Tuesday, June 24, 2008

Santiago En HDR

Por aquellos días caía mas lluvia de la que me habría gustado. Un aguacero habría estado bien: algo para limpiar el aire. Pero en vez de eso, se largó a llover, días y días. Primero un resfriado y ahora lluvia. Tendría que encontrar alguna otra manera de calmar mi impulso fotográfico.

Adquirí la costumbre de llevar mi cámara a todas partes. A donde fuera. Por esos días, también, había comenzado a conocer las bondades del CHDK, que permitía obtener funciones avanzadas en cámaras como la mia. Aprendí que lo único que usaba era el modo zebra, saber cuantos Volt tenían las pilas y naturalmente, la función de bracketing automático.

Éste último fue el catalizador para que comenzara una fase de experimentación con el HDR. Cómo lograrlo? Qué requiere? Cuándo resulta bien, cuándo no? Ahora la tarjeta de 1 GB se me llenaba en un día o dos: ya nada es igual cuando toda foto vale por cinco, o siete.

En el artículo pasado ya exhibí lo que es, para mi, el mejor ejemplo de lo que se puede lograr con el HDR. Vean:



Para otros, es una aberración. Me molesta esa actitud, no por ser defensor a ciegas de esta técnica (algunos dirían que es meramente un proceso, un procedimiento) sino porque dichas críticas confunden lo objetivo con lo subjetivo. Es posible producir imágenes de este estilo con el simple acto de oprimir un botón en la pantalla? Sí, es perfectamente posible. El resultado es notorio, interesante visualmente, válido en si mismo, sin importar su procedencia? Pues por supuesto.

Se critica principalmente, según he logrado ver, la falta de trabajo inherente en este proceso. La automatización. Pienso que esta crítica es perfectamente válida, pero solamente cuando el resultado es mediocre. A modo de ilustración, les invito a recordar los albores del "Arte Digital". Incluso estando un par de años a éste lado del cambio de milenio, todavía era posible encontrar gente usando Photoshop para copiar y pegar imágenes, rellenar con fondo repetitivo, usar la herramienta de aerógrafo con el mouse para dibujar rayas en neón (en resumen, hacer puras huevadas) y presentarlo como arte en una exposición "vanguardista". Lo dudan? Nadie más se acuerda de esa exposición en el edificio de la Telefónica? Esó sí que era una mediocridad con patas. Y habían contemporáneos suyos, en otras partes del mundo, creando verdadero arte, con habilidad, técnica y talento, desde hace rato.

Entonces qué estoy intentando decir? Estoy excusando de antemano las fotos que presentaré? Quizás no es tanto una excusa, sino más bien una explicación. Un prólogo: sepan que este tema tiene sus logros y sus falencias. Ya les explicaré.

Pues bien, volvamos al orden cronológico, es más, volvamos al comienzo, antes de la lluvia: Santiago en HDR, Versión 1:



Interesante, no? Parece ilustración. Ese es el hilo común que entrelaza la mayoría de estas fotos, y el objetivo que busqué lograr. En fin; esa foto fue tomada desde el cerro detrás de mi casa. Este otro, desde la oficina de Delta Airlines en Vitacura.



Hasta el momento, posiblemente he ofendido a más de algún purista. Lo que hace que estas imágenes sean distintas, especiales, atractivas, no es el mero hecho de haber juntado la información proveniente de cinco fotografías en una sola, permitiendo un enorme rango dinámico de luminosidad, sino el procesamiento posterior que se realiza para que este rango dinámico pueda comprimirse y la imagen pueda ser presentada en pantalla. Lo primero, se llama simplemente una foto High Dynamic Range. Lo segundo, lo que le da esa magia, es el proceso de Tone Mapping, más un toque de Local Contrast Enhancement. Es esto último lo que le da a estas imágenes la apariencia dramática, casi sucia.

Al día siguiente hubo sol, radiante sol. Y he aquí mi retrato de Escuela Militar.



Lo difícil fue corregir los defectos causados por los objetos en moviemiento. El programa que uso lo hace bastante bien, pero fue necesario darme una media hora con Photoshop para arreglar un montón de detalles. Y el nivel de ruido sube apreciablemente cuando se intenta lograr este efecto surreal, de ilustración. Diría que una imagen procesada por este medio termina con una resolución efectiva de la mitad de la resolución de las imágenes fuente. Simplemente se introducen demasiados errores, aberraciones, fallas. Además, el efecto visualmente interesante desaparece cuando la imagen se observa de cerca; es necesario procesarla visualmente como un todo.

