Retrospectiva Fotográfica 2006
Ya sé, ya sé. Quizás sea una excusa barata para generar contenido en un momento en el cual tengo la moto todavía parada en el taller, gracias al glacial proceso de resolución del choque (los detalles vendrán cuando todo este proceso haya terminado, porque me tiene hasta las bolas y no quiero hablar de eso).
El Cantar de la Lluvia tiene más de un año de existencia ya, y creo que sería agradable hacer una retrospectiva de las mejores fotos que he tomado el 2006, según mi no tan humilde criterio.
Anticipo que haré trampa: incluiré una que otra del 2005, para no dejarlas fuera.
Prólogo: Finales del 2005
El 2005 fue el año en el que compré mi primera moto. La historia la he contado varias veces, pero creo que nunca la conté en el blog. Había ido a Buenos Aires, como tantas otras veces, a ver a Julián, a vivir la maravillosa vida bonaerense, a conocer mejor a mis primos, Oli y Tommy, a los que descubrí recién el 2004. Cosas van, cosas vienen, y Oli me invita a pasar un tiempo en Jacinta, la estancia de los O'Dwyer en Entre Ríos, por ahí cerca de General Galarza.
Al llegar, descubrí que Oli tiene moto. Hm. Las motos las miraba como algo ajeno, peligroso, vehículo de suicidas. Nunca me había fijado en ellas de manera positiva, quizás por no querer caer nunca en la tentación de tener una. Recuerdo que tenía cosas muy duras para decir de los que andaban en moto, cosas nada buenas. Así que, en absoluta concordancia e imbuido de un espíritu de consecuencia y racionalidad abrumadores, un día, de la nada, quizás sobre el almuerzo, quizás sobre una banana con dulce de leche, le pregunto a Oli: Che Oli, me enseñás a andar en moto? Pues sí, me respondió, como si fuera lo más natural y simple del mundo.
Ah, esta es Oli:
Salimos al pasto, bajo los árboles enormes que rodean la casona, y me habló del embrague, los cambios, cuidado con no darle al acelerador cuando le des la patada porque te pega de vuelta, etc. Lo de siempre. La eché a andar y en unos segundos estaba rodando por el pasto, sintiendo esa deliciosa sensación de la suspensión sub-amortiguada, era como flotar en un bote. Me gustó. Me gustó mucho. Practiqué andando por la entrada a la estancia, bajo los álamos, esquivando raíces ocultas en sombra y sintiendo la frescura del viento, primera frescura que sentía desde... probablemente desde alguna tienda con aire acondicionado en la Capital. Creo que no pasé de tercera. Al rato entré a buscar el casco, y salí a recorrer. Así como así. En retrospectiva, tiene perfecto sentido. Me reconozco en ese acto, con lo que ahora sé de mis viajes y paseos, pero en el momento, simplemente hice lo que parecía más natural. Y partí.
Caminos de tierra entre enormes campos de la pampa húmeda, bichos, humedad y viento, nubes increíbles. La sonrisa que tenía en la cara no la había tenido nunca. No se me iba con nada. Me pregunté si era posible tener calambres por sonreír tanto. Parece que no.
Andando, andando, tomando muy lentamente las curvas cerradas de 90 grados entre cada terreno, practicando el frenado, los cambios. Paré un par de veces simplemente para practicar el encendido de la moto, por precaución.
Pasó media hora, una hora. El sol, casi horizontal. Un campo lleno de vacas al costado del camino, y paré. En ese preciso instante, apenas se detuvo el motor, todas me miraron. Saben lo que es que centenares de vacas blancas y negras te miren de frente repentinamente? Mugí, por cortesía, y quedó la cagada. Comenzaron a mugir a coro, según recuerdo.
Y así. Ese tipo de cosas sucedían.
Esa noche, me perdí. Supe volver a la carretera, pero no había calculado cuánto me había alejado de la estancia. Por suerte paré a una camioneta en uno de los caminos secundarios, y resultó conocer a los O'Dwyer, y la moto, y a Oli. Me indicó el camino a seguir, y habré hecho unos 20 o 30 km en la carretera, de noche, a 80 km/h, los bichos impactando la visera cada tanto. Llegué a la estancia, y por suerte no estaban tan preocupados por mi ausencia.
