Embalse El Yeso y Termas Del Plomo
Ah, por dónde comenzar. Fue otra salida al Cajón, pero en cierta manera distinta a las otras. La mayoría de las cosas no cambiaron: fui solo, después de almuerzo, sol radiante.
Quizás por ser viernes, y no un fin de semana, o quizás por ser ya la temporada en que nadie va, porque comienza la nieve.
Sea lo que sea, lo disfruté mucho. Tomé la ida sin apuro. Iba equipado: set de herramientas, ropa para el frío, agua, aceite extra, kit de reparación de pinchazos y desmontadores. Tambíen la cámara, la fiel Canon A85, toda desgastada, abollada y pulida por los miles de km en el banano en el manubrio.
Por el camino hacia el Embalse El Yeso había pasado recientemente la niveladora. Venía de vuelta, haciendo la segunda mitad del camino. Me detuve a un costado, y comenzaron a aparecer cabras sobre la loma de un montículo de piedras y tierra. Una, dos, tres. Todas mirándome. Son curiosas.
Creo que ésta es la mejor época para ir al Cajón.
Y un zoom de lo anterior.
Y desde un poco más adelante.
El Embalse estaba de un color profundo y hermoso.
Las montañas alrededor, espolvoreadas con la primera nevada.
Y a lo lejos... bueno, para allá me dirigía.
No me topé con nadie en el camino.
Hace falta meter palabras entre las fotos?
Ese es el camino. Es sólo cuando aparece un vehículo en él que te das cuenta de la escala relativa del rodadero y todo lo que hay en la escena.
Al fondo, uno de los extremos del Embalse.
Desde ese extremo, mirando hacia atrás. Decidí salirme del camino, y recorrer la planicie. Al fin y al cabo, quién me apuraba?
Pude probar la suspensión más dura, luego del cambio de aceite de viscosidad 5 a 15. Al ser una planicie fluvial, habían ondulaciones bastante pronunciadas en el suelo, y al recorrerlas de lado a lado, pude ver qué tal andaba la suspensión. Nada mal. Mejor? Peor? No tengo idea.
Los colores, los colores!
Pasé un rato haciendo off-road, a baja velocidad, disfrutando el zig-zagueo entre las plantas secas, y a veces sobre ellas. Fue sólo al estar casi de vuelta en el camino que me di cuenta que eran plantas cubiertas de espinas. Y bueh.
Subí por la ladera del cerro, siguiendo uno de los tantos caminos que terminan en nada, caminos de exploración o explotación minera a pequeña escala.
Me detuve, no quise seguir subiendo, aunque había hecho caminos peores. No valía la pena. Seguramente tendría problemas para darme vuelta, y no tenía ganas de terminar con la moto en el suelo de nuevo.
Por encima mio pasó un cóndor, enorme, cerca, a unos 10 metros, no más. Silencioso, vi cómo bailaba apenas una que otra pluma chica. Se alejó, siguiendo el contorno del cerro. Volvió, pero más alto. Estaba subiendo, subiendo. No alcancé a fotografiarlo cuando pasó la primera vez.
Y bueh, perdí la oportunidad de fotografiar al cóndor.
Pero no! Volvió, aunque bastante más alto que antes.
Me puse mis cosas, y estaba a punto de dar vuelta la moto, cuando momentáneamente desaparece el sol, y quedo en sombra. Un avión? Miro hacia arriba, y a no más de 5 metros, un ave gigante, esta vez color marrón, volando lenta y silenciosamente sobre mi. Desmonté, esperé, me hice el muerto, pero no volvió.
El resto del camino lo recorrí sin novedad.
Excepto, claro, cuando di vuelta una curva, y me encontré con esto.
Nieve!
Contraste entre un cielo azul-violeta, un sol amarillo de tarde, una nieve blanca y radiante, confundida, sin saber a quién reflejar, y una tierra siempre rojiza.
De aquí en adelante peco de algo que he evitado en posteos anteriores: la repetición de fotos casi idénticas, o con pequeñas variaciones. Lo siento, pero no me aguanté. El paisaje lo ameritaba.
El problema de hacer esto, de colocar muchas fotos similares una tras otra, es que uno se satura, se des-sensibiliza.