Y un segundo intento, con menos tráfico.



Por aquellos días, también, una amiga cercana comenzaba a trabajar en el edificio Lan, en esa zona de edificios altos y modernos al lado del Parque Araucano. Acordamos hacer un picnic y, terminado éste, me dispuse a vagar por entre los gigantes especulares, buscando ángulos, tomas que podrían funcionar bien en HDR. Simultáneamente, intentaba tapar la cámara de la lluvia con un paraguas chico.

No era fácil: muchas de las tomas requerían un ángulo de elevación bastante alto, exponiendo la lente a las gotas, y siempre fue necesario encontrar un punto de apoyo para que las cinco imágenes fueran lo más parecidas posible. Pero cuando todo se daba, aparecían imágenes como ésta.



El sol partiendo las nubes, las otras nubes preñadas de lluvia en la distancia, y la tenue luz de la sala de eventos, en los últimos pisos– todo en una misma foto. He ahí una de las magias del HDR.

A veces el efecto era más sutil, y creo que es así como se usa el HDR en un contexto más profesional, simplemente para lograr una imagen, balanceada, sin áreas oscuras o sobreexpuestas.



A veces el efecto es psicodelia pura, imágenes de un sueño, visiones imposibles.



Escenas que son normales, pero al mismo tiempo no lo son.



La fosa para otro edificio gigante.



La lluvia había parado brevemente, pero volvió a caer. Y al mismo tiempo vemos muebles, luces de oficina y los edificios en la distancia. Y un pobre tipo deseando tener paraguas.



Mejoró el clima en los días siguientes, y repetimos el almuerzo, ahora en el Parque Araucano. En retrospectiva, quizás habría sido mejor alinear los faroles perfectamente, pero tuve que usar uno como apoyo. Esto fue un problema recurrente en las fotos que no incluí en esta selección. Los patrones, los colores, las texturas, todo bien. La composición: como las weas. El problema era el estar limitado a puntos de vista determinados por los posibles lugares de apoyo para la cámara.



Y ahora el edificio de Lan y los otros, mostrando simultáneamente los detalles de las partes más iluminadas de las nubes y las sombras bajo los árboles.



Una foto un poco más normal. Sólo un poco: el que sea posible distinguir las barras metálicas escondidas en la sombra, en la parte superior de la foto, ciertamente no es normal.






Agradecimientos a la modelo.



Ésta resultó bien. En esos días una amiga mencionó que este proceso era el que se usaba para algunas ilustraciones arquitectónicas. Me intrigó lo que dijo; me hubiera imaginado que todo sería realizado por artistas desde cero, ya sea en raster o 3D, pero quizás hay cabida para imágenes así una vez que el edificio está construído, y se puede fotografiar. Diseñadores, arquitectos, comenten.



Por detrás, cerca de la cafetería, mirando hacia los siemprepresentes Andes.



Al otro lado del grupo de edificios enormes y modernos se encuentran estos departamentos, completamente abandonados. Los descubrí porque un viejo con radio comenzó con la litanía pelotuda de esto es propiedad privada, está prohibida la fotografía, debe retirarse. Le hice caso. Para qué amargarle la mañana a un viejo bigotudo que logró conseguir buena pega por fin? Le deseé un excelente día. Y me fui, empujando la moto.



Notarán nuevamente que se distinguen los detalles del cielo raso, al mismo tiempo que los de las nubes. El efecto que se consigue es visualmente interesante, pero nuevamente la imagen no es perfecta; tiene detalles que obligan verla de lejos, en baja resolución. Y no es por ser detallista: les aseguro que las fallas que presenta se solucionarían sólo con una hora en manos de una persona ágil con Photoshop. Y yo no me considero ágil.

Estaba a punto de montar sobre la moto y partir, cuando me di cuenta que el viejo me había estado siguiendo, a unos veinte metros, desde el otro lado del edificio. Me está haciendo compañía? le grité, en el tono más amigable que podía gestar y una sonrisa de argentino en la cara. Creo que respondió algo por ahí como no, yo trabajo aquí. Algo así. Encendí la moto, crucé la calle, y me metí a los estacionamientos al costado del Parque Araucano. Eso me permitió ir en contra del sentido del tránsito de Presidente Riesco, dándome otras vistas interesantes.



En la foto anterior tuve que invertir unos treinta minutos en arreglar los cuatro elementos móviles. Estaban sus siluetas, pero su relleno era uno de artefactos, rayas y fallas del algoritmo de eliminación de objetos en movimiento. Tengo la ventaja de que estas fotos se presentarán en baja resolución; si quisiera imprimirlas, tendría que invertir un tiempo enorme en cada una.



Y otro día, camino ya a casa, al lado del Alto Las Condes.



Hacia el final del viaje, pasé por la Feria Santa Lucía, con Marina, mi prima. Quería comprar algunas cosas para llevar de vuelta a los yunai, cosas para decorar mi cuarto principalmente.



Entre micro y micro crucé la calle y apoyé la cámara en el muro.



La metamorfosis del Cerro Santa Lucía: de destino diurno elegante a dudoso hito nocturno.



Algunos se van a la Feria Santa Lucía después del colegio. Yo iba al Portal Lyon a veces, generalmente los viernes.



Y una última de la serie, de yapa, algún otro día, volviendo a casa a la hora del taco.



No tienen idea cuántas series de cinco fotos rechacé finalmente. Pasé gran parte de las tres semanas en Santiago tomando serie tras serie, y procesar cada una tomó unos diez minutos por foto. A veces volvía, las re-procesaba, intentando mejorar el efecto. Algunas series pasaron por un ciclo de hasta seis procesamientos, sólo para decidir finalmente que la foto no valía la pena.

Esta curiosidad por las HDR no terminó al volver a gringolandia. A los dos días de aterrizar, partí hacia Los Alamos. No suelo hacer esto, pero les presento un pequeño avance de los futuros artículos sobre mi tiempo aquí.


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Saturday, June 14, 2008

Cerro Pochoco

Corto y al punto: a pesar del frío que hacía ese día, acepté la invitación para conocer un destino nuevo: el cerro Pochoco.

A decir verdad, técnicamente el destino no era para nada nuevo: había subido hasta la cumbre hace unos años, con una amiga. Ella también frecuenta la Cordillera, y pertenece al otro bando de exploradores: los andinistas. Fue una salida de medio día; el Pochoco se sube en un par de horas.

La ruta que tomamos en la moto fue distinta, una que no conocía. Lo usual es subir a pie, pasando por una sección final de rocas enormes. Por el otro lado del cerro, en cambio, sube un camino.



Éramos un grupo chico: Daniel, Álvaro y alguien que no conocía, José Manuel, en una XL200 roja. No andaba nada mal.



Vista de Santiago? Cuál vista? No se veía nada. Nos concentramos únicamente en subir por el camino, una superficie engañadora en partes, extremadamente suelta y llena de rocas planas y filudas.



La verdad es que llega a dar un poco de vergüenza tener tanta dificultad en subir un camino hecho a máquina como éste, pero más no podíamos hacer.








Y en el camino, nos encontramos con esto:





Al llegar arriba, una sorpresa: muebles de patio. La mayoría rotos y apilados, seguramente para que el viento no se los llevara. Le quita un poco a la sensación de logro, no? No sólo te hicieron un camino, otros lo encontraron tan fácil que trajeron muebles de patio al cerro.



A estas alturas ya simplemente no había suficiente luz para sostener la cámara con la mano.



Para mi gran sorpresa, me encontré con el lugar donde nos detuvimos finalmente a descansar con mi amiga. Recuerdo haber mirado hacia atrás, haber visto loma tras loma, y recuerdo haberme preguntado hasta dónde sería posible llegar caminando, así como así. Nunca sospeché que habría un camino de acceso hasta ese punto.



En la distancia, el Manquehue.



Daniel se lanzó cuesta arriba, buscando la cumbre, el ruido de su motor cada vez más ténue, su luz apareciendo entre los arbustos a intervalos cada vez mayores.

Luego de la aventura de Daniel, ya casi no quedaba luz para la bajada.



Yo iba penúltimo. Cada tres curvas más o menos, esperaba a la XL200 que venía detrás, lento pero seguro.



Luego de que pasó, dejé caer la moto en una curva, pero nada serio. Creo que rodé una vez, de espaldas. Qué fácil es levantar la 250, me decía. Así cualquiera!

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