A Baños de Colina Por El Otro Camino
Cuenta la leyenda que es posible internarse por la Ermita de Las Condes hacia la cordillera, siguiendo hermosos senderos de montaña.
Dicen también que el acceso es cuidado por una vieja enojona y caprichosa que a veces deja pasar gente, a veces no.
Run, Ben y su hermano, Chico y yo nos presentamos temprano una mañana en el portón, con la esperanza de pasar. Salió un chico joven a atendernos. Por más que insistiéramos de todas formas posibles, se negó a dejarnos pasar. Bien avanzado el intercambio, soltó que los animales bajarían hoy por el camino, los estaban arriando para el invierno. Ben intentó seducirlo con ofertas de oro y cuarenta vírgenes, pero ni parpadeó.
Y qué hacemos entonces? Conversamos un buen rato sobre las alternativas. Finalmente decidimos ir al Cajón del Maipo; esta vez intentaríamos llegar al Valle de la Engorda, que se encuentra cerca de los Baños de Colina. Así que partimos al Cajón.
Un muy lindo día.
A Chico le encantan los fósiles, así que paramos en un puesto que los vende.
Un pequeño detour a la cascada que estaba por ahí.
Es posible pasar por detrás de la cascada.
Una cantidad y variedad sorprendente de musgo adornaba la pared de piedra.
Y seguimos camino.
Por ahí por Baños Morales cruzamos el río, y dimos unas vueltas por el pueblo hasta dar con el viejo camino al Valle de la Engorda.
En el otro costado del valle, el Cerro Catedral.
Este camino ya no se usaba, y estaba cubierto de piedras caídas.
Algunas eran bastante grandes.
Seguimos el camino, que subía y subía, a veces bastante angosto, preguntándonos cuándo sería el momento en que la nieve nos cortaría el paso.
Hubo algunas pérdidas de equilibrio en la nieve. Mientras más largas las piernas del que monta, menos caídas. En mi caso, sólo dejé caer la moto una vez, a metros de donde finalmente nos detuvimos y no pudimos avanzar más.
Ben tenía una ventaja por los neumáticos, mucho más agresivos que los nuestros. En un tramo logró adelantarse.
Esta nieve era distinta a la del Santuario de la Naturaleza. Aquí, era mucho más dura en partes, a veces con una capa de hielo encima, y los charcos por lo general eran simplemente superficies lisas de hielo.
Ese es Ben imitando a Han Solo en carbonita.
Llegó el momento de detenerse, porque ya a estas alturas las motos simplemente no podían con la nieve.
Subí un poco más a pie, para ver lo que había. Hielo, hielo, hielo.
Bajamos, y conectamos con el camino más ancho y más nuevo que va al Valle de la Engorda, y que comienza unos 7 km antes de llegar a los Baños de Colina.
Quedaba un poco de luz todavía, así que fuimos a investigar la yesera, la misma que conocí hace unos meses.
La yesera ya había cesado las operaciones por el invierno, y el camino de acceso tenía un montículo de tierra a forma de barrera. Cubierto con nieve, era difícil determinar su forma y composición reales.
Tomé velocidad, e intenté pasarlo. La moto se quedó atorada en la mitad. Ben tomó distancia, y la embistió, con el mismo resultado. Chico seguramente se dijo que esto sería juego de niños, y...
Una linda colección de tres huevones adornando el montículo.
Pisoteamos una sección, y pasamos en el segundo intento.
La nieve eventualmente impidió el avance, así que bajamos hasta los Baños de Colina.
Ahí, mientras conversábamos en la última luz del atardecer, se posó un pájaro sobre mi espejo, y nos miró.
Va sin decir que hacía un frío de la puta madre. La parte baja de mis jeans estaba tiesa con hielo, parecía cartón. Cuando llegamos a la estación de servicio de San José de Maipo, Chico me hizo notar las estalactitas de hielo que tenía el tapabarro.
Dicen también que el acceso es cuidado por una vieja enojona y caprichosa que a veces deja pasar gente, a veces no.
Run, Ben y su hermano, Chico y yo nos presentamos temprano una mañana en el portón, con la esperanza de pasar. Salió un chico joven a atendernos. Por más que insistiéramos de todas formas posibles, se negó a dejarnos pasar. Bien avanzado el intercambio, soltó que los animales bajarían hoy por el camino, los estaban arriando para el invierno. Ben intentó seducirlo con ofertas de oro y cuarenta vírgenes, pero ni parpadeó.
Y qué hacemos entonces? Conversamos un buen rato sobre las alternativas. Finalmente decidimos ir al Cajón del Maipo; esta vez intentaríamos llegar al Valle de la Engorda, que se encuentra cerca de los Baños de Colina. Así que partimos al Cajón.
Un muy lindo día.
A Chico le encantan los fósiles, así que paramos en un puesto que los vende.
Un pequeño detour a la cascada que estaba por ahí.
Es posible pasar por detrás de la cascada.
Una cantidad y variedad sorprendente de musgo adornaba la pared de piedra.
Y seguimos camino.
Por ahí por Baños Morales cruzamos el río, y dimos unas vueltas por el pueblo hasta dar con el viejo camino al Valle de la Engorda.
En el otro costado del valle, el Cerro Catedral.
Este camino ya no se usaba, y estaba cubierto de piedras caídas.
Algunas eran bastante grandes.
Seguimos el camino, que subía y subía, a veces bastante angosto, preguntándonos cuándo sería el momento en que la nieve nos cortaría el paso.
Hubo algunas pérdidas de equilibrio en la nieve. Mientras más largas las piernas del que monta, menos caídas. En mi caso, sólo dejé caer la moto una vez, a metros de donde finalmente nos detuvimos y no pudimos avanzar más.
Ben tenía una ventaja por los neumáticos, mucho más agresivos que los nuestros. En un tramo logró adelantarse.
Esta nieve era distinta a la del Santuario de la Naturaleza. Aquí, era mucho más dura en partes, a veces con una capa de hielo encima, y los charcos por lo general eran simplemente superficies lisas de hielo.
Ese es Ben imitando a Han Solo en carbonita.
Llegó el momento de detenerse, porque ya a estas alturas las motos simplemente no podían con la nieve.
Subí un poco más a pie, para ver lo que había. Hielo, hielo, hielo.
Bajamos, y conectamos con el camino más ancho y más nuevo que va al Valle de la Engorda, y que comienza unos 7 km antes de llegar a los Baños de Colina.
Quedaba un poco de luz todavía, así que fuimos a investigar la yesera, la misma que conocí hace unos meses.
La yesera ya había cesado las operaciones por el invierno, y el camino de acceso tenía un montículo de tierra a forma de barrera. Cubierto con nieve, era difícil determinar su forma y composición reales.
Tomé velocidad, e intenté pasarlo. La moto se quedó atorada en la mitad. Ben tomó distancia, y la embistió, con el mismo resultado. Chico seguramente se dijo que esto sería juego de niños, y...
Una linda colección de tres huevones adornando el montículo.
Pisoteamos una sección, y pasamos en el segundo intento.
La nieve eventualmente impidió el avance, así que bajamos hasta los Baños de Colina.
Ahí, mientras conversábamos en la última luz del atardecer, se posó un pájaro sobre mi espejo, y nos miró.
Va sin decir que hacía un frío de la puta madre. La parte baja de mis jeans estaba tiesa con hielo, parecía cartón. Cuando llegamos a la estación de servicio de San José de Maipo, Chico me hizo notar las estalactitas de hielo que tenía el tapabarro.
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