribia, de hecho creo que era porque hace mucho que no veía tu block, cosa que encuentro inaceptable por el solo hecho de perderme los momentos inolvidables que compartes con nosotros que son realmente preciosos, recuerdo la primera vez que ví tu block y te comente que imprimí todos los sucesos porque no quería perderme nada de lo que aquí decías ...realmente tus fotos me impresionan, porque son realmente bellas, tienes la capacidad de captar lo bello de la vida en cosas simples y eso no cualquiera lo encuentra.
Leí que te vas de viaje ...para donde sería la próxima parada? Sólo espero que llegues bien a tu destino y que vuelvas sano y salvo, pero sobre todo enriquecido de nuevas experiencias y momentos inolvidables. Nos vemos... Andreita.
Gracias Andrea!
Saludos,
d.
Increible tus imagenes! y chita que linda es mi tierra!..alguna vez pasaste por mi blog y aqui me tienes...como lamento no haber llegado antes!.
Un besote
Menta
Gracias Menta, me gusta poder dar a conocer lo que Chile ofrece (y esconde).
Saludos,
d.
Hola soy Pegasus, tengo la tremenda fortuna de vivir hace menos de 1 mes a metros de donde sacaste la fotos (frente a la UCV Curauma), pero no tengo moto. Solo una 4 ruedas de 100 cc que no permite internarme en huellas muy angostas y por otra parte al ir solo no me alejo mucho de los caminos en caso de algún contratiempo. De hecho estoy bucando un partner que tenga una 4 ruedas para poder salir acompañado ya que solo igual es peligroso ante accidentes.
Buenísimas tus fotos y visitaré seguido tu blog en caso de que andes nuevamente por la laguna de Curauma avises por este medio para ver si los 100 cc dan para acompañarlos.
Hey felicitaciones por el Blog.
Yo me crié en Placilla de Peñuelas y de chico me internaba a los bosques buscando nuevos caminos solo con nuestras bicicletas, tengo muy lindos recuerdos de esos emocionantes recorridos que, generalmente, terminaban con un chapuzon en algún tranque.
Hoy trabajo en Santiago por lo que me alejé de esa zona, pero al ver tus fotos puedo sentir el aroma de los pinos y eucaliptus, la humedad de las espesas arboledas y puedo ver lo rojizo de las grietas en la tierra.
Muchas gracias por este pequeño flashback!
Post a Comment
<< Home