Sunday, April 13, 2008

Cabezón

Los gringos tuvieron una idea fantástica al inventar el Spring Break: una semana de vacaciones en la mitad del semestre de primavera, el segundo semestre del año. Sería mi primer bloque de vacaciones con la moto lista para salir de viaje. Había considerado ir a México, pero lo descarté por considerarlo demasiado ambicioso para una primera salida larga. Liz, una compañera del doctorado, me ofreció casa en San Francisco, donde estaría ella, pero saqué la cuenta y era demasiado tiempo y dinero. 1600 km de ida, varios cientos de km para explorar y 1600 km de vuelta me dejarían con el culo adolorido, la mente adormecida y un hoyo de unos $200 dólares en la billetera (si es que yo usara billetera)– y sólo por gastos de combustible.

Pensé en ir a Utah, Colorado, o algo por ahí en el norte de New Mexico, pero las noches todavía eran frías, y allá en el norte ciertamente haría más frío todavía.

Fue así como decidí ir a Arizona, a ver los cáctus saguaro, formaciones rocosas, y lo que se me cruzara. Fui de lugar en lugar comprando las cosas que necesitaría para el viaje. Un tiempo atrás me habían llegado las parrillas laterales que encargué por eBay. Me costaron unos $95 con envío y creo que valieron la pena.

Claramente no iba a gastar otros $150 en algún tipo de alforja para motos o bicis, así que me fui a Target y logré encontrar una mochila por $10. Me llevé dos.

La noche anterior a la partida, tenía todo listo, tirado en el piso del living. Mis dos roommate estaban de viaje ya: Rachel andaba visitando familia en Louisiana, y Stefan, el peculiar alemán, se había largado a San Diego en el tren para conocer.

Esa noche instalé los chicleres nuevos en el carburador, dejándola–por fin–con una carburación razonable. Cansado, dejé todo desparramado en el living, y me fui a dormir, con la idea de armar todo al día siguiente y partir.

Entonces, preguntarán mis gentiles lectores, Cabezón queda en Arizona? Es un pueblo llamado Cabezón, AZ?

No. Este no es un ride report de un viaje a Arizona.

A eso de las 4 am me desperté con la certeza absoluta de que en unos minutos estaría vomitando. Les parece familiar esa frase? Lamentablemente, hay razón para ello.

Esta vez, sin embargo, estaba solo en la casa, y sin acceso a algún tipo de antiespasmódico que me ayudara contra los calambres estomacales. Es un dolor muy fuerte, y da mucho susto, porque no sabes hasta qué punto llegarán los calambres y hasta dónde puedes aguantar. No se lo deseo a nadie.

Finalmente logré dormir a eso de las 7, 8 am. Los días que siguieron fueron días de no hacer nada, quedarse en cama, sintiéndose débil y mal.

Finalmente, no fui a ninguna parte en Spring Break.

Un tiempo después, se presentó un fin de semana de buen clima y decidí salir de paseo. A pesar de ser sólo un day trip, instalé las mochilas en la moto, cosa de unos cinco minutos, y los llené con cosas útiles y necesarias. Incluso decidí llevar dos cámaras interiores de repuesto. Si tenía el espacio y el peso no era un problema, por qué no?

Armé las cosas y partí hacia el nor-oeste, tomando la 550 desde Bernalillo, hacia San Ysidro. Steve me contó sobre un camino de tierra que partía unos kilómetros antes del pueblo, y fue ese el que tomé, dibujado en fucsia. Eso me llevó hacia Cabezón Peak, y las otras agujas volcánicas del sector. La vuelta fue por la 550, el camino rojo, con las Jémez a mi izquierda, al atardecer.

El archivo KMZ para Google Earth se encuentra aquí.