En los días que siguieron, salí a recorrer, pero casi siempre con Oli, para ir a tomarse unos mates al río, o siguiendo a la camioneta, como excusa para poder andar un poco más en la moto.
Esta perrita se enamoró de mi. Cada vez que yo la miraba, se tiraba de espaldas, entregada por completo. Además, me "defendía" de los otros perros (todos muy tranquilos).
Una de esas salidas con la camioneta, la moto y la madre de Oli fue al almacén local. De noche, a unos 30 minutos de la estancia por caminos polvorientos, cantos de grillos y luces intermitentes de luciérnagas. Una luz solitaria en el porche como único indicio de que había alguien. Afuera, una que otra silla de madera en mal estado, algún afiche de cerveza Quilmes desteñido por el sol. Adentro, un simpático y generoso dueño, amigo de la familia, con quien compartimos galleta (pan duro en rodajas), mortadela y Quilmes.
Eventualmente llegó la hora de volver a Buenos Aires, y me fui, con la firme intención de volver a montar una moto lo antes posible. Y ya saben en qué quedó eso.
Volví, y varios días después, volvió Julián, quien había estado viajando por Brazil. Llegó cansado. Mucha joda.
Yo me dediqué a recorrer, recorrer, recorrer. Esta foto, sacada mientras comía pizza en un restorán en el centro, en Av Córdoba quizás. Mientras comía, sacaba mil y una fotos de los transeúntes. Esta es la única que valió la pena.
Y después, la vuelta a Chile. A mi derecha, Tommy, mi primo, y luego Sergio.
Del 2005 falta, no crean que ahí termina la cosa.
Feliz con mi nueva moto, una XR 125 L, partí a recorrer a donde pudiera llegar. Uno de esos viajes, El Carburador y Yo, me llevó a conocer Valle Nevado en el Otoño, al atardecer.
Un frío como para morirse, particularmente dado el equipo precario que tenía.
El 2005 también me llevó a varios lugares con Ben Kenobi. Conocí su NC30, y hasta el día de hoy a veces tengo sueños con esa moto (y literalmente: anoche soñé precisamente eso).
Con el maestro Kenobi exploramos Laguna Verde y otros caminos aún peores.
De hecho, estos paseos serían un augurio del camino que ambos tomaríamos a futuro en términos de nuestras adquisiciones de motos. Él, un cambio radical, de NC30 a Transalp; yo, más entendible, de XR 125 L a XR 250 R.
También anduve de paseo por los cerros detrás de San Carlos de Apoquindo.
En Noviembre del 2005 fui a Las Trancas, para una conferencia del grupo Milenio de Óptica Cuántica, un buen tramo en la moto. Un viaje espectacular.
Verano 2006
Con la llegada del año nuevo se planeó un viaje a Talca. El viaje estuvo bueno; recuerdo que mientras algunos se recuperaban de la caña de una despedida de soltero, otros lidiábamos con un resfriado desagradable y con la idea de que se nos había quedado el saco de dormir en Santiago.
Ahí nos encontramos todos con una mezcla extraña de buena y mala suerte, presentado en forma de una calle cubierta de aceite.
Desilusión:
Pero no pasó nada grave, Octanito hizo de pararrayos con la mala suerte grupal, y fue un paseo netamente positivo.
En Febrero pasaron muchas cosas, cosas sobre las cuales quizás escriba en el blog. Quizás no. Tengo una tonelada y media de fotos de ese período... pero por el momento las siento fuera de contexto, y con demasiado bagaje emocional.
Volví a Chile, y me lanzé a la compra de otra moto. Fue bautizada con Ben en un paseo a Valle Nevado.
Otoño 2006
Llegó el Otoño, de esa manera imperceptible con la que suele llegar a Santiago. Para poner a prueba la parrilla nueva de mi moto, nos fuimos a acampar con Ben a Siete Tazas.
En Otoño también fuimos de paseo a Olmué y Con Con, con los chicos de la Adach, y tuve mi primera pana mecánica (nada serio). Esta foto increíble, por Camilo.