Por eso hay que intentar colocar algo de texto entre las fotos. :-P
La foto anterior fue justo antes de cruzar el río. Ahora estaba manso, poco profundo. Lo crucé sin problemas, con gusto y entusiasmo mojándome los pies, feliz por mis botas impermeables, y seguí rumbo a las Termas Del Plomo.
Y llegué. Obviamente, estaban completamente desiertas.
Volví por donde vine, y luego me salí del camino, antes del río, para ver si era posible bajar por el valle pero por el otro lado. Las piedras se hicieron cada vez más grandes, hasta que pasó lo inevitable.
Pero por lo menos la vista era linda.
Di unas vueltas más antes de volver a cruzar el río.
Linda, no?
La suerte de esta moto de que la saquen a pasear a lugares como éste, no?
Linda!
Yo les avisé que iban a tener que aguantar fotos similares y repetidas, así que no se quejen.
Justo antes de cruzar.
Crucé el río y simplemente por diversión, avancé unos 30 metros, pero con la corriente, con el agua hasta la mitad de las tapas laterales del motor. Ah, el gusto de las botas impermeables.
No había avanzado más de 500 m del río, cuando noté que las piedras golpeaban bastante fuerte la suspensión delantera. Oh no, algo salió mal de la mantención que hice, y se me reventó una telescópica. Paré. Miré. No, lo mojado es sólo agua, no aceite. Seguí. Golpes fuertes, que se sentían claramente en el manubrio.
Paré otra vez. Miré: Aha! Eso era.
Tengo la rueda delantera pinchada. Pero con un día y paisajes tan lindos, no me molestó.
Moví la moto al sol, la tumbé, le quité la rueda delantera.
La mayor molestia era el dolor de cabeza que tenía, por la altitud. Qué altitud? Pues al intentar averiguar con Google, salió elcantardelalluvia.cl como primer y segundo resultado. Ejém, eso no me sirve!
Google Earth al rescate. 3000 m. Con razón me dolía la cabeza!
Hacía frío. Desmonté el neumático. El pinchazo fue por una espina. Lo parché, tomé algunas fotos.
Monté el neumático. Constantemente me felicitaba por estar bien equipado. Y pensar que en otros paseos sólo llevaba ese spray antipinchazos inservible.
Monté el neumático. Volví a casa con luna llena.
Quizás por ser viernes, y no un fin de semana, o quizás por ser ya la temporada en que nadie va, porque comienza la nieve.
Sea lo que sea, lo disfruté mucho. Tomé la ida sin apuro. Iba equipado: set de herramientas, ropa para el frío, agua, aceite extra, kit de reparación de pinchazos y desmontadores. Tambíen la cámara, la fiel Canon A85, toda desgastada, abollada y pulida por los miles de km en el banano en el manubrio.
Por el camino hacia el Embalse El Yeso había pasado recientemente la niveladora. Venía de vuelta, haciendo la segunda mitad del camino. Me detuve a un costado, y comenzaron a aparecer cabras sobre la loma de un montículo de piedras y tierra. Una, dos, tres. Todas mirándome. Son curiosas.
Creo que ésta es la mejor época para ir al Cajón.
Y un zoom de lo anterior.
Y desde un poco más adelante.
El Embalse estaba de un color profundo y hermoso.
Las montañas alrededor, espolvoreadas con la primera nevada.
Y a lo lejos... bueno, para allá me dirigía.
No me topé con nadie en el camino.
Hace falta meter palabras entre las fotos?
Ese es el camino. Es sólo cuando aparece un vehículo en él que te das cuenta de la escala relativa del rodadero y todo lo que hay en la escena.
Al fondo, uno de los extremos del Embalse.
Desde ese extremo, mirando hacia atrás. Decidí salirme del camino, y recorrer la planicie. Al fin y al cabo, quién me apuraba?
Pude probar la suspensión más dura, luego del cambio de aceite de viscosidad 5 a 15. Al ser una planicie fluvial, habían ondulaciones bastante pronunciadas en el suelo, y al recorrerlas de lado a lado, pude ver qué tal andaba la suspensión. Nada mal. Mejor? Peor? No tengo idea.
Los colores, los colores!
Pasé un rato haciendo off-road, a baja velocidad, disfrutando el zig-zagueo entre las plantas secas, y a veces sobre ellas. Fue sólo al estar casi de vuelta en el camino que me di cuenta que eran plantas cubiertas de espinas. Y bueh.