La pasada hacia el camino de tierra, justo antes de San Ysidro, lucía un cartel–desteñido por el sol–que alertaba que el territorio tras el cerco pertenecía al Pueblo Zuni. Al otro lado de la entrada, otro cartel, diciendo que el camino era propiedad de la minera tal-y-tal. Saqué mi mapa de cuatro dólares, comprado en una estación de servicio en alguna parte rural, y confirmé que el territorio del pueblo Zuni comenzaba en ese punto, pero se extendía solamente hacia el sur del camino. Y la minera estaba ubicada a unos doscientos metros al norte del punto donde estaba parado. Una línea ténue y blanca indicaba la ruta seguida por el camino en cuestión, y no pasaba por ninguno de los dos territorios. Guardé el mapa, bajé mi visera, enganché en primera y partí ronceando la rueda trasera, dejando una nube tras de mi, mi voz interior recitando el ya tradicional mantra piiiiiiiiiiiiiiiiico en el ojooooooooooooooooooooo...

El camino era monótono, polvoriento, pero sólido. De vez en cuando veía caminos laterales, y mi curiosidad aumentó hasta que finalmente tomé uno de esos caminos.

Comenzaron los leves cerros, asuntos de una veintena de metros de alto, arenosos y rocosos.



Ah, éstas son las parrillas laterales y las mochilas.



Iba siguiendo uno de los caminos laterales, feliz de que comenzara a serpentear por un costado de un cerrito. La felicidad dio paso a concentración y patadas en el suelo, cuando la superficie firme se convirtió en nada más que grandes áreas arenosas divididas por rocas semi-sumergidas en la arena. Y no tengo claro cómo pasó, pero dejé caer la moto por primera vez.



La hora de la verdad. Podría levantarla? 150 kg en seco, más 11 kg en el estanque, el peso de los dos litros de aceite y las tres mochilas. Mientras sacaba fotos y contemplaba la situación, noté que del foco caía bencina. Bencína? Resultó provenir del tubo de ventilación de la tapa del tanque. Qué porquería: en mi 250, con la tapa de fábrica, no sucedía esto.

Intenté levantarla varias veces, sin resultados. Sí, con la técnica de la espalda, con ésta técnica, la otra técnica y todas las que conocía. Al final cavé un hoyo con el pie debajo de la rueda trasera, para que el pivotearla fuera más fácil, y la levanté con fuerza bruta, con una postura no muy sana para mi espalda. Felizmente, no quedé parapléjico, y seguí andando.



Luchaba contra la arena, y parecía estar teniendo dificultades enormes para mantener una línea recta. Había perdido la calma tan fácilmente? Una caída tan lenta me había quitado lo que se requiere para maniobrar en situaciones complejas? No: la rueda delantera estaba torcida hacia un lado.

Bajé hacia lo plano nuevamente, ya que no sería posible seguir así, y evalué la situación. Ven el problema?



Me saqué la chaqueta, abrí el conveniente bolso trasero de herramientas. Solté los ocho pernos del triple clamp; no mucho, sino simplemente lo suficiente como para que las telescópicas pudieran girar levemente bajo la aplicación de una fuerza minuciosamente calculada y delicadamente aplicada.

Tomé dos pasos hacia atrás, y le di una patada formidable a la rueda delantera. Me acerqué a mirar. No? Todavía no? Dos patadas más. Ahí sí.

Me pregunto qué habría pensado un observador nativo, observando la situación a través de un túnel temporal.

Apreté los pernos, cargué las cosas, y partí.



Esas rocas en la distancia, cómo llegar a ellas? (click).



Un experimento con HDR.



Logré apartarme del camino secundario, y me encontré repentinamente con una ausencia total de camino. Había simplemente desaparecido. Por doquier habían arroyos secos, con sus consecuentes caídas verticales de entre 30 cm y un metro; grietas, piedras, arbustos y mucha arena por todas partes.



La moto se siente pesada en este territorio. Luego de dejarla caer, había vuelto a tener esa delicadeza y cautela que generalmente te juegan en contra. En una pasada de rocas grandes, sin apoyo para los pies, en la 250 habría pasado a lo kamikaze, dejando que la inercia y la suspensión hicieran lo suyo. Aquí, pasé como abuelita, centímetro a centímetro, precisamente con esa técnica que generalmente termina con la moto en el suelo. (click)



Pero no la dejé caer, y después de un rato, me dije fuck this, y comencé a buscar alguna manera de volver al camino. Me tomó un buen tiempo. Y no, esto no es un camino:



Esto tampoco.