También fuimos a Portillo.
Nos quedó gustando eso de cargar la moto como mula y partir a acampar en alguna parte, así que lo volvimos a hacer, esta vez en Colliguay.
Y lo que vino después, en las últimas del Otoño, para mi marcó un antes y un después. Mi primera excursión en serio al Cajón del Maipo, a las Termas del Plomo. Ya ningún paseo sería igual.
Invierno 2006
Apenas un tiempo después del paseo a las termas, volví al Cajón, esta vez a La Mina, y el Invierno se hizo sentir.
Con algunos días de buen clima, me escapé a Laguna Verde con Francisco, en lo que sería la primera de varias salidas a este destino y con este caballero, y a veces solo.
En Junio nos largamos todos a Coquimbo, La Serena y Valle del Elqui por unos días, y esto estuvo bastante entretenido. La vuelta estuvo buena también.
Por ahí por esa época le agarré el gusto a la Cuesta La Dormida, luego de haber pasado por ahí varias veces en busca de empanadas, a Olmué.
Por esa época también le encontré la gracia a Google Earth: me permitía identificar rutas y senderos escondidos. Volví varias veces para ver a dónde llevaban dichos senderos.
Tiempo después, Andrés había iniciado la construcción de su casa en Curacaví recientemente, y me invitó a pasear por la zona.
Desde Google Earth, y desde la Cuesta La Dormida, había espiado un cerro, llamado El Roble, el que al parecer tenía una ruta hacia su cumbre. Intenté llegar, pero no pude.
Y como última salida invernal, me fui a Leyda, a conocer las carreras de 400 cc. Qué increíble, señores! Quedé embobado por días.
Y todo gracias a este caballero.
Primavera 2006
Llegó la primavera, carajo! Y nos vamos a la cordillera, porque claro, obviamente la madre naturaleza respeta las fechas y todo eso, no? No?
Pasó un tiempo, y ya con mejor clima, partí al Cajón de nuevo, pero esta vez a los Baños de Colina.
Nuevamente esos paisajes...
... y para colmarlo todo, un baño espontáneo en las termas!
Otro intento más al Cerro El Roble, y esta vez con éxito! Y los lentes de sol chuecos.
En la siguiente visita a Laguna Verde, la supremacía de Fran en esos terrenos quedó clara, y quedó clara también mi ineptitud.
Con Ben volvimos a la Laguna de Aculeo, tratando de duplicar una ruta que hicimos el año pasado, pero no fue posible cruzar un cierto río. En vez de eso, descubrimos las ruinas de una fábrica o mina.
En primavera también volví a Lagunillas, un lugar donde no había estado hace años y años, para recobrar para mi lo que alguna vez fue de otros.
Todo este tiempo estuve, en realidad, esperando que se deshielara el camino a Termas del Plomo. Cuando pensé que estarían despejadas, intenté llegar, pero no pude.
Con Jano fuimos a recorrer los cerros de Lampa, detrás del aeropuerto.
Otra vez más al cajón, y esta vez me encontré con un bicho raro: un elemento de la fauna Santiaguina, visto rara vez por aquí, lejos de su hábitat natural. En este viaje aprendí que los caballos también se acuestan.
Para despejar la mente luego de ese paseo, salí con Andrés, a recorrer Chicureo.
Llegó Noviembre, y con él, la conferencia Quantum Optics III en Pucón. Tenía pensado ir en la moto, pero no fue posible.
Y... por qué no hay encabezado de "Verano 2006"? Por culpa de una conductora que no miró bien al doblar a su izquierda, cruzando por delante mio. Agradézcanle a ella la falta de updates al blog y mi mal humor en general. Lo que sí diré, las XR son unos tanques.
Pero para no terminar sobre una nota tan negativa, falta mencionar mi segunda ida a las carreras en Leyda, más espectacular que la primera.
Y con esto, señores, señoritas y criaturas varias, se cierra el 2006. Un año de cambios, de viajes más lejanos, más polvorientos, más hermosos. Y también mi primer accidente.
A todos ustedes, gracias por leerme, por postear comentarios, y por las felicitaciones que llegan de por aquí y por allá, que siempre me sorprenden.
Feliz año nuevo!
El Cantar de la Lluvia tiene más de un año de existencia ya, y creo que sería agradable hacer una retrospectiva de las mejores fotos que he tomado el 2006, según mi no tan humilde criterio.
Anticipo que haré trampa: incluiré una que otra del 2005, para no dejarlas fuera.
* * *
e.l..c.a.n.t.a.r..d.e..l.a..l.l.u.v.i.a
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el primer año en fotos
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el primer año en fotos
Prólogo: Finales del 2005
El 2005 fue el año en el que compré mi primera moto. La historia la he contado varias veces, pero creo que nunca la conté en el blog. Había ido a Buenos Aires, como tantas otras veces, a ver a Julián, a vivir la maravillosa vida bonaerense, a conocer mejor a mis primos, Oli y Tommy, a los que descubrí recién el 2004. Cosas van, cosas vienen, y Oli me invita a pasar un tiempo en Jacinta, la estancia de los O'Dwyer en Entre Ríos, por ahí cerca de General Galarza.
Al llegar, descubrí que Oli tiene moto. Hm. Las motos las miraba como algo ajeno, peligroso, vehículo de suicidas. Nunca me había fijado en ellas de manera positiva, quizás por no querer caer nunca en la tentación de tener una. Recuerdo que tenía cosas muy duras para decir de los que andaban en moto, cosas nada buenas. Así que, en absoluta concordancia e imbuido de un espíritu de consecuencia y racionalidad abrumadores, un día, de la nada, quizás sobre el almuerzo, quizás sobre una banana con dulce de leche, le pregunto a Oli: Che Oli, me enseñás a andar en moto? Pues sí, me respondió, como si fuera lo más natural y simple del mundo.
Ah, esta es Oli:
Salimos al pasto, bajo los árboles enormes que rodean la casona, y me habló del embrague, los cambios, cuidado con no darle al acelerador cuando le des la patada porque te pega de vuelta, etc. Lo de siempre. La eché a andar y en unos segundos estaba rodando por el pasto, sintiendo esa deliciosa sensación de la suspensión sub-amortiguada, era como flotar en un bote. Me gustó. Me gustó mucho. Practiqué andando por la entrada a la estancia, bajo los álamos, esquivando raíces ocultas en sombra y sintiendo la frescura del viento, primera frescura que sentía desde... probablemente desde alguna tienda con aire acondicionado en la Capital. Creo que no pasé de tercera. Al rato entré a buscar el casco, y salí a recorrer. Así como así. En retrospectiva, tiene perfecto sentido. Me reconozco en ese acto, con lo que ahora sé de mis viajes y paseos, pero en el momento, simplemente hice lo que parecía más natural. Y partí.
Caminos de tierra entre enormes campos de la pampa húmeda, bichos, humedad y viento, nubes increíbles. La sonrisa que tenía en la cara no la había tenido nunca. No se me iba con nada. Me pregunté si era posible tener calambres por sonreír tanto. Parece que no.
Andando, andando, tomando muy lentamente las curvas cerradas de 90 grados entre cada terreno, practicando el frenado, los cambios. Paré un par de veces simplemente para practicar el encendido de la moto, por precaución.
Pasó media hora, una hora. El sol, casi horizontal. Un campo lleno de vacas al costado del camino, y paré. En ese preciso instante, apenas se detuvo el motor, todas me miraron. Saben lo que es que centenares de vacas blancas y negras te miren de frente repentinamente? Mugí, por cortesía, y quedó la cagada. Comenzaron a mugir a coro, según recuerdo.
Y así. Ese tipo de cosas sucedían.
Esa noche, me perdí. Supe volver a la carretera, pero no había calculado cuánto me había alejado de la estancia. Por suerte paré a una camioneta en uno de los caminos secundarios, y resultó conocer a los O'Dwyer, y la moto, y a Oli. Me indicó el camino a seguir, y habré hecho unos 20 o 30 km en la carretera, de noche, a 80 km/h, los bichos impactando la visera cada tanto. Llegué a la estancia, y por suerte no estaban tan preocupados por mi ausencia.