Subí por la ladera del cerro, siguiendo uno de los tantos caminos que terminan en nada, caminos de exploración o explotación minera a pequeña escala.
Me detuve, no quise seguir subiendo, aunque había hecho caminos peores. No valía la pena. Seguramente tendría problemas para darme vuelta, y no tenía ganas de terminar con la moto en el suelo de nuevo.
Por encima mio pasó un cóndor, enorme, cerca, a unos 10 metros, no más. Silencioso, vi cómo bailaba apenas una que otra pluma chica. Se alejó, siguiendo el contorno del cerro. Volvió, pero más alto. Estaba subiendo, subiendo. No alcancé a fotografiarlo cuando pasó la primera vez.
Y bueh, perdí la oportunidad de fotografiar al cóndor.
Pero no! Volvió, aunque bastante más alto que antes.
Me puse mis cosas, y estaba a punto de dar vuelta la moto, cuando momentáneamente desaparece el sol, y quedo en sombra. Un avión? Miro hacia arriba, y a no más de 5 metros, un ave gigante, esta vez color marrón, volando lenta y silenciosamente sobre mi. Desmonté, esperé, me hice el muerto, pero no volvió.
El resto del camino lo recorrí sin novedad.
Excepto, claro, cuando di vuelta una curva, y me encontré con esto.
Nieve!
Contraste entre un cielo azul-violeta, un sol amarillo de tarde, una nieve blanca y radiante, confundida, sin saber a quién reflejar, y una tierra siempre rojiza.
De aquí en adelante peco de algo que he evitado en posteos anteriores: la repetición de fotos casi idénticas, o con pequeñas variaciones. Lo siento, pero no me aguanté. El paisaje lo ameritaba.
El problema de hacer esto, de colocar muchas fotos similares una tras otra, es que uno se satura, se des-sensibiliza.
Por eso hay que intentar colocar algo de texto entre las fotos. :-P
La foto anterior fue justo antes de cruzar el río. Ahora estaba manso, poco profundo. Lo crucé sin problemas, con gusto y entusiasmo mojándome los pies, feliz por mis botas impermeables, y seguí rumbo a las Termas Del Plomo.
Y llegué. Obviamente, estaban completamente desiertas.
Volví por donde vine, y luego me salí del camino, antes del río, para ver si era posible bajar por el valle pero por el otro lado. Las piedras se hicieron cada vez más grandes, hasta que pasó lo inevitable.
Pero por lo menos la vista era linda.
Di unas vueltas más antes de volver a cruzar el río.
Linda, no?
La suerte de esta moto de que la saquen a pasear a lugares como éste, no?
Linda!
Yo les avisé que iban a tener que aguantar fotos similares y repetidas, así que no se quejen.
Justo antes de cruzar.
Crucé el río y simplemente por diversión, avancé unos 30 metros, pero con la corriente, con el agua hasta la mitad de las tapas laterales del motor. Ah, el gusto de las botas impermeables.
No había avanzado más de 500 m del río, cuando noté que las piedras golpeaban bastante fuerte la suspensión delantera. Oh no, algo salió mal de la mantención que hice, y se me reventó una telescópica. Paré. Miré. No, lo mojado es sólo agua, no aceite. Seguí. Golpes fuertes, que se sentían claramente en el manubrio.
Paré otra vez. Miré: Aha! Eso era.
Tengo la rueda delantera pinchada. Pero con un día y paisajes tan lindos, no me molestó.
Moví la moto al sol, la tumbé, le quité la rueda delantera.
La mayor molestia era el dolor de cabeza que tenía, por la altitud. Qué altitud? Pues al intentar averiguar con Google, salió elcantardelalluvia.cl como primer y segundo resultado. Ejém, eso no me sirve!
Google Earth al rescate. 3000 m. Con razón me dolía la cabeza!
Hacía frío. Desmonté el neumático. El pinchazo fue por una espina. Lo parché, tomé algunas fotos.
Monté el neumático. Constantemente me felicitaba por estar bien equipado. Y pensar que en otros paseos sólo llevaba ese spray antipinchazos inservible.
Monté el neumático. Volví a casa con luna llena.
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