Ustedes se preguntarán cómo era que había llegado finalmente a terreno abierto, sin cercos, carteles, indios enfurecidos ni nada por el estilo. Simple: es tierra BLM, que quiere decir Bureau of Land Management; básicamente tierras del estado, abiertas para cualquiera.

Buscando salir de la zona, había subido uno de los cerritos, desde donde podía ver por dónde pasaban los arroyos secos y otros obstáculos infranqueables.



(click).



El problema ahora era poder volver a bajar a lo plano. (click)



Algunas de las rocas eran claramente de origen volcánico.



Volví al camino principal de tierra, y había justo acelerado a una velocidad de crucero, cuando vi a mi izquierda las mismas formaciones rocosas que había estado tratando de alcanzar a campo traviesa durante media hora, cruzando cuidadosamente arroyos arenosos, subiendo por laderas sueltas y navegando mi bote por las lagunas de arena. Y ahora, bastaba con tomar un camino lateral, y llegaría.



Aunque la roca tenía una que otra marca humana, sonreí pensando en el estado deplorable en el que se encontraría si esta roca estuviera en Chile. Es cultura, o número de visitantes?



Aquí uno nunca puede escapar de los trazos de aviones en el cielo.



Más adelante, más formaciones.



Otro experimento con HDR.



Eventualmente llegué a terreno abierto. Hacia el sur y hacia el norte corría este camino, pasando por una estación de bombeo de gas. (click).



Y esta era, finalmente, la recta larga que había visto en el mapa. Kilómetros y kilómetros de tierra compactada, ondulaciones de terreno. Por fin me sentí absolutamente libre de soltar la bestia.



Y en las autopistas? preguntarán seguramente algunos gentiles lectores. Ni siquiera ahí te sientes con la libertad de darle a fondo?

No, ni siquiera ahí. La moto excede fácilmente los 120 km/h–el límite en los freeway–, y la situación con los pacos es muy tensa para mi. Esto lo expliqué hace algunos días en el foro Adach:
A veces me armo de coraje y le pongo. Pero los pacos están en todas partes, y el esfuerzo por cagarte consta de un empeño admirable.

De hecho, no sé si sabían, pero habitualmente veo autos policiales sin marcas, blancos enteros, a veces negros, y sólo puedes saber que son autos de pacos por las tiras de luces LED en la parte superior e interior del parabrisas. Eso, y lo maneja un hombre blanco, joven, de unos 30, y de pelo corto y camisa negra de mangas cortas. Nada más.

Y no, no son tiras–policías de investigaciones, no andan en operaciones especiales. Se te ponen detrás en la autopista o en la ciudad, hasta calles residenciales enanas, y te controlan.

El ser controlado es una experiencia estresante.

Se te pone detrás un auto policial, y con sirenas y luces hace que te detengas.

Te detienes.

Pones tus manos sobre el volante. En serio. Si no lo haces, él asumirá que tienes un arma y quizás saque la suya.

Sea de noche o de día, las luces del auto policial estarán en alta, y la luz auxiliar manibroable que tienen instalado en el auto apunta directo a la nuca del conductor detenido.

Cualquier movimiento es visible, y causará alerta.

El argumento es que esto lo hacen por su propia seguridad; dado que aquí cualquiera puede portar un arma (y lo hacen), tienen que asumir que estás a punto de dispensar fuerza letal hacia ellos. Y, consecuentemente, ellos están listos para hacer lo mismo contigo.

Lo de los autos sin marca me pone los pelos de punta. Siempre es la misma marca de auto: un Ford Crown Victoria, usado casi exclusivamente por el gobierno: los autos de la U, los autos del estado y los pacos.

La verdad, el paralelo con los Ford Falcon en la Argentina de los '70 y '80 da náuseas. Y si no saben qué significado tienen los Ford Falcon allá, no le pregunten a un argentino. Le amargarán el día.
Sí, es una situación tensa.

Allá, en la distancia, la parte oeste de los Jémez.



Por fin estaba cerca: éste era mi destino principal. Cerro Cabezón.



Estanques de agua para los animales.



Y otra HDR.



Desde que salí de San Ysidro, no había visto a nadie. A nadie!



Los elevadores de manubrio, o risers, que había instalado hace unos días, facilitaban enormemente el andar parado. Por fin una moto que no me queda tan chica.