En los días que siguieron, salí a recorrer, pero casi siempre con Oli, para ir a tomarse unos mates al río, o siguiendo a la camioneta, como excusa para poder andar un poco más en la moto.
Esta perrita se enamoró de mi. Cada vez que yo la miraba, se tiraba de espaldas, entregada por completo. Además, me "defendía" de los otros perros (todos muy tranquilos).
Una de esas salidas con la camioneta, la moto y la madre de Oli fue al almacén local. De noche, a unos 30 minutos de la estancia por caminos polvorientos, cantos de grillos y luces intermitentes de luciérnagas. Una luz solitaria en el porche como único indicio de que había alguien. Afuera, una que otra silla de madera en mal estado, algún afiche de cerveza Quilmes desteñido por el sol. Adentro, un simpático y generoso dueño, amigo de la familia, con quien compartimos galleta (pan duro en rodajas), mortadela y Quilmes.
Eventualmente llegó la hora de volver a Buenos Aires, y me fui, con la firme intención de volver a montar una moto lo antes posible. Y ya saben en qué quedó eso.
Volví, y varios días después, volvió Julián, quien había estado viajando por Brazil. Llegó cansado. Mucha joda.
Yo me dediqué a recorrer, recorrer, recorrer. Esta foto, sacada mientras comía pizza en un restorán en el centro, en Av Córdoba quizás. Mientras comía, sacaba mil y una fotos de los transeúntes. Esta es la única que valió la pena.
Y después, la vuelta a Chile. A mi derecha, Tommy, mi primo, y luego Sergio.
Del 2005 falta, no crean que ahí termina la cosa.
Feliz con mi nueva moto, una XR 125 L, partí a recorrer a donde pudiera llegar. Uno de esos viajes, El Carburador y Yo, me llevó a conocer Valle Nevado en el Otoño, al atardecer.
Un frío como para morirse, particularmente dado el equipo precario que tenía.
El 2005 también me llevó a varios lugares con Ben Kenobi. Conocí su NC30, y hasta el día de hoy a veces tengo sueños con esa moto (y literalmente: anoche soñé precisamente eso).
Con el maestro Kenobi exploramos Laguna Verde y otros caminos aún peores.
De hecho, estos paseos serían un augurio del camino que ambos tomaríamos a futuro en términos de nuestras adquisiciones de motos. Él, un cambio radical, de NC30 a Transalp; yo, más entendible, de XR 125 L a XR 250 R.
También anduve de paseo por los cerros detrás de San Carlos de Apoquindo.
En Noviembre del 2005 fui a Las Trancas, para una conferencia del grupo Milenio de Óptica Cuántica, un buen tramo en la moto. Un viaje espectacular.
Verano 2006
Con la llegada del año nuevo se planeó un viaje a Talca. El viaje estuvo bueno; recuerdo que mientras algunos se recuperaban de la caña de una despedida de soltero, otros lidiábamos con un resfriado desagradable y con la idea de que se nos había quedado el saco de dormir en Santiago.
Ahí nos encontramos todos con una mezcla extraña de buena y mala suerte, presentado en forma de una calle cubierta de aceite.
Desilusión:
Pero no pasó nada grave, Octanito hizo de pararrayos con la mala suerte grupal, y fue un paseo netamente positivo.
En Febrero pasaron muchas cosas, cosas sobre las cuales quizás escriba en el blog. Quizás no. Tengo una tonelada y media de fotos de ese período... pero por el momento las siento fuera de contexto, y con demasiado bagaje emocional.
Volví a Chile, y me lanzé a la compra de otra moto. Fue bautizada con Ben en un paseo a Valle Nevado.
Otoño 2006
Llegó el Otoño, de esa manera imperceptible con la que suele llegar a Santiago. Para poner a prueba la parrilla nueva de mi moto, nos fuimos a acampar con Ben a Siete Tazas.
En Otoño también fuimos de paseo a Olmué y Con Con, con los chicos de la Adach, y tuve mi primera pana mecánica (nada serio). Esta foto increíble, por Camilo.
También fuimos a Portillo.
Nos quedó gustando eso de cargar la moto como mula y partir a acampar en alguna parte, así que lo volvimos a hacer, esta vez en Colliguay.
Y lo que vino después, en las últimas del Otoño, para mi marcó un antes y un después. Mi primera excursión en serio al Cajón del Maipo, a las Termas del Plomo. Ya ningún paseo sería igual.
Invierno 2006
Apenas un tiempo después del paseo a las termas, volví al Cajón, esta vez a La Mina, y el Invierno se hizo sentir.
Con algunos días de buen clima, me escapé a Laguna Verde con Francisco, en lo que sería la primera de varias salidas a este destino y con este caballero, y a veces solo.
En Junio nos largamos todos a Coquimbo, La Serena y Valle del Elqui por unos días, y esto estuvo bastante entretenido. La vuelta estuvo buena también.
Por ahí por esa época le agarré el gusto a la Cuesta La Dormida, luego de haber pasado por ahí varias veces en busca de empanadas, a Olmué.
Por esa época también le encontré la gracia a Google Earth: me permitía identificar rutas y senderos escondidos. Volví varias veces para ver a dónde llevaban dichos senderos.
Tiempo después, Andrés había iniciado la construcción de su casa en Curacaví recientemente, y me invitó a pasear por la zona.
Desde Google Earth, y desde la Cuesta La Dormida, había espiado un cerro, llamado El Roble, el que al parecer tenía una ruta hacia su cumbre. Intenté llegar, pero no pude.
Y como última salida invernal, me fui a Leyda, a conocer las carreras de 400 cc. Qué increíble, señores! Quedé embobado por días.
Y todo gracias a este caballero.
Primavera 2006
Llegó la primavera, carajo! Y nos vamos a la cordillera, porque claro, obviamente la madre naturaleza respeta las fechas y todo eso, no? No?
Pasó un tiempo, y ya con mejor clima, partí al Cajón de nuevo, pero esta vez a los Baños de Colina.
Nuevamente esos paisajes...
... y para colmarlo todo, un baño espontáneo en las termas!
Otro intento más al Cerro El Roble, y esta vez con éxito! Y los lentes de sol chuecos.
En la siguiente visita a Laguna Verde, la supremacía de Fran en esos terrenos quedó clara, y quedó clara también mi ineptitud.
Con Ben volvimos a la Laguna de Aculeo, tratando de duplicar una ruta que hicimos el año pasado, pero no fue posible cruzar un cierto río. En vez de eso, descubrimos las ruinas de una fábrica o mina.
En primavera también volví a Lagunillas, un lugar donde no había estado hace años y años, para recobrar para mi lo que alguna vez fue de otros.
Todo este tiempo estuve, en realidad, esperando que se deshielara el camino a Termas del Plomo. Cuando pensé que estarían despejadas, intenté llegar, pero no pude.
Con Jano fuimos a recorrer los cerros de Lampa, detrás del aeropuerto.
Otra vez más al cajón, y esta vez me encontré con un bicho raro: un elemento de la fauna Santiaguina, visto rara vez por aquí, lejos de su hábitat natural. En este viaje aprendí que los caballos también se acuestan.
Para despejar la mente luego de ese paseo, salí con Andrés, a recorrer Chicureo.
Llegó Noviembre, y con él, la conferencia Quantum Optics III en Pucón. Tenía pensado ir en la moto, pero no fue posible.
Y... por qué no hay encabezado de "Verano 2006"? Por culpa de una conductora que no miró bien al doblar a su izquierda, cruzando por delante mio. Agradézcanle a ella la falta de updates al blog y mi mal humor en general. Lo que sí diré, las XR son unos tanques.
Pero para no terminar sobre una nota tan negativa, falta mencionar mi segunda ida a las carreras en Leyda, más espectacular que la primera.
Y con esto, señores, señoritas y criaturas varias, se cierra el 2006. Un año de cambios, de viajes más lejanos, más polvorientos, más hermosos. Y también mi primer accidente.
A todos ustedes, gracias por leerme, por postear comentarios, y por las felicitaciones que llegan de por aquí y por allá, que siempre me sorprenden.
Feliz año nuevo!