Seguí hacia el norte; las ondulaciones del terreno y mis 120 km/h o por ahí permitían el milagro del vuelo porcino.

Hablando de chanchos: el Río Puerco.



No es más que un riachuelo, y sus riberas son–en partes– blancas por sales acumuladas. Parece escarcha.



Ya al otro lado del Río Puerco, me esperaba otro tipo de paisaje.



Se acuerdan de Encuentros Cercanos, esa película de Spielberg? En la que un tipo se obsesiona con una montaña (sin saber cuál era) y llega al punto de producir montañas de puré, montañas de barro, montañas montañas montañas, todas de cima plana? Cabezón no es Devil's Tower, pero se parece un poco.



Al lado del camino encontré un montículo de unos diez, veinte metros de altura, y una empinada huella que subía por su costado. Subí, y ésta era la vista. (click)



Mi camino me llevó a cruzar nuevamente el Río Puerco, esta vez sobre un puente.



Ya del otro lado, no era una silueta, sino parecía una enorme maqueta colorida.



Seguramente habría algún camino para acercarse más. Ahora iba hacia el sur, por el lado oeste del cerro.



En la distancia, otros cerros similares.



Aha! Encontré la pasada. "Cabezón is derived from the Spanish noun 'Cabeza'." Ahora saben.



Qué tanto sería posible acercarse?



Llegué al final del camino corto de acceso, y me detuve. Éste sería un buen lugar para almorzar. Saqué mi sandwich de queso con pan hecho en casa (producto de mi maravillosa máquina de hacer pan) y miré a mi alrededor.



Será ese el Cerro de Guadalupe?



Las nubes iban y venían. Las mochilas no son tan fáciles de abrir y cerrar, pero por diez dólares están mejor que bien.



Terminé mi comida, regué las plantas, y seguí hacia el sur. Allá, lejos nuevamente, está Cabezón.



El paisaje cambió otra vez.



A dónde me llevaría este camino?






Me imaginaba cómo sería que éstas fueran tus tierras, tu mundo, tu universo: aquí naciste, aquí cazas, aquí siembras. Hasta que un día, llegan unos tipos de casco plateado...






La ausencia de cercos te pone sospechoso, luego de tanto encierro. Y si justo aparece un ranchero? Y si justo pasa alguien?



Hay que aprovechar nomás. (click)



Y mirando hacia el otro lado: (click)



Cómo será escalar esas torres, llegara a la cima, mirar el valle?



De ahí, seguí el camino, rodeando cerros y quebradas. De la nada, esta casa de adobe.



Unos kilómetros más allá se acabaría el camino, "Private Property".



Qué vista tenía la casa.



Cuántos años tendrá? En verano, las tormentas acarrean lluvias torrenciales varias veces por semana. Cuántos años de lluvia habrán hecho esto?






Luego de la media vuelta debido al fin del camino, tomé otra rama, y ésta también terminó en un acceso privado. Era hora de regresar. (click)



Estas escenas me recuerdan a los National Geographic que mi papá traía a casa en los '80.



Y nuevamente nos encontramos con el maldito problema de saber si es vaca o toro. Vaca... o toro. A ver, date vuelta, ponte de lado, bovino gilipollas...



Eran vacas. (click).



Regresando al camino principal de tierra, vi un caserío en la distancia. Mi mapa decía que esto era el pueblito de Cabezón.



Otro puente, otro arroyo seco.



Vivirá alguien aquí?



Restos de la reparación del puente.



Cuál puente, dicen? Éste puente.



Y de ahí, asfalto.



Las Jémez.



La 550 es una autopista rápida, y fue grato poder volver sin rodeos.



Ah, pero faltaba la despedida.



Y de horizonte a horizonte: (click)



Un poco más adelante, mirando hacia el otro lado. (click)



Y, aunque no lo crean, otro risco similar, pero una decena de kilómetros más al sur, y ahora a mi derecha. Eso no es nieve ni escarcha; son sales. (click)



La última vista antes de esconderse el sol. (click).



Volví a casa, contento por la velocidad de crucero, sabiendo que había sido un buen paseo. Un poco solitario, pero un buen paseo a pesar de todo.